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"La obsesión del demonio" Cap 1: Él




¿Tortura o placer? ¿Qué tan alejadas pueden estar aquellas palabras para describir lo que le estaba pasando?


Aquella mujer había tenido un día duro en el trabajo, había sido despedida, se le había roto el tacón cuando este se metió en una zanja, el día estuvo gris con una lluvia como nunca antes, su cabello estaba despeinado, su marido la había engañado con una mujer con mejor posición en la vida.


Antes de acostarse había bebido una deliciosa taza de té negro sin degustar como correspondía, con la mirada perdida en el vacío de su habitación, sintiéndose un fracaso con el corazón destrozado. Ni el chocolate más costoso, ni el maquillaje de toda una tienda la haría sonreír en mucho tiempo. Había mirado en menos a muchas personas, había sido cruel, pero ahora que estaba hundida la imagen de ella siendo exitosa parecía un borroso recuerdo.


En un arranque emocional antes de cerrar los ojos lacrimosos, deseó con ímpetu que algo ocurriera para matarla... sin saber que sus palabras habían sido escuchadas.


Se despertó atolondrada en medio de la madrugada cuando el aliento de su boca se convertía en vapor. Los cristales de las ventanas se habían congelado, el frío estaba en cada rincón de su habitación. Un frío poco común.

Apenas podía respirar, de hecho, era lo único que podía hacer porque su cuerpo estaba completamente paralizado. Empezó a sentir un pánico desproporcionado, pero, aunque quisiera gritar su garganta estaba enmudecida. Su mente estaba atrapada en su cuerpo.

"AYUDAAAAAAAAA AYUDAAAAAAA" gritaba en su mente antes que gotas de sangre bañaran desde el techo las paredes, antes que escuchara gritos infernales de gente que sufría como si arrancaran su piel en vida, antes que frente a su cama apareciera una "entidad" muy alta parada en una esquina observándola, ojos rojos, sonrisa macabra.

—¿No sentías que tu vida empezó a arruinarse desde hace un par de días? A pesar del terror que provocaba su borrosa imagen, su voz la sumía en un trance hipnótico, voz masculina, sensual, aterciopelada. La respiración se detuvo o A pesar del terror que provocaba su borrosa imagen, su voz la sumía en un trance hipnótico, voz masculina, sensual, aterciopelada. La respiración se detuvo cuando las luces del exterior atravesaron a "eso" dándole vagos destellos de lo que podía ser su rostro.


¿Era hermoso, dentro de su malignidad?

—Solo una persona tan vacía y patética consigo misma puede entregarse tan fácil... —descansó una mano en el muslo de la muchacha, una mano caliente que fue ascendiendo hasta descansar sobre su ropa interior encima de su entrepierna— me has proporcionado lo que quiero, ya no necesitas sufrir más tiempo.

La mujer apenas podía verlo, era como estar sumida en una pesadilla ¿Era una parálisis del sueño? Y si era una pesadilla ¿Cómo podía estar tan asustada y caliente al mismo tiempo?


—Déjame entrar en tu cuerpo, vas a descansar... para siempre ¿No es lo que querías?

Con facilidad y algo aturdida la mujer extendió sus piernas más que nunca dejando que esa "entidad" se posicionara entre ellas para bajarle la ropa interior. Minutos más tarde lo último que pudo ver fue unos ojos rojos mirarla con desprecio mientras sentía que se le iba el alma del cuerpo.


Ella había muerto, el íncubo había hecho lo suyo.

Lunes 26 de marzo 2018, Vancouver, Canadá

Firme, pulcro, lindo. Observó con atención cada rincón por un par de segundos antes de bostezar prolongadamente, no, no había dormido en toda la noche, pero creía que valía la pena cuando había terminado una réplica exacta de la torre Namsan y las faldas de donde se encontraba allá en Seúl, Corea.


Sí, el profesor de artes iba a aprobarlo con la nota máxima.

Vio el reloj la mesilla contigua a la cama y se dio cuenta que aún tenía tiempo para darse un baño, bajar a desayunar con su familia e ir a la escuela. Cuando eso ocurriera estaba seguro que se darían cuenta de las manchas violáceas bajo sus párpados y los pesados que lucían sus ojos.

Caminó al baño y se sumergió rápidamente en la tina después de llenarla con agua caliente. Estando dentro, el teléfono apoyado en una repisa al lado empezó a sonar con la melodía de "Finesse" de Bruno Mars. —Jungwoo. Pudo escuchar un suspiro en la otra línea, debió haber anticipado que esto ocurriría, era de suponer cuán nervioso debía sentirse ahora que retomaría las clases. —Disculpa que te llame a esta hora —murmuró avergonzado, su amigo podía ser muy versátil en la personalidad— es... simplemente necesito escuchar que todo estará bien. —¿Crees que te mentiría diciendo lo contrario? soy un idiota, soy tu amigo, pero nunca un mentiroso... espera un momento —colocó el altavoz, dejó apoyado el teléfono en un costado.


—Tú más que nadie sabe la razón por la cual me atrasé un año en el colegio... ese viaje a Corea era necesario, creo que... ya nadie recuerda lo que sucedió ¿Cierto? Mark dejó el fregadero a un costado antes de enjuagarse el cabello, no se atrevía a abrir los ojos por temor a que entrara champú a ellos pero se quedó en silencio y tranquilo recordando la razón por la cual Kim Jungwoo había tenido un "hiatus".

Los únicos que sabían del "incidente" era él, la familia de Jungwoo y otro amigo en común. No importó, en ese tiempo, que Jungwoo viviese en Montreal, la distancia no era importante cuando estaban en el siglo 21 y cualquier cosa podía transmitirse como virus por las redes sociales.


Por suerte el descanso de su amigo en Corea del Sur fue tomado como un tratamiento para un cuadro "depresivo" y no por el real motivo. —No, nadie lo recuerda, de hecho, nadie lo sabe Jungwoo ¿Sabes lo único bueno de aquello? Es que tu familia se mudó a Vancouver, te atrasaste y podrás seguir lo que te queda de estudios conmigo en el último año. —Qué ironía ¿No? St. John Brebeuf Regional Secondary School... ¿No sería como meterse a la boca de los lobos? De todas formas, no te preocupes yo... me estoy reformando.

Mark continuó hablando de cómo era la escuela, los programas a los que quizás lo dejarían integrarse a 3 meses de terminar el año escolar. Después de colocarse el uniforme bajó al comedor donde sus padres ya estaban haciendo la oración antes del desayuno. Su padre tenía las manos sobre el rostro mientras que su madre sostenía la mano de su hermano menor, los 3 con los ojos cerrados. Con cautela se sentó en su lugar e imitó la postura hasta que la voz de su padre cesó con un "amén".


Les dio una breve mirada a todos sintiéndose orgulloso de lo que Dios le había dado como familia. Su padre, Andrew Lee, era un hombre de 47 años, destacado pediatra jefe del British Columbia Children's Hospital, su mamá, Hyo Jin Lee de 45 años era chef de prestigio y dueña de la cadena de restaurantes coreanos "Kongs" en Canadá.


Su hermano, Felix Lee, tenía 17 años y aunque era un año menor su actitud era más infantil, a diferencia de los hermanos de otros amigos, el suyo era afectivo.

Meneó la cabeza, sabía muy bien porqué Felix era de esa manera, quizás el periodo más triste para la familia Lee.

—¿Más panqueques hijo? —murmuró su madre estirando el plato— deben comer bien, la semana recién comienza, las temperaturas van mejorando, ya estamos en primavera.

—¿Jungwoo está nervioso? —Andrew Lee limpió sus comisuras labiales— debe estar tranquilo, tu colegio es excelente, se incorporará bien aunque sigo pensando que debió terminar sus estudios en Corea pero...

—Cuando extrañas a tu familia no hay mes que valga la pena —murmuró sintiéndose a la defensiva, sus amigos lo eran todo para él— y aunque le queden 3 meses no me importa, será mi compañero de clases.

Aunque no había justificación evidente para tener una actitud como la suya, Mark Lee había decidido que cuando quisiera podría irse por su cuenta a clases.

Estaba en último grado y aunque sus padres gozaban de una muy buena situación económica para disponer de un chofer para sus hijos, quería experimentar de alguna u otra manera la independencia que esto le generaba le servía como una preparación a la universidad.

Así que ¿Por qué no tomar un autobus a la pequeña ciudad de Abbotsford, donde quedaba la escuela?

Media hora después allí estaba él, caminando con su réplica de la torre Namsan y observando cielo teñido anaranjado donde salía el sol. Inspiró profundamente dejando que sus pulmones se llenaran con el aroma de la hierba húmeda y fresca, de los árboles tiernos, del ambiente tranquilo al que estaba habituado.


Iba cruzando el Gardner Park, al lado de su casa de estudios.

Miró su réplica ¿Se había caído alguna pieza? sus pies seguían caminando sin mirar enfrente, su atención estaba en aquel trabajo. Sin poder darse cuenta a dónde se dirigía, chocó contra algo duro casi tan fuerte como un muro.

Un gemido escapó de sus labios rosados cuando la réplica saltó brevemente en el aire en cámara lenta, su espalda se fue hacia atrás mucho después de que el trabajo cayera al suelo. Con la boca abierta y mucha angustia sintió su trasero aplastar la réplica haciéndola añicos.


Sus oídos se desconectaron del ambiente, su propio corazón estaba desbocado. Con los ojos llenos de lágrimas alzó los ojos a la persona que se había interpuesto en su camino, pero tuvo que alzar el rostro un poco más de la cuenta. Ese hombre medía seguro 1.90.

—¡Eres un desgraciado! —gruñó con la voz ronca tanto como pudo, se incorporó sobre sus zapatos— ¡Mira lo que has provocado, animal! El hombre de cabello negro y bien peinado, observó sin emociones el trabajo destrozado en el suelo, luego al muchacho que perdía los estribos.

—¡Me tomó toda una semana! —Mark se agachó para tratar de reparar la réplica mientras las lágrimas caían solitarias en sus mejillas, sus padres incluso habían hecho espacio en su apretada agenda para ayudarle. Se sentía angustiado y con mucho, mucho frío— pero... Santo cielo ¡Mi trabajo!

La persona frente suyo estaba de brazos cruzados sin pestañear, ni siquiera movía un solo músculo de su cara, a excepción de los ojos rasgados que no lo perdían de vista.

Llevado por un arranque de emociones, Mark Lee sostuvo lo que quedaba de su réplica y se la lanzó a la camisa negra del idiota, pero este solo vio en silencio como el cartón, madera y otras cosas bajaban por su cuerpo hasta volver a caer al suelo.


"Él" frunció las cejas y movió sus puños, Mark contuvo la respiración ¿Iba a golpearlo? retrocedió un pie, si el desconocido iba a golpearlo sabía que saldría malherido, los músculos tensaban su camisa, las proporciones de su cuerpo eran enormes, era alto y con un aura muy peligrosa.

—Arruinaste mi día, infeliz —masculló secándose las lágrimas y pateando enfurecido lo que había construido con tanto esfuerzo.

Pasó por el lado del hombre alto, golpeó su costado con su hombro y aunque sabía que aquel movimiento no lo iba a mover ningún milímetro, se sintió tan solo un poco feliz consigo mismo.


Todo un frío antinatural bañó su espalda, casi como si atravesara su nuca. Con el ceño fruncido desvió la vista hacia atrás y pudo ver al extraño observarlo sin pestañear. Frunció aún más las cejas ¿Sus ojos habían estado rojos? De seguro solo había sido su imaginación. —Jódete —susurró continuando el camino a la escuela con la mirada hacia el frente. Casi podía jurar que lo seguía asaltando con la mirada y la inexpresividad de su rostro, pero cuando volvió a voltear el rostro aquel sector del parque ya estaba vacío, él había desaparecido y ¿Dónde habían ido a parar los restos de su trabajo?


Miró alrededor, los chicos y chicas pasaban tranquilos hacia la entrada principal de St. John Brebeuf Regional Secondary School. Aunque pudiese hablar francés, inglés y coreano, incluso para él era muy extenso el nombre de su nueva escuela. Gruñó, se odiaba a sí mismo por temblar de esta manera, pero odiaba sentirse el chico nuevo. Solo cuando levantó el rostro hacia el frente y vio a su amigo llegar cabizbajo, pudo pensar que estaba en terreno seguro. Mark lucía agobiado pero en cuanto se percató de su presencia esbozó una pequeña sonrisa y aceleró más los pasos.

—Hyung —le dio un pequeño abrazo, aunque los brazos de Jungwoo Io detuvieron por más tiempo, era un hombre muy expresivo— ¿Sigues ansioso?

—¿Bromeas? creo que me he roto las rodillas de tanto temblar —hizo pucheros con los labios mirándose las piernas. —Vamos... —le dio un codazo antes de guiarlo por el pasillo. Nunca era fácil ser el novato, pero con la ayuda de Mark Lee las cosas fueron mucho mejor. Fue presentado frente a su curso con naturalidad mientras lo aplaudían, Mark lo introdujo en las conversaciones con otros chicos y, el hecho que hubiera alumnos de otras naciones hacían que la diversidad fuera agradable.

Su amigo era realmente popular en la escuela católica, partiendo por el hecho que era hijo del jefe del hospital pediátrico más grande de Vancouver, que tenía la mejor posición económica de la escuela privada, que los profesores lo adoraban por sus buenas costumbres.

Jungwoo casi se sintió mal consigo mismo por no estar a la altura de él. Se sentía la oveja negra del rebaño de su familia, odiaba saber que los preocupó hace un tiempo de manera tal que lo enviaron a Corea del Sur para guardar las apariencias.

Meneó la cabeza, levantó el rostro y su pulgar tratando de darle ánimos a su amigo, Mark iba a contarle al profesor de artes lo ocurrido durante la mañana camino al colegio. Incluso sacó su teléfono celular mostrándole todo el proceso que había llevado para crear la réplica de la torre Namsan.

Sonrió satisfecho, nadie podía resistirse a su cara bonita y su honestidad, el profesor lo había calificado con la nota máxima. —Y esta es la biblioteca —decía un muchacho de cabello rubio y ojos profundamente azules, era del tamaño de Jungwoo— cuenta con cientos de ediciones, incluso con algunas biblias.

No era particularmente religioso, pero sabía que estando acá tenía que acatarse a rezar o participar de actividades que incluyeran a Dios y ese tipo de cosas.

De pronto una muchacha llegó corriendo, colorina y ojos verdes, unas cuantas pecas en las mejillas.


—Estaba paseando afuera de la sala de profesores cuando escuché que el maestro Tremblay sufrió un accidente esta mañana.

—¿Charles Tremblay? —Mark se mordió el labio, los demás llevaron las manos a sus bocas abiertas, Jungwoo observaba sin entender— Pero ¿Y cómo está? ¡Ese hombre es el mejor maestro que hemos tenido!

—Odio la clase de deportes, pero el señor Tremblay nos hizo amar eso ¡No es justo!

—Solo pude escuchar un poco más pero algo así como que su auto perdió el control sin razón aparente y chocó contra un muro de concreto... su vida está en peligro.

Ese mismo día cuando Mark llegó a su casa, le comunicó por teléfono a su padre la situación, quizás él podía hablar con algún médico conocido en el St. Paul's Hospital, el hospital más complejo cercano con el que su profesor podía contar.


Recorrió la enorme casa en busca de su madre pero no era sorprendente encontrar el hogar prácticamente vacío.

Con cuidado caminó por el segundo piso hacia la habitación de Felix ¿Estaría él ahí? ¿Estaría bien? El reloj en su teléfono celular marcaba las 10 de noche y aunque él apenas pudiera abrir los ojos por el cansancio emocional, quería cerciorarse que su hermano estuviera en condiciones.

Tocó la puerta con los nudillos un par de veces, él no respondía así que abrió con cuidado la entrada encontrándose con el muchacho escribiendo afanosamente sus tareas, los audífonos estaban puestos, pero podía escuchar la música, era un grupo de hip hop.


No quería interrumpirlo, realmente quería quedarse un par de segundos admirando su figura tan concentrada. Felix era guapo, de su mismo tamaño pero la copia exacta de su madre.

—Y pensar que hace un par de años casi te mueres —susurró con la garganta estrecha.

Después de aquel período de 3 años todo había cambiado, para mejor.


Cerró a la puerta y volvió a su habitación en el tercer piso de la gran casa. Deslizó por sobre su cabeza la parte superior de la ropa, fue en busca del mueble más cercano para quedar con pantalones deportivos holgados, una camiseta blanca y pies descalzos que acariciaban la alfombra beige. Felpuda, cálida, ideal para una noche llena de viento. Corrió al baño al sentir su vejiga llena, procuró lavarse las manos y cepillarse los dientes con calma pero a pesar que no veía nada en el espejo frente a su rostro, sentía inquietud en su pecho ¿Por qué? ¿A qué debía adjudicar los latidos inquietos? Escupió, se secó la boca con la toalla de mano y se acostó en la cama antes de tomar su teléfono y escribir en el grupo de Whatsapp de sus amigos. Si se sentía preocupado o tenía deseos de contar algo, siempre podía contar con ellos, eran el trío dinámico.

Como sea, yo creo que mañana después que salga de clases, podrían venir a casa 22:23

Ten: Sé que es día martes pero hay que hacer alguna pequeña celebración. Hoy fue el primer día de clases de Jungwoo 22:24 Snoopy: gracias también tenemos que hacer un funeral a tu réplica de la torre Namsan 22:24 Ten: Pero no podremos tomar algo de alcohol en la casa de Mark, es semana santa T-T 22:25

Snoopy: no te preocupes Ten, puedes llevar agua, de seguro sus padres lo convierten en vino. 22:25

Ten: Alabado sea nuestro señor Jesucristo. 22:27


Mark no pudo evitar reír con las manos sobre su vientre, una risa que terminó en carcajadas con lágrimas incluidas. Sus amigos no participaban de una religión tan activamente como él y aunque siempre le hacían bromas al respecto sabía que era porque lo querían mucho.

Dejó conectado su teléfono a un cargador portátil antes de voltearse en la cama y cubrirse hasta la cintura, el sueño era abrumador.

Tic, tac, tic tac. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que estaba durmiendo? Los vellos de sus brazos empezaron a erizarse cuando un viento frío sopló sobre su columna. Entre sueños sostuvo las mantas y se cubrió hasta el cuello, su cuerpo completo estaba temblando para elevar un poco la temperatura.

No se había dado cuenta, pero los cristales de sus ventanas empezaron a congelarse como si una tinta blanca se derramara lentamente sobre ellas. El aliento que salía de su boca y parte de su nariz se convertía en vapor, incluso sus labios estaban tornándose violáceos.

Gimió por el frío sobrenatural que inundaba la habitación. Quería despertar para saber si había dejado alguna ventana abierta pero su cuerpo no obedecía, estaba absolutamente paralizado y se sentía agotado, profundamente agotado.

Hizo fuerza, quizás demasiado como para levantar los párpados solo unos milímetros. Un suave cosquilleo acariciaba su nuca, una caricia sobre su piel tan sosegado que volvió a gemir, pero no de frío, era ¿Placer? La caricia era lo único cálido que podía sentir, el gesto fue descendiendo sobre los relieves de su abdomen hasta descansar en su ropa interior.

—Oh God... —jadeó ¡Sus hormonas estaban volviéndose locas!

De pronto algo pequeño pero firme mordió su nuca, mordidas suaves y lamidas que llegaron hasta el borde de su oreja.

—God? —una risa gutural cubría su espalda, una risa que terminó en un gruñido enfadado.

Las caricias en su ropa interior fueron más intensas, sus piernas se tensaron mientras mordía sus labios, quizás era una mano de gran tamaño que quiso sostener su miembro erecto, pero antes de poder rogar que lo masturbara con fuerza, todo se rompió de golpe como una burbuja posando sobre la punta de un alfiler.

Mark Lee se sentó sobre su cama espantado con gotas de sudor perlando su piel en todos los rincones. Miró hacia todas partes pero su habitación estaba en perfectas condiciones, las ventanas estaban limpias, su aliento no se convertía en vapor, de hecho estaba muy acalorado. ¿Había estado temblando? ¿Había sentido frío? Miró el reloj en la mesilla contigua a su cama: 3:00 am. Aturdido encendió la luz de la lámpara, pero cuando quiso levantarse de la cama, al apoyar los pies desnudos sobre la alfombra algo había producido cosquillas en la planta de este. Frunció el ceño, inclinó su cuerpo hacia adelante y sostuvo aquello. Una pluma negra. Una pesadilla, no. Eso... eso no había sido una pesadilla, había sido una parálisis del sueño.

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1 Comment


Marily Martinez
Marily Martinez
Aug 14, 2019

Estoy tan feliz de poder leer esta historia otravez Que bueno que pudiste recuperarla

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