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"Imposible" Capítulo 11: El animal insaciable y su presa



La voz del muchacho se perdió en el aire cuando trataba de decir que abajo había una fiesta, que abajo estaba su novia. El cerebro del americano ignoró aquello, es más, este estaba apagado para otras cosas que no fuese el hombre que tenía frente suyo. De todas maneras Johnny había cerrado la puerta antes de entrar ¿Por qué debía preocuparse por que los interrumpieran?


—No vas a detenerte ¿Verdad?


—No voy a detenerme —murmuró mirándolo con arrogancia y sosteniendo su barbilla, era una ventaja ser más alto que el rubio, de esa manera podía imponer un poco la autoridad—porque cuando me siento insaciable mi presa no puede escapar hasta que la acabe.


De la boca del canadiense salió un gemido hasta que el aire de sus pulmones se acabó, ambos respiraban agitados y ansiosos por una gota de contacto. ¿Era un juego de Johnny prolongar la espera? Funcionaba, su piel se sentía sensible y hormigueaba. ¿Quería que lo rogase? ¿Era su amo? su cerebro poco a poco fue disminuyendo cualquier pensamiento y se permitió sentir, sentir como nunca antes porque sabía que después de esto algo podía cambiar.


—Cachorro quiere que su depredador se lo coma.


Las fosas nasales del gigante se expandieron mientras el diablo perverso cubría su rostro. Rodeó el rostro del muchacho con ambas manos y mordisqueó sus labios para llenarse de su textura, para grabarse en la mente lo deliciosos y cálidos que eran. Simple contacto que el aludido recepcionó con sensiblidad, abrazándolo por el cuello para pedirle que profundizara un peso.


—Jódeme la boca con la tuya, Johnny —jadeó.


Mierda ¡Ese niño no sabía cuanto lo excitaba que le rogaran! Obedeció porque también lo necesitaba, introdujo su lengua y lamió la de Mark una y otra vez, el sonido de sus besos era estimulante y porque ese niño aun tenía sabor a soda y él a champagne, mezcla perfecta. Ávido mordió el labio inferior mientras el otro mordía el superior, sus bocas se complementaban de una manera tal y, aunque sonase muy de cuento de hadas, era cierto que parecían hechas la una a la otra.


Las manos de John descendieron desesperadas por la ancha espalda del muchacho hasta reposar sobre su trasero, redondo y perfecto trasero que apretó sin piedad para que él chocara contra su entrepierna y se diera cuenta de lo caliente que estaba por él. Mark gimió, Mark necesitaba satisfacer de alguna manera su fijación oral así que capturó el lóbulo derecho de Johnny Seo para lamerlo como un cachorro hambriento.


Maldito niño, la respuesta instantánea en él fue enterrar sus dientes en el costado de su cabello de rammyeon.


—No... ropa... fuera —trataba de quitársela torpemente— fuera —el gigante se rió por su torpeza.


—No —susurró mirándolo con una ceja alzada— de eso me encargo yo... ven.


Youngho se sentó en el borde de la cama y lo tiró hacia si mismo para que colocase una pierna a cada lado de su cuerpo y se sentara sobre sus muslos. Mark los miró y acarició de arriba hacia abajo como el premio más bello de todos, quería morderlos una y otra vez, eran llenos, grandes, todo en él era grande ¡Incluso su altura!.


Sus rostros estaban a centímetros del otro, John sostuvo la parte superior del traje formal de ese muchacho y lo lanzó lejos, pero se dio el tiempo para desabotonar uno por uno la camisa blanca que llevaba puesta. No estaba preocupado por la forma en la que Mark temblaba, solo era respuesta natural ante el anhelo de un contacto más directo.


Le quitó sobre su cabeza la camiseta azul dejando toda la parte superior de su cuerpo al descubierto. Las manchas de los hematomas ya no estaban, su pecho subía y baja mientras hacía el intento de respirar, era pálido pero hermoso, era...


