"Más allá del mar" Cap 11: Lección
- TrinidadVictoria
- 27 nov 2019
- 16 Min. de lectura

“¿Señor Kim?”.
La voz de Cooper llamó la atención a su lado recordando que no estaba solo, aún estaban aquí sobre el banquillo de piedra bajo la noche, un par de besos anteriores y una ansiedad carcomiendo su corazón.
Miró al marine y se sintió culpable, besarlo no le causaba nada y aquel acto para el americano podría haber significado algo más.
—Fue precipitado de mi parte besarlo señor Cooper —murmuró retorciendo los dedos sobre su regazo.
El otro levantó una comisura labial, no era una sonrisa sincera, sus ojos habían perdido un poco de brillo.
“¿Incluso después de… eso?”.
Alan Cooper creía que lo habían hecho, pero había un enorme detalle, aquel hombre no recordaba absolutamente nada de lo sucedido y Jungwoo sí, al menos la sensación de su cuerpo contra aquella piel, la de esos labios tomando el poder de su boca y la de esas enormes y posesivas manos moldeándolo con placer.
Y no era nada, absolutamente nada de lo que había tenido ahora.
“Solo necesito tiempo… lo que pasó nunca debió suceder, no ebrios, no cuando estamos en una misión de ayuda humanitaria”.
Asintió en respuesta a las palabras del intérprete. Alan también tenía que tomarse las cosas con calma y pensar muy bien en lo que había hecho, incluso si no lo recordaba, puesto que las consecuencias de que alguien más se enterara eran graves, no solo por la disciplina rígida, por el castigo ejercido contra tal acto sino porque sería objeto de burla y desprecio por parte de sus compañeros.
Él no quería dejar de pertenecer a la institución por su bisexualidad.
Después de unos segundos, el americano volvió a hablar.
—¿Entonces qué hará?
—Volver a la base militar, darme una ducha caliente, dormir en mi cama y empezar otro día, se quedarán dos subordinados haciendo guardia aquí —miró hacia atrás— solo que necesito un par de minutos, tengo que… cerciorarme que el sargento Wong esté en condiciones.
“Lo esperaré en la entrada, señor”.
Logró escuchar de su parte ante que se separan en el pasillo.
Jungwoo necesitaba alejarse de esto, tener su espacio, ordenar su cabeza y beber litros y litros de agua para no volverse loco, agua con sal de ser necesario.
Se acercó a la unidad de hospitalizados, cuya entrada era vigilada por Craig y Potz, eso decían sus etiquetas de uniforme. Estaban autorizados para estar en este lugar, la alianza de Grecia-USA debía mantenerse en todos los sentidos, las autoridades del hospital no estaban en contra de que un sargento fuera custodiado, al menos fuera de la unidad.
Ni siquiera preguntaron qué deseaba, era el intérprete con quien trabajan y quien los ayudó bastante la noche anterior en la festividad de Yerápetra. El señor Kim era de confianza.
—Caballeros —murmuró inclinando el cuerpo y entrando con calma.
Saludó a 2 paramédicos que rondaban con unos insumos médicos, avisó a la enfermera encargada
quién era y para qué entrada, era el intérprete que prestaba ayuda al gobierno americano.
“Puede pasar, pero puede que el señor Wong esté descansando, despertó durante la tarde”.
Una habitación para sí mismo, tenía suerte de que estuviera disponible como si el destino lo quisiera allí.
Con las manos sudorosas, el sireno apoyó su mano en la puerta para deslizarla y asomar el rostro, luego la cerró tras su espalda y se volteó hacia la cama.
Lucas Wong tenía una imagen tan extraña que no parecía él mismo ¿Dónde había quedado toda esa fortaleza que lo caracterizaba? ¿Y su pesado uniforme que le confería aún más cuerpo a sus músculos? O esa mirada dura, ese ceño fruncido, ese aire difícil.
En cambio, lo que tenía al frente era un hombre despeinado, con la mirada perdida hacia un mueble, con la luz de la lámpara sobre su rostro. Parecía alguien espantado, alguien que luchaba contra sus propios demonios.
—Señor Wong —murmuró. El aludido dirigió la mirada hacia él antes de sobresaltarse y acomodarse en la cama, del matraz de suero hacia la vía venosa, a ese hombre le estaban pasando medicamentos— supongo que se siente mejor.
—Puede irse señor Kim, no necesito su interpretación ahora, solo quiero dormir.
—Supongo que la intoxicación alimentaria solo es una extraña coincidencia —caminó la distancia que los separó, antes de sentarse al borde de la cama, antes de observarlo con el ceño fruncido. Lucas Wong estaba respirando casi superficialmente, como si quisiera eludir lo cerca que estaban— y… no tiene nada que ver con un impacto emocional, supongo.
¿Qué?
El americano se sintió cuestionado, los dolores de estómago y la fiebre no había sido algo como un invento, por suerte no había vomitado la comida, pero su cuerpo se sentía apaleado y desgastado.
Jungwoo estiró la mano para colocar dos dedos en su cuello. El pulso del marine estaba disparado hacia las nubes, estaba ¿Aterrado?
—Deja de tocarme —gruñó.
Aquellos ojos rasgados observaron en todas sus direcciones, con tal escrutinio que Wong sentía que su estómago se estaba haciendo añicos, que el dolor apuñalaba su abdomen y las náuseas, a pesar de los medicamentos, volvían a aparecer.
Y de pronto aquellos ojos rasgados se abrieron enormemente cuando fijó un punto en específico.
Lucas siguió la trayectoria de esa mirada que descansaba… en su hombro.
La indiscutible marca de una mordida estaba sobre su piel, una marca sutil, pero marca al fin y al cabo.
“A Jungwoo se le escapó un gemido cuando Cooper arrastró los labios por su cuello para chupar el sudor que tenía allí, se sintió bonito, se sintió cómodo y especial. Se sintió tan bien que después de un par de penetraciones más a la próstata, Jungwoo enterró sus dientes en el hombro de Alan y gimió bajito durante la explosión de su propio orgasmo”.
Asustado devolvió la mirada hacia Jungwoo en un intento inútil, porque cerró los ojos de inmediato cuando aquel hombre presionó suavemente sus labios contra los de él.
E incluso si apenas rozaban sus labios, el sireno sintió la bomba hormonal explotando en todas las direcciones de su cuerpo. Se dio el atrevimiento de desviar el rostro y arrastrar un poco la punta de la nariz por su cuello, captando aquel aroma único e inconfundible, el mismo de anoche.
—Suéltame —Lucas balbuceó aterrado ¿Excitado?
—Ha tenido el descaro de mentir de forma tan terrible, de amenazarme ¿Y no hacerse responsable de sus malditas consecuencias? —gruñó antes de levantarse, la ira estaba reemplazando las ganas de cualquier tipo de sexo— ¿Cree que no sé que… que fue usted con quien estuve?
—Que maldito puto asco, Jungwoo Kim, sigue soñando.
Aquel humano no lo sabía, pero un sireno, una criatura mitológica, era lo suficientemente receptivo para saber lo que sucedía. Aquel beso sabía cómo el de ayer y aquella piel olía tan jodidamente bien como anoche.
No se sintió ofendido en lo absoluto, no esta vez, porque la imagen de Lucas Wong despeinado, pálido y desesperado era suficiente para que comprendiera su situación.
—No sé qué hizo, no sé cómo llegué a la misma cama de Alan Cooper, señor Wong, pero amenazarme, poner la seguridad de una persona en el suelo porque usted es incapaz de asumir lo sucedido, jugar con mi dignidad exponiéndome a su subordinado… poner la tranquilidad de ese hombre en juego… —tragó saliva, no debía golpearlo ¡Estaba hospitalizado!— solo habla de lo oscuro y sucio que está su corazón, de la falta de sentido común, de la nula aceptación que tiene por lo que es.
—No soy un maricón —gruñó.
El sireno descansó la mano sobre las sábanas y sobre la entrepierna, estaba un poco duro o en camino a ello.
—Dígaselo a su cuerpo, dígaselo a la manera tan necesitada que me tomó anoche… borracho o no, lo hizo, no importa cuántas veces trate de negarlo ¿Creyó que no me daría cuenta? —tomó la barbilla de Lucas con fuerza, el americano gruñó— su acto de cobardía es suficiente, a partir de hoy no se atreva a estar cerca de mí, me limitaré a hacer lo justo y necesario que implique mi trabajo, mientras… mientras que puedo decir que si tuve algún respeto a su persona, este se perdió por completo —observó los labios de Lucas, se veían suaves, se veían tan atractivos que se odió a sí mismo por pensar eso— pero no se preocupe señor Wong, este maricón no tiene sus estándares tan bajos, no es de mi agrado… —sonrió sarcásticamente, casi se estaban besando de nuevo— por cierto… el señor Alan Cooper besa mucho mejor que usted y estoy seguro que en la cama lo superará también.
Lo soltó con desprecio antes de voltearse y salir de allí con la espalda erguida y la ira destilando por sus ojos.
No, no era verdad, Alan Cooper NO besaba mejor que él y estaba seguro que tampoco jodería tan bien como aquel canalla infeliz, pero mientras el Sargento no lo supiera podía dejarlo con su orgullo herido.
Realmente no le gustaba, no le agradaba y lo evitaría a toda costa cuando esta misión en tierra humana acabara ¿El elegido? ¿Lucas Wong? Por favor ¡Hazme reír maldito Poseidón!
Mientras tanto, Atenas.
Youngho Mosukouri no podía recordar la última vez que estuvo borracho, quizás fácilmente unos 10 años atrás, pero ahora lo estaba y no podía moverse porque un muchachito de 22 años estaba acostado sobre él, con el rostro sobre su pecho, el brazo alrededor de su cintura y la pierna derecha sobre las suyas como si él se tratara de un propio oso gigante de peluche.
Después de que le dijera que no creía en criaturas mitológicas, Mark Lee bebió tanta cerveza como pudo como si quisiera estar ebrio a propósito.
Le mostró su teléfono nuevo diciendo que su jefe se lo había regalado, les tomó un par de fotografías muy desenfocadas y lo incitó a jugar póker con unas cartas que el griego guardaba por si realmente se daba el tiempo para jugar solitario en las noches.
No recordaba la última vez que río, pero esta noche lo hizo, porque a Mark se le enredaba su propia lengua mezclando idiomas, porque sonreía como niño y porque a cada momento le fruncía el ceño acusándolo que hacía trampa en el juego.
Aunque hubo un instante en el que simplemente el muchacho simplemente se quedó dormido y si no hubiera sido porque Youngho tenía reflejos poderosos, el menor se habría dado de lleno contra la mesa de centro.
Lo observó atentamente. Mark Lee le parecía adorable dentro de su forma de ser, no lo conocía mucho, pero lo era y podía sentirse agradecido de que quisiera entregarle el libro esta noche, porque había reído, bebido y pasado una noche acompañado como nunca se lo permitía estarlo.
Incluso él mismo podía despertarlo, subirlo al auto y llevarlo de vuelta al hotel, pero estaba ebrio y después del accidente de hace 1 año era mucho más severo en cuanto a prohibirse estar tras un volante con una gota de alcohol en su sangre. Así que no tenía más remedio que permitir que el muchacho se quedara aquí esta noche.
El problema estaba en que estaban ambos en la sala de estar acostados sobre un sofá en una posición demasiado íntima para dos “desconocidos”. Youngho miró hacia el pasillo ¿Sería capaz de levantarse y llevar al muchacho a una habitación de huéspedes? Hizo el intento de moverse, pero su cabeza dio cientos de vueltas y el coreano sobre su cuerpo gimoteó abrazándolo aún más, como un bebé al que le era privado de sueño.
—¿Quién eres, muchacho?
Susurró observando sus pestañas y su cabellera oscura. Bajo su mejor razonamiento era sospechoso que no pudiera volver aún a Corea, si no mal recordaba alguna vez había dicho que todos guardaban secretos ¿Cuál eran los suyos?
Suspiró y cerró los ojos.
Por hoy, solo por esta noche, se permitiría romper su cuadrada y monótona vida rutinaria. ¿Cuál era el problema de no sacárselo de encima? Ninguno, solo se sentía demasiado mareado y perezoso para hacerlo él mismo, no era necesario pensar demasiado para eso, además… tampoco podía, terminó quedándose profundamente dormido como hace muchos meses no lo había hecho.
Afrodita, que los observaba invisible en su esencia en una esquina, miró con una sonrisa a Atenea.
El muchacho hace unos días les había pedido ayuda en el templo del Partenón y ellas cumplían.
Jueves 24 de octubre, 6 días después, Corea del Sur.
Con aquella mordida en su cuello terminó por darle la última “estocada” a la muchacha, la suficiente fuerza para que ambos acabaran en un orgasmo desgarrador, con una fuerza poderosa capaz de dejarlos jadeando y sudando como si hubieran corrido cual maratón.
Taeil se había escapado de su oficina para almorzar en su propiedad, lugar donde se encontró con su novia y donde no perdieron el tiempo en demasiadas palabras, el deseo carnal era más poderoso que otras cosas.
Ella boca abajo con las uñas enterradas en el colchón, él respirando contra la piel de su nuca aplastando su cuerpo delgado, ambos tomando un poco de aire, ambos con deseos de una segunda ronda.
Aunque eso no fue posible, sabía que tenía que cumplir deberes ineludibles, deberes que implicaban a Lee Donghyuck, parte de los grandes herederos de Samsung.
Después de ducharse y vestirse adecuadamente formal, sostuvo la mano de su novia para bajar juntos por la escalera de su penthouse, y aunque faltaban 10 minutos para la hora acordada no pensó que se encontraría con ese muchacho conversando entusiasmadamente con el señor Moon, su padre.
—Es así de sencillo según a los ojos de ustedes, pero en realidad implica demasiado, implica poner de tu parte humana que es la más difícil en un mundo llevado por la tecnología.
—Me gusta su mirada del mundo señor Lee, hace tanta falta un empresario así en estos días, aunque, por favor, permítame poner cierta duda respecto a ello, en el sentido que a veces en los negocios hay que ser un poco fríos, sino los negocios no prosperan.
—No es la visión de Samsung, por algo los estándares de calidad de vida de nuestros trabajadores son tan altos, soy… de la escuela de que las personas trabajan mejor en un clima laboral saludable ¿No lo cree?
Asintió pensativo.
—Señor Lee, tiene absoluta razón.
La muchacha le dio un breve codazo al costado de Taeil ¿Por qué se habían quedado espiando la conversación? ¿Tanto había que temer de ese muchacho de piel morena y voz suave?
El coreano tosió antes de terminar de bajar por los últimos peldaños de la escalera, su padre se paró y cuando Donghyuck volteó a verlo frunció el ceño con espesor.
Aquella mirada enfadada era la misma, solo que los atuendos y el peinado variaron con el tiempo.
Aquella mujer que se afirmaba de la mano de Moon Taeil era la misma por la que decidió ser un cobarde en Joseon. Esto tenía que ser una maldita broma de mal gusto.
—No soy un niño por el que deba venir a buscar, señor Lee —espetó el “mayor”.
—Deberías tener un poco más de respeto, Taeil, deberías saber con quién estás hablando —le respondió su padre.
Si pudiera ponerle una alfombra roja a un heredero Samsung, lo haría, él se lo merecía.
Taeil prácticamente gruñó mientras su novia ponía una mano en su pecho, antes de inclinar la cabeza a un costado y darle una mirada molesta a Donghyuck ¿Así que él era el hombre que quería humillar a
su chico?
—No se moleste en eso, señor Moon, solo quería asegurarme de que Moon Taeil viniera, las mejores intenciones vienen de parte de nuestra empresa —inclinó su cuerpo haciendo fuerza de su interior para no caminar y tirar el cabello de aquella perra. Sí, cúlpenlo por decirlo, pero no la quería cerca— esperaré allá afuera, muchas gracias por la hospitalidad.
Este era la propiedad de Taeil, sin embargo, el señor Moon había querido estar presente para asegurarse que las cosas anduvieran en orden. ¡Se trataba del mayor conglomerado de Corea del Sur!
Mientras lo esperaba dentro del vehículo, el sireno miró a través del vidrio de la ventana aunque no duró mucho tiempo, no soportó ver la manera en la que esa muchacha se empinaba en sus pies y se acercaba para abrazarlo por el cuello para besarlo.
Tenía que recordar la palabra venganza, venganza para que este plan funcionara, venganza por el daño que Taeil le habría infringido, venganza para mantener a Poseidón calmo.
Para cuando el aludido subió, Lee Donghyuck arrancó inmediatamente en el deportivo. Ninguno de los dos hablaba ¿Sobre qué lo harían? Moon se sentía suficientemente humillado por estar bajo su mando.
Miró de reojo, su piel escasamente morena contrastaba con la camisa blanca que llevaba puesta. Bien ¿Y a él qué le importaba?
—¿Qué piensas de los adultos mayores? ¿Tienes abuelos? —dijo de pronto.
Frunció el ceño y volteó a su lado.
—Solo tengo mis abuelas vivas, pero no soy un nieto cercano —tragó saliva— ¿Es esto relevante?
—Sí —espetó con una sonrisa— porque nos he anotado en un voluntariado por el día de hoy —sonrió con la comisura labial derecha— ayudaremos con la alimentación en un hogar de adultos mayores.
—Tiene que ser una broma ¡¿Qué tiene que ver esto con… el acuerdo de Samsung y nuestra empresa?!
Cuando frenó en un semáforo rojo, se volteó para mirarlo pensativamente, a tal punto que el humano no soportó la “inquisición”.
—Bastante, porque si fallas les diré a mi equipo y familia que los Moon son incompetentes en todos los sentidos, siendo así no firmaremos acuerdo, nosotros ponemos las reglas, no creas que no sé cuan necesitados están por esto.
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No iba a utilizar a humanos en condiciones frágiles para perversos fines, no quería que fueran un motivo de molestia para otros, pero el sireno creía que las “venganzas” podían tener distintos matices, a veces en forma de enseñanzas, cosas que beneficiaran a otros y en este caso lo haría de esa manera, porque aunque Dios padre no estaba de acuerdo, Donghyuck seguía creyendo que en el fondo de ese hombre tan superficial había un humano dispuesto a ser bueno.
—Puede, por favor ¿Dejar de derramar la comida?
Taeil le insistía a una mujer de 82 años en silla de ruedas que no tenía siquiera una dentadura postiza, para que comiera y no derramara la papilla por las comisuras labiales.
Tragó saliva un poco asqueado de la situación, con su mano temblando estiró una servilleta que utilizó para limpiar sus costados, esto era… humillante.
Miró hacia el lado ¿Cómo un hombre tan jodidamente rico podía estar tan contesto con esto? Lee Donghyuck estaba tarareando quien sabe qué cosa mientras cortaba la carne para un adulto, un adulto que sonreía mostrando sus dos miserables dientes amarillos.
—Pero que sonrisa más bella, de seguro tiene a todas las mujeres enamoradas en este lugar —dijo lleno de ternura dándole un codazo. El adulto… ¡Asentía sonriendo!— pues me alegro, comerá toda
esta comida y seguirá tan guapