"Más allá del mar" cap 10: ...Tú
- TrinidadVictoria
- 24 nov 2019
- 16 Min. de lectura

Y aunque deseaba estar lejos de ese hombre y de este lugar, no tenía posibilidad alguna de escapar, era el único que podía interpretar del inglés al griego lo que había pasado y como tal su presencia era vital para que Lucas Wong tuviera los cuidados necesarios.
“Signos físicos de dolor, pérdida del color de la piel, sudoración excesiva, sujetaba las manos sobre su vientre… apenas podía respirar. Trató de salir del vehículo, pero perdió el conocimiento y se pegó en la cabeza contra el cemento… ¿Comidas? Ayer en Yerápetra hubo un festival donde…”.
Tuvo que decirle al médico de urgencias todo lo que recordaba y también valerse de la información que otros marines le decían para completar lo más posible este “rompecabezas”.
De los 14 subordinados, solo 4 estaban aquí, el resto estaba en las dependencias de la base militar junto a los vigilantes, los cocineros y todos los extras que traía consigo el equipo de ayuda humanitaria. Alan Cooper se turnaría a media tarde para venir al hospital, mientras tanto no tenía ánimos de hablar con alguien más, solo quería esconderse de todo y de todos.
Apoyó su espalda en un asiento de la sala de espera. Su corazón estaba desesperado recordando una y otra vez aquel momento en el que Wong le dijo cerca del rostro y con tanto rechazo que era una abominación, que los había visto, que lo sabía y que dejara sus manos lejos si no quería ser reportado al gobierno griego.
Y luego de eso terminó desmayado. Fue como lanzar una piedra y esconder la mano. Tal cual.
Miró hacia los costados resignado, ni siquiera podía dormir y recuperar un poco la energía, el ruido del entrar y salir del equipo de salud, las personas conversando, el sonido de la pantalla avanzando el número de atención, el miedo de que solicitaran de su ayuda para interpretar algo mientras tenía sus ojos cerrados.
La lucha contra una creciente ansiedad en su pecho.
¡Y apenas eran las 10 de la mañana!
Horas después, Atenas.
—No sabes cuan agradecido estoy por lo que has hecho, Mark Lee.
Quería tener el control de las reacciones de su cuerpo, pero era imposible decirles a sus mejillas que no se sonrojaran cuando alguien le daba un cumplido por el trabajo que había realizado.
¿Era importante lo que había hecho ahora? La verdad sí.
Jongin tenía muchos argumentos para decirle a los inversionistas que no se retiraran del negocio de Hotel Palace aquí en Grecia, pero su falta de conocimiento en el idioma griego no le había dado la oportunidad para explicarse de mejor manera, hasta hoy. La presencia de Mark Lee fue vital durante más de 1 hora de reunión.
Ahora que se encontraban solo en una oficina con ese hombre observándole fijamente y esas palabras dichas flotando en el aire, su corazón tuvo un latido inusual.
—Gracias, señor Kim —murmuró, su voz sonando un poco más aguda.
—Es tu primer día oficial, cosas así se repetirán durante los días que me quede en este país —inclinó su cuerpo levemente hacia el escritorio— ¿Cómo te sentiste?
—No me molesta estar frente a muchas personas, me siento cómodo, solo tenía miedo de fallarle a la confianza que depositó en mí.
Jongin asintió, sus dedos tocaban uno por uno la superficie del escritorio mientras algunos pensamientos invadían su cabeza. El muchacho frente a él lo confundía, en algunas ocasiones, sobre todo en las que defendió a su amigo de la silla de ruedas, se veía con tanto carácter y con una voz más profunda, pero ahora que le había dicho un cumplido, bajaba el tono de su voz e incluso sus hombres se veían más caídos.
Parecía un cachorrito. Un cachorrito que podía tomar en brazos y hacerle cariño.
Mierda.
Asustado de su propia cabeza, Jongin se levantó para beber agua en la máquina expendedora que había, llenando otro vaso porque sabía que Mark Lee gustaba mucho de ella.
—Gracias señor.
—Ah! Se me olvidaba, tengo algo para ti —abrió un cajón al costado, tarareando para no crear un ambiente de tenso silencio— no espero que te niegues a recibirlo, piénsalo más bien como una herramienta de trabajo, no siempre estaré a tu lado y puede que necesite de tu persona.
Dejó la pequeña caja sobre la mesa y la deslizó hacia las manos del muchacho, quien abrió su boca sorprendido y luego levantó esos ojos brillantes hacia él.
—¿Un teléfono, señor?
Bien, Mark podía admitir para sí mismo y sin vergüenza que no conocía mucho de las tendencias actuales de estos aparatos, pero sabía que no le estaba dando algo barato.
—Perdiste muchas cosas después del terremoto, tus documentos y pertenencias, es bueno tenerte ubicado, es bueno que tengas algo con lo cual comunicarte.
Esas mejillas que se destacaban aún más cuando sonreía, se volvieron a sonrojar aún más.
No sonrías así, Mark Lee, no sabes la inconveniencia que podría generar gestos tan sencillos y puros como la timidez.
—¿Por qué es tan bueno, señor? —frunció el ceño— quiero decir, su forma de llevar el trabajo es muy acogedora, un empresario es más como… mmm.
—¿Cómo Taeil? —no asintió, Jongin sonrió con los labios sellados— ya lo dije antes, soy de la filosofía de que se trabaja mejor en un ambiente de confianza, me ha dado buenos resultados —indicó el teléfono— Samsung Galaxy S10+, explóralo, me tomé la libertad de dejar mi teléfono registrado.
—Gracias señor Kim.
Aquel hombre sonrió de una manera tan especial que Mark tuvo que mirar “casualmente” el teléfono, quizás si le afectaba un poco su presencia, era gentil, era guapo y él no era idiota o de fierro.
Justo en el momento en el que ese hombre le mencionaba que irían a cenar a un restaurante fuera en la ciudad, sus palabras perdieron el hilo. Incluso la bondad o su agradable personalidad se esfumaron al fruncir las cejas con fuerza.
—Lo siento Mark, pero… creo que debo resolver algo ahora ¿Podemos dejar la cena para después?
—No se preocupe señor, comprendo… y sí, podemos comer después, otro día.
No quiso preguntarle qué sucedía, si estaba bien, si había surgido alguna emergencia o algo así, algo en Kim Jongin cambió a un aura tan dura que por un segundo se preguntó si era la misma persona de hace unos instantes.
Asintió brevemente antes de tomar la caja con el teléfono dentro, susurrar un “adiós” y salir de la oficina rápidamente con la cabeza mirando hacia el frente. Estaban dentro del hotel al lado de una sala de conferencias, podía regresar a su habitación, hacer algo productivo o buscar alguna tienda que vendiera comida, cualquier cosa con tal de no seguir interrumpiendo.
Estando ya solo en la oficina, el coreano contestó el teléfono con seriedad.
—¿Qué es lo que sucede ahora?
La voz del otro lado habló con la profundidad que lo caracterizaba,
—Utiliza bien el tiempo que te he dado, necesito que averigües lo que te pedí, Kai… hay una deuda que debe ser saldada y Poseidón, que no ha pagado, se ha burlado de nosotros y del destino de esa alma… —gruñó— en alguna parte de esta nación está, solo ve y encuéntralo a como dé lugar.
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Como un hombre de edad mayor adentrándose en las tecnologías de este siglo, Mark tocaba y averiguaba cómo funcionaba aquel aparato telefónico de colores vivos y resolución moderna.
Había estado tanto tiempo sumergido en ello que no se dio cuenta de cuantas horas avanzaron en el mundo humano. Cuando prestó atención al reloj del teléfono, este marcaba las 9 de la noche en punto.
Lo dejó boca abajo y observó a su alrededor, encontrándose sobre un pequeño mueble con el libro que el señor Mouskouri le había prestado y que por supuesto había acabado en menos de 1 día. Sonrió escuetamente.
Muchas de las cosas que estaban allí escritas eran verdad, Mark podía dar fe de ello como alguien que había sido testigo a lo largo del tiempo de hazañas históricas y más aún de todo lo que tuviera que ver con la mitología griega, sí, porque él era parte de ese mundo y los humanos se encargaron de preservarlo a lo largo del tiempo con escritos, con murales, esculturas y pinturas.
—Señor Mouskouri.
Recordó la angustia de sus ojos rasgados, el tono de su voz quebrado, el esfuerzo que hacía para mantener un rostro sin expresiones. Era día viernes ¿Seguiría trabajando a esta hora?
Su estómago dolía de hambre, podía quedarse aquí y dormir, pero, si era sincero consigo mismo, tenía miedo de estar desperdiciando el tiempo, de olvidar el rumbo de su destino, de alejarse de quien los Dioses le habían indicado como parte de su destino.
Si el humano no hacía una jugada, entonces él debía mover los hilos y crear su propia historia, porque a diferencia de ambos, Mark tenía una advertencia de la Diosa Afrodita.
Antes de cualquier arrepentimiento, caminó hacia el mueble donde tenía todas sus prendas de vestir, con tristeza podía decir que Donghyuck dejó todas atrás sin llevarse nada al mar. Cogió un abrigo y se puso zapatillas, la noche parecía fresca y él iba a caminar lo que fuera con tal de llegar a su destino.
Saludó un par de personas en el hotel, desde que no estaba a cargo de la supervisora principal su humor había mejorado y se había atrevido a hacerse notar con los otros empleados.
Mientras más avanzaba por las calles de Atenas, más pensaba que esto podía ser un error, no porque no estuviera haciendo lo que los Dioses querían sino porque no tenía idea si el señor Mouskouri quería ser molestado ¿Estaría de pie? ¿Estaría durmiendo agotado? ¿Se habría ido de la ciudad?
Y cuando tuvo aquella enorme casa frente a sus ojos, agradeció la capacidad que tenía para memorizar algunas cosas.
—Bien, aquí vamos —tomó una gran bocanada de aire antes de presionar el timbre hasta el fondo.
Al primer intento no había sido tomado en cuenta ¡Bien que la casa podía estar abandonada y él lejos de este lugar!
—Vamos no te rindas, una vez más —tocó el timbre de nuevo.
Estaba comenzando a hacer más frío, mucho en verdad, era otoño de todas maneras. Y llegó una tercera vez que también fue ignorada. Bien, él no estaba en casa, el sireno podía devolverse al hotel y sumergirse en el libro o mirar el cielo pensando todas las maneras que tenía para volver a ser lo que era.
—¿Eres tú, Mark Lee?
Aquella voz y su exquisito griego lo sorprendió tanto que no pudo evitar sobresaltarse.
Youngho estaba parado en medio del jardín enfundado en una bata negra y el cabello goteando por los costados. Mordió su mejilla por dentro y bajó la vista a sus propias zapatillas, no quería tener alguna expresión en su rostro que delatara los pensamientos que cruzaron por su cabeza. Sí, el griego se veía humanamente atractivo.
Por otra parte, el aludido recorrió aquella figura de arriba hacia abajo y de vuelta. Mark Lee cargaba en el brazo izquierdo el libro que le había pasado mientras que en la otra mano llevaba una bolsa con… ¿Comida?
“Adorable”.
—Perdón, estaba duchándome —le abrió la puerta del exterior para que ingresara— por favor acomódate donde quieras, iré a terminar con esto.
Desapareció tan rápido como sus dos largas piernas se lo permitieron mientras él ingresaba a la casa y observaba todo con respeto. ¿Había cometido un error? ¿Estaba con otra persona? Moriría de vergüenza si salía una chica con su cuerpo envuelto en una toalla ¡No quería ser esa clase de persona!
Se sentó en un sofá de la sala de estar y desde allí apreció las fotografías de aquella noche. Andreus realmente era el niño más lindo que había visto ¿Alguna vez podría verlo en persona?
“Para eso tienes que estar muy dentro del sistema de Youngho para que te permita abrir aquella puerta de su vida”.
Después de coger una camisa negra y un pantalón gris, después de peinar con sus manos el cabello húmedo que tenía, el griego salió de su habitación y caminó por el largo pasillo, pero no levantó la voz ni dio aviso de su presencia.
Se permitió observar al muchacho de la sala de estar, con sus hombros caídos, allí, solo, en medio de un sofá y jugando tal vez con la punta de su calzado mientras tarareaba.
¿Qué lo había traído por acá?
—Estaba dentro del baño, si te hice esperar espero me perdones —miró un mueble con puertas de vidrio— ¿Puedo ofrecerte algo para beber?
—Señor Mouskouri, si he interrumpido algo con alguien espero me perdone —murmuró inquieto, no estaba mirándolo a los ojos— y la chica en cuestión me perdone también.
“Una chica”.
Levantó la comisura labial con toda la inexpresividad que lo caracterizaba para luego negar con calma.
—Tranquilo, estoy completamente solo, incluso un viernes por la noche —miró el libro que tenía sobre las piernas— ¿Ya lo terminaste de leer? Son… 300 páginas.
Mark Lee sonrió con vergüenza, a veces no podía creer que tuviera 22 años… a veces.
—Leer es mi pasión y la cultura griega también, yo… quería devolvérselo, una promesa es una promesa —se la dejó sobre los muslos con cautela, no quería invadir espacios tan íntimos— además compré pollo frito, no he cenado y pensé que… si… si usted estaba aquí, podríamos comerlo juntos —tragó saliva antes de gemir— señor Mouskouri ¿Ha sido una actitud atrevida?
Observando su expresión corporal, la voz que se ponía ansiosa, la manera que estaba retorciendo sus dedos ¿Qué clase de persona podía enfadarse porque lo irrumpieran en la noche?
Suspiró antes de levantar la otra comisura labial, no era una persona que sonriera, pero esto lo incitaba a hacerlo. Mark Lee lo incitaba en el buen sentido de la palabra misma.
—Mi vida se basa en universidad, investigación y museo, mi día gira en torno a ello, nunca me vas a encontrar un día viernes en la noche saliendo a un club nocturno o esas cosas, soy… aburrido —movió los hombros— me he vuelto tan fascinante como una piedra que… tu visita me parece algo nuevo y refrescante así que no ha sido atrevido —ambos se pararon lentamente, Youngho realmente era muy alto— tú pones el pollo frito, yo pongo los complementos.
Caminaron hacia la cocina, una enorme cocina donde buscaron platos y cubiertos. En su mente, Mark le rogaba a Afrodita un empujón o una señal que esto era lo correcto y que no lucía como un desesperado niño, un chicle pegote en el zapato o algo por el estilo.
Caminaron de vuelta a la sala de estar, el griego caminó a un equipo de música al que conectó su teléfono vía bluetooth.
—¿Hay alguna canción en particular que te agrade?
—Me gusta la música clásica, pero todo para mí está bien.
Johnny movió una ceja antes de asentir y colocar la primera lista que le saliera en Spotify ¿Dé dónde había salido este muchacho? Era de gustos finos y apasionado de la historia, como un señor encerrado en el cuerpo de un joven.
“No muy diferente de ti, Youngho” pensó irónico.
—¿Algo para beber?
—No soy muy tolerante al alcohol señor, pero cerveza sería lo más suave.
En realidad debía culpar a su condición, los sirenos no eran bebedores de excelencia. De pronto sonrió al vacío, recordando una ocasión en la que Jungwoo, Donghyuck y él habían estado tan borrachos que chocaban con todos los corales o le danzaban a cualquier pez que se cruzaba en su camino.
Ambos estaban sentados al lado del otro con pequeñas bandejas sobre una mesa de centro, quería relajarse, quería hacerle ver a Youngho que no era aburrido, pero ¿De qué podía hablarle? Antes de abrir la boca, aquella voz más ronca surcó la música clásica.
—Ya que estás aquí… ¿Sería grosero preguntarte quién eres? Quiero decir, sobre tu familia o esas cosas.
Mark negó, el griego era todo lo opuesto a grosería e intromisión.
—Mis padres fallecieron hace un tiempo —no estaba mintiendo, sus padres cumplieron los propósitos de su existencia y hace cientos de años atrás terminaron por convertirse en espuma de mar, mientras que sus almas formaron parte del infinito mundo del más allá. Sí, igual que los de Jungwoo— vivo en Corea, pero he estado trabajando para reunir el dinero suficiente para convertirme en profesor.
No le gustaba mentir, no a alguien que lucía como una persona buena. Aunque si hubiera sido un humano, tal vez se hubiera dedicado a la pedagogía.
Youngho lo observó y bebió su copa de vino tinto, la combinación con pollo frito era poco decorosa, pero era amante del vino y no iba privarse de ello.
“¿Y us… usted?” murmuró titubeante, no quería herir sensibilidades.
El griego que se paró en toda su extensión, se acercó a la repisa donde descansaban las fotos y sacó la que apareció cuando era un niño de casi 2 años abrazado por sus padres. Era su favorita.
—Evander y Dione Mouskouri, son mis padres… —le entregó la foto, Mark observaba todo en silencio y con respeto— ante la evidencia de que no comparto rasgo alguno con ellos, no me avergüenza decir que fui adoptado en Corea cuando tenía apenas días de nacido. Crecí y me crie con la cultura de este país, por lo que me siento totalmente parte de Grecia… —bajó el tono de su voz— tengo 3 hermanas menores, Evadine, Isadora y Selene… trillizas de 19 años y bueno, tengo un hijo de 4 años, Andreus… mi pequeño —meneó la cabeza— no suelo tener un tema de conversación muy fluido, pero gracias por escucharme.
Mark sonrió escuetamente antes de beber la cerveza ¿Quién podía hablar de la vida y de todo cuando apenas se conocían? Le estaba abriendo de alguna manera parte de su corazón y estaba agradecido por ello.
—Señor Mouskouri ¿Qué estaba haciendo el día del terremoto?
El cambio abrupto de conversación tenía un propósito, no dejar que sucumbiera ante cualquier pensamiento como la última vez que estuvo aquí, no dejar que pensara en el accidente de su hijo del cuál no había entregado información aún.
“Estaba exponiendo en un seminario sobre la mitología griega, al final del evento comenzó todo, fue una locura”.
—La mitología griega es fascinante, todo lo que hablan, la existencia de las criaturas que mencionan, los hechos históricos, las grandes hazañas, los Dioses —lo observó fijamente— ¿Qué… piensa usted de eso?
Youngho lo miró fijamente, no era la primera vez que le hacían esa pregunta, por lo que siempre se limitaba a contestar lo mismo y con la verdad.
—Como legado histórico es realmente fascinante, pero las personas suelen pensar que soy un fanático o algo por el estilo, pero no lo soy… de hecho ese día una de las preguntas era sobre si había o no existencia palpable de criaturas mitológicas, no la hay… no existe —enderezó— y como alguien que es amante de la investigación no me permito creer en algo que no tiene sustento científico.
La expresión en el rostro de Mark debió parecer de una decepción tal que incluso el mismo griego frunció el ceño. El menor bebió grandes tragos de su cerveza hasta dejar la botella seca, la ira en su interior estaba creciendo a una velocidad aterradora.
¡Estás frente a uno de los guardianes del hijo del mismísimo Poseidón!
Podía acabar con su ignorancia e incredulidad con el simple hecho de sumergir sus pies en agua, demostrarle que los sirenos existían, que cada cosa que profesó la antigua civilización griega, era real. Dioses del Olimpo, batalla con titanes, minotauros, sirenas ¡Todo!
Y por un segundo, por un miserable segundo, se le pasó la idea por la cabeza de que el Dios de los mares podría haberlo castigado por esa respuesta, sucumbiendo en un terremoto y luego un tsunami
Aunque lo que dijera o hiciera Youngho Mouskouri no podía haberlo provocarlo tanto ¿O sí?
—Señor, como alguien que ama la cultura de su país, quiero permitirme decirle que… abra más su mente, a… a veces no tenemos que ser tan cuadrados, la vida es… fascinante —habló con el cuerpo tenso.
—No puedo ser un hombre muy fantasioso.
—Y sin embargo, a pesar de “no ser fantasioso”, tuvo que estudiar algo que cuidara el legado histórico de quienes si lo creyeron… que ironía —bebió la nueva botella de cerveza hasta el fondo sabiendo que los ojos rasgados del griego estaban sobre su persona— le falta un poco de magia en su corazón —susurró.
Y continuó bebiendo la tercera botella de cerveza que se encontraba sobre la mesa, con la música clásica de fondo y un hombre que lo observaba estupefacto ante su reacción.
“Le falta un poco de magia ¿A mi corazón?” murmuró Youngho.
Mark lo miró de vuelta, quizás esto parecía el berrinche de un niño al que le habían dicho que sus súper héroes favoritos no existían, pero no podía evitar sentirse molesto cuando el hombre que Afrodita había señalado como respuesta, literalmente estaba negando que existiera.
Tal vez… tan solo quizás, Mark tenía que llevarlo a una apertura de mente y corazón.
Y de pronto ambas comisuras labiales de aquel hombre se elevaron un poco esbozando una sonrisa de labios sellados.
—Eres un hombre soñador Mark Lee, lo totalmente opuesto a mí… vienes a mi casa un día viernes en la noche cuando hace tanto tiempo no me reúno con nadie a beber así, literalmente no tengo amigos —la sonrisa se desvaneció cuando concentró sus preciosos ojos en la copa que tenía en mano— soy muy exitoso en lo que hago, pero no mentía diciendo que soy tan entretenido como una piedra.
“Puedo ser su amigo mientras estoy en Grecia” murmuró incitando a que el griego levantara los ojos y lo observara con cierta extrañeza.
Un turista que perdió sus documentos, un amante de la historia de su país a tal punto que hablaba griego como un nativo, un ofrecimiento tan simple como el de un niño que declara a su mejor amigo del jardín con solo verlo un día.
Un coreano que llegó con comida para tener algo tan simple como una charla, algo tan simple y común, pero algo que Youngho no había tenido por años y menos desde el accidente de su hijo.
Un hombre con el que se diferenciaban 7 años.
—Puedes —confirmó.
Y con esa palabra sencilla, Mark Lee sonrió bobaliconamente antes de seguir bebiendo cerveza.
A Youngho Mouskouri no debió parecerle, una vez más, algo así como “adorable”, pero lo hizo.
Mientras tanto, Heraklion, Isla de Creta.
“En estos momentos sería conveniente que el gobierno griego consiga otro intérprete, usted no puede estar 24/7 encerrado en este hospital, señor Kim”.
Murmuró Alan Cooper.
Jungwoo levantó la mirada hacia él, ambos se encontraban sentados en una banquilla de piedra en un jardín interior que tenía el recinto de salud, acompañados solo por el silencio de la noche mientras que parte de los enfermos y equipo de salud descansaban.
Durante todo el día estuvo trabajando, moviéndose, informando a los marines lo que pasaba con su sargento, solo dándose un poco menos de 1 hora para almorzar en el casino de este lugar. Pero ¿Qué exactamente le había pasado a Lucas Wong?
Ninguno de los exámenes realizados evidenciaba algún daño físico, ni por el golpe de cabeza tras bajar del auto o alguna falla en un órgano.
El diagnóstico que le dieron tras exámenes físicos y la historia que los propios marines le habían dicho, es que Lucas Wong había tenido intoxicación alimentaria.
—Me voy a quedar dormido —murmuró pestañeando lento, suspirando, abrazándose a sí mismo.
—Regrese a la base militar, duerma, mañana en la mañana puede volver aquí.
Jungwoo lo observó por un instante con angustia, no había querido decirle que antes de desmayarse, el sargento Wong le había dicho que los vio juntos, no quería añadir una cuota de preocupación a su agradable personalidad
Podía vivir con la amenaza el solo y tratar de solucionarlo después.
Por instinto descendió la mirada a sus labios recordando lo sucedido, provocando que su corazón se disparara lejos, que tragara saliva, que deseara con ímpetu volver a la noche anterior donde se sintió tan abrumado sexualmente hablando.
Quizás el americano pensó lo mismo, porque su respiración se hizo más pesada, porque estiró la mano para acariciar el rostro de muñeca que Jungwoo Kim tenía.
En este rincón nadie podía verlos, nadie, siendo casi media noche, podía observarlos tras una ventana o algo así.
El sireno dejó que ese hombre acunara su rostro con ambas manos para que poco, poquito a poco sus labios estuvieran cerca. Acá ambos estaban sobrios, no podían echarle la culpa al estado de ebriedad, tendrían que enfrentar las consecuencias o la vergüenza en el instante y no quedarse dormidos para esconderse.
Oh sí, quería besarlo y lo hizo, abrazó al americano por el cuello y llevó sus labios a los suyos para probarlo, para buscar un poco de apoyo en ese contacto, para revivir brevemente lo que ambos tuvieron.
Pero mientras más besaba, más su corazón latía con fuerza, no por un mar de hormonas que hirvieran en su sangre sino porque mientras más buscaba, menos encontraba.
—¿Sucede algo señor Kim? —susurró contra sus labios aquel hombre.
Jungwoo, que decidió descansar su frente en el hombro del americano, pensaba lleno de terror que aquellos labios no eran como los de anoche, que aquel dulce sabor no podía compararse con lo que percibió, que incluso si tenía su nariz cerca del cuello de Alan, no podía sentir ese perfume corporal embriagador.
Y Jungwoo no era tan idiota, la cercanía, la caricia de esa mano sobre su espalda y bajo la ropa NO era lo mismo. No fueron aquellas manos que lo acariciaron, no fueron aquellos labios que lo besaron, pero Lucas Wong fue enfático en decirle con asco que los había visto a ambos.
Ninguno de los marines se había enterado, mas solo el Sargento tenía información de lo sucedido ¿Cómo? ¡¿Cómo?!
—¿Señor Kim?
Una idea vaga y poco probable pasó por su cabeza. No era posible… esto tenía que ser una jodida y maldita broma.
Si no se había acostado con Alan Cooper (porque su cuerpo y su alma le gritaba que no fue así, porque no se acercaba ni un poco a lo de anoche) entonces…
¡Mierda!
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Nota autora: ohhhh ohhhh.
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