—John —balbuceó su presa cuando Johnny hincó sus dientes en la zona entre el hombro y el cuello, chupaba como vampiro a medida que sus manos lo sujetaban por la cadera para que frotaran sus miembros— ahh.. mmmm.


El olor del perfume propio del cuerpo de Mark Lee lo nublaba más, hambriento lo inclinó hacia atrás casi suspendido en el aire y capturó su pezón masculino como si fuese una ventosa. Chupar, lamer, succionar hasta que chillara. Quería más, mierda, quería mucho más de él. Leyó sus pensamientos, esto era cosa de dos.


Era la costumbre o tal vez el hecho que amaba el sexo, pero con el arte de un striper Johnny Seo se deshizo de su ropa quedando solo con la ropa interior. El rubio estaba acostado encima de la cama expectante por más, casi chillando para que el americano dejara de caminar de un lado a otro con tanta calma como si realmente fuese un animal a punto de comer su presa.


Todos los puntos de su piel a esta hora ya estaban sensibles, no le importaba si destruían la cama o algún hueso, quería que lo jodiera tanto como la lujuria se los permitiera. De pronto una sonrisa maquiavélica surcó su rostro.


Colocó una mano a cada lado de los hombros de Mark al igual que sus rodillas, el niño estaba preso bajo su cuerpo aun cuando ni siquiera se tocaban.


—Deja de torturarme —murmuró impaciente— sabes lo que ambos queremos.


—Me gusta dejar a mi presa muy sensible antes de probarla, quiero que goces esto tanto como yo, cachorro de león —le guiñó, acercó su rostro hasta su abdomen y regó de besos succionadores.


¿Qué era pensar o respirar? nada. John era un amante ideal porque se daba el tiempo de hacer las cosas a su modo, se preocupara que estuviese lo suficientemente al borde de la perdición. Su lengua rodeó el ombligo hasta bajar al camino de felicidad del muchachito, pero luego consideró las caderas otro buen lugar para dejar un chupón. Fue involuntario el movimiento de caderas de Mark.


—Fóllame maldita sea —gruñó enterrando las uñas en la parte superior de su cabeza, su sedoso cabello, la forma autoritaria cuando levantó el rostro y una ceja. ¡Qué no hiciera eso! ¡No quería correrse en su ropa interior!


—Esto se va... al demonio.


Le bajó el boxer hasta sus tobillos y luego lo mandó lejos. Pero perverso como solo él solo lo castigó por su atrevimiento. Besó la cara interior de sus muslos, con cada beso cada jadeó salía de él, cada movimiento de pelvis se acercaba a su rostro.


Abrió la boca y poco a poco fue introduciendo su pene en la boca, la misma que parecía experta en todo lo que hacía.


—Mierda, sí... oh... John... aghhh.


Lamió tanto su pene hasta que le irritase de lo sensible que estaba, era exquisito su sabor, su textura, la cabeza suave y rosada del glande, quería seguir lamiendo de arriba hacia abajo para humedecerlo, quería tragar todo lo que pudiese expulsar de él pero también sintió que quería que le hicieran lo mismo.


— Por... favor.


De la garganta de Mark salió un gruñido ronco mientras asentía, leía sus pensamientos, el movimiento de su cuerpo, él también lo deseaba. Estaba tan jodido en su fiebre que con fuerza rompió la tela de su ropa interior e introdujo todo el pene de John en su boca hasta la garganta, no hacía arcadas, necesitaba alimentar la fijación oral que tenía y llenarse con el miembro caliente y duro de aquel hombre.


El americano inclinó la cabeza hacia atrás y jadeó al ritmo de las embestidas orales del muchachito, que lo humedeciera, que lo chupara demasiado para hacer lo siguiente todo más fácil. Tan sumiso, su mirada de ojos brillantes y su boca rodearle el pene era una visión que lo atormentaba 24/7, pero cuando esta ocurría todo se nublaba en su mente excepto el deseo de bombear en su boca hasta correrse y gritar su nombre. No, ahora no quería embestir solo allí.


Se sentía como un demonio ¿Era normal sentir tanto deseo por alguien? Antes de correrse en la boca de Mark lo sujetó de la nuca y devoró una vez más sus labios, hundió su lengua en él, aunque esto era de dos no podía evitar sentirse dominante.


—A partir de ahora no pararé... boca abajo, cachorro —obedientemente giró sobre su vientre, se sentía expuesto y vulnerable, apoyaba su cuerpo con los jodos y las rodillas— ¿Estás seguro que nunca has hecho esto?


—Jamás —balbuceó caliente.

—Incluso tu posición es perfecta —acarició su espalda hasta el trasero antes de darle un nalgazo que dejara una marca roja— inclinas la cabeza hacia abajo, curvas tu espalda, das una entrada perfecta... muchas mujeres no saben hacer eso... Mark —besó la base de su columna— voy a joderte.


Sostuvo su trasero con fuerza y empezó a dar pequeños besos entre sus nalgas, el canadiense gimoteó desesperado porque nunca se imaginó que su piel sería tan sensible a un contacto de ese tipo. Fue de improviso cuando la lengua de John Seo rodeó su cavidad trasera, mordió su almohada, quería sentirlo todo, quería que lo penetrara, quería ser sucio y rogar como una perra.


Ambos eran hombres calientes con atracción adictiva uno del otro, soltarse en este momento no estaba en los planes.


—Vamos, ábrete para mí —revolvió su cabello hacia atrás antes de besarlo y lamerlo— se que lo quieres Mark.


—John —gimió— Dios.


El americano miró su mano e introdujo el dedo índice y el del medio para que se adaptara, adentro y afuera, adentro y afuera. Mierda. Él realmente quería hundirse en ese trasero blanco, redondo y perfecto. Estuvo un par de segundos para que se adaptara, los ojos de Mark estaban cerrados, su cuerpo al igual que el del americano estaba sudando de deseo, se iba a volver loco.


—Voy a joderte... voy a joderte.


Cubrió su pene con un preservativo, levantó más su trasero, separó sus piernas, tomó mucho aire antes de penetrarlo lentamente.


—Ah....ahhh —el muchacho mordió su mano, el dolor de la penetración se mezclaba con el ardor del deseo, la mezcla ideal para excitarlo más de lo que ya creía poder estarlo.


Cuando se hundió dentro de él por completo ambos jadearon, era la primera vez para Mark y debía ser cuidadoso pero a diferencia con Han Eul el canadiense le provocaba hasta la jodida mierda como nunca antes se había sentido. Esperó un par de segundos solo hasta que el trasero del rubio se hundió contra su entrepierna para que siguiera.


—Voy a penetrarte hasta el orgasmo, mi cachorro —saboreó su nuca y el sudor salado en ella, el temblor de sus brazos y piernas eran complacientes— mí hermoso cachorro.


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Taeyong miró su reloj, había pasado más de media hora y no había señal de Mark. Un poco alarmado buscó la figura de Han Eul, no era el único que estaba pendiente de la ausencia de "Johnmark" pero ¿Sabría la muchacha lo que sucedía? porque Taeyong no necesitaba explicaciones par intuir que podía estar pasando.


Esto era una estupidez ¡¿Cómo podían arriesgarse de esa manera?! Ten y Yukhei se dieron cuenta de la frustración en su rostro.


Han Eul caminó miró su teléfono ¿Estaba todo bien? Aunque conversaba con chicas de su edad el tema se estaba volviendo monótono. Quizás las cosas se habían puesto complicadas. ¿Y si debía ayudar? Dejó la copa de champagne a un lado y buscó el camino, sin embargo solo dio dos pasos antes que una voz masculina llamara por su nombre. Se volteó sobre sus tacones, allí parado estaba uno de los amigos de Mark Lee, ese de cabello blanco.


—Señorita Oh Han Eul —se inclinó brevemente— ¿Ha visto a Mark? no sé si me recuerda pero soy Lee Taeyong.


—Sí, sí... bueno, la verdad es que Johnny dijo que fue a buscarlo porque no anda muy bien de salud ¿Es muy grave? no ha vuelto en media hora, puede necesitar nuestra ayuda.


—Lo que sucede —bajó el tono de su voz, una evidente angustia endureció sus rasgos— es que Mark está pasando por una depresión, el cambio cultural de Canadá a Corea del sur no ha sido fácil y mucho menos porque es la primera vez que se separa tanto tiempo de sus padres... puedes sumarle que es hijo único —sintió culpa cuando los ojos de Han Eul se bañaron en compasión, era un mentiroso descarado— como viven en la misma casa Johnny se ha dado el tiempo de escucharlo... a veces Mark... a veces, tiene crisis de pánico ¡Dios! seguramente está pasando una de esas...


—No pensé que fuera tan grave —colocó una mano en su pecho— debe ser eso.


—No debería decir estas cosas tan íntimas de mi amigo pero por eso además hemos venido, para alegrar sus días... solo hay que dejar que pase el rato, si Johnny ha de faltar es por eso —trató de sonreír— por cierto mi mejor amigo Ten quiere... hacerte una consulta sobre tu carrera y éxitos, su hermana quiere estudiar diseño de vestuario y te toma como un referente.


Sintió realmente lástima cuando Oh Han Eul sonrió por el cumplido y lo siguió, si no fuese gay estaría babeando tras su espalda pero, bueno, sus ojos y corazón estaba en ese tailandés de sonrisa preciosa. "Me las van a pagar, imbéciles" pensó mirando el reloj ¿Cuánto tiempo podría alargar esto?


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Chocó su cadera contra ese trasero, su pene se adentró más, salió, entró, ambos estaban disfrutando esto. El sonido de sus cuerpos chasquear, la forma en la que Johnny se contorneaba contra él, la manera en la que Mark perdía el aliento. Pero no, no quería que estuviese así, no ahora.


Autoritario salió de su trasero y lo abrazó mientras lo besaba demandante, Mark no recordó en qué momento su espalda chocó contra una pared, solo abrió los ojos porque Johnny le pidió que hiciera eso. ¿En qué momento sus piernas y brazos lo rodearon como si se creyera un Koala y el americano su árbol favorito?


Sus ojos estaban a la misma altura, el mayor podía cargar con su peso contra la pared.


—Quiero follarte así, entre mi cuerpo y esto... cachorrito —con menos dificultad esta vez entró en su cavidad trasera, Mark escondió el rostro en su cuello balbuceando incoherencias— te ves delicioso con tu cabello rizado.


La excitación y la sangre fluía en todos los puntos, que agradable era sentir el pene de Mark Lee rozando su vientre cada vez que lo penetraba con más fuerza. Cada uno jadeaba en la oreja del otro, eran uno solo disfrutando de la conexión magnífica de sus cuerpos.


Por supuesto que dolía, pero dolía de forma exquisita y quería más, quería que no tuviera compasión, que no pensara en su dolor sino en el placer que se estaban dando. Rasguñó toda la extensión de su espalda, dejó que el gringo tirara de su cabello hacia atrás para besarle el cuello mientras lo embestía profundamente.


—Más fuerte —jadeó— jódeme... jódeme.


—No me provoques, no me provoques —susurró lamiendo la zona en la que su cuello palpitaba.


Para Johnny Seo esto era algo casi nuevo, hace mucho tiempo no había tenido sexo anal con un hombre, la situación con el pasado era muy distinta porque para su pesar Mark Lee se estaba adentrando en su piel de manera peligrosamente adictiva, como una droga, alguien de quién dificilmente podría desprenderse.


Continuó, continuó porque sabía que el anhelado orgasmo de una penetración estaba llegando, podía sentir a Mark retorcer sus tobillos en la parte baja de su columna, podía sentirlo devorarlo con ansias, podía sentir su pene arder, el pene de Mark temblar.


Sí, más, más, friccionarse en su cavidad. Esto estaba lejos de ser asqueroso, su cachorrito era precioso, delicioso de pies a cabeza.


—Dios, sí... sí, sí.


Extendió los brazos del muchachito hacia atrás contra la pared y lo miró tan endiablado cuando demostraba que sus muslos eran realmente fuertes, solo con ellos podía sujetarlo.


—Mío —gimió contra sus labios en el preciso instante que su cuerpo se agitaba violentamente en su interior por el orgasmo más poderoso que había sentido antes.


Como si alguien lo rasguñara con las uñas ardiendo sobre su piel, como si abrieran su carne de placer, su pene erecto ardía y temblaba exhausto mientras se corría. Mark cerró los ojos, inclinó el rostro hacia atrás y dejó que también su miembro hiciera lo suyo sobre el abdomen firme de Seo Youngho, el semen lo salpicó y no pareció importarle.


Con pasos muy lentos Johnny retrocedió a la cama, se extendió sobre ella y dejó que el rubio se quedara acostado sobre su regazo, ambos desnudos, ambos jadeando al unísono, ambos temblando. Apoyó su frente con la de él y acarició su rostro empapado con tanto aprecio que las mejillas del muchachito se pusieron aún más rojas de las que ya estaban. ¿Por qué era tan bonito?


—¿Qué haces... en... mí? —besó la punta de su nariz— me siento un animal necesitado, un ... un animal que... que quiere tenerte todo el tiempo, sin parar, sin soltar —su respiración aun no volvía a ser normal, se sentía exhausto y con deseos de quedarse dormido así para siempre— tengo miedo, cachorrito... tengo miedo.


Aunque tenía ganas de responderle tantas cosas, el canadiense solo lo besó probando su lengua como agua de vida eterna. Esto era prohibido, esto estaba mal, abajo estaba Han Eul pero incluso siendo todo un pecado quería más. Quería tanto como el gigante debajo suyo. Pero las cosas debían cambiar. "Solo 5 minutos más" le susurró Johnny abrazándolo como un oso que solo quería amor. Incluso caliente y sudado aquel diablo de 1.86 metros olía a testosterona pura, a perfume caro, a sexo desenfrenado.


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Cuando el reloj marcaba casi una hora después de su desaparición, apareció Johnny impecable como siempre, pulcro como si el revolcón más caliente de su vida no hubiese pasado. Buscó con la mirada a Han Eul ¿Era tan malo pedir que esto acabara pronto? Una mano lo sujetó del hombro, una mano que conocía muy bien.


—¿Cómo está Mark? Dios, Johnny, ha sido una hora... sé que no debí preguntar pero Taeyong me dijo la verdad.


Sintió que cada parte de su rostro se desfiguró por completo antes de buscar con la mirada algún rastro de ese muchacho calcomanía de Jack Frost. Sus ojos se cruzaron, aquel hombre le frunció el ceño con tanto odio que pudo entender lo que realmente había hecho. Lo había jodido.


—¿Se siente bien Mark?


—¿Cómo? —no entendió tanta dulzura de su parte.


—Taeyong me lo dijo, mi amor, Mark está en una depresión muy fuerte... ¿Ha tenido una crisis de pánico? deberían llevarlo con los mejores especialistas, apenas está empezando en Corea.


Todo lo que siguió hablando le importó una mierda porque se enfocó en mantenerse en pie. Lee Taeyong había cubierto sus espaldas pero estaba claro que no por él, lo había hecho para defender a Mark Lee. La muchacha silenció abruptamente cuando Mark pasó cerca con el rostro de piedra caminando hacia sus amigos bajo la pérgola.


Johnny tenía bastante temor, sí, pero no por casi haber sido descubiertos. Cuando la fiesta terminara, cuando los ojos se cierran y el ambiente se silencia, el canadiense y él tendrían una conversación sincera.


Pondrían sus cartas sobre la mesa pero no, no estaba seguro con qué exigencias podría salir ese muchachito y la idea de no tenerlo cerca le daba pánico. Mark Lee era su fruto prohibido.


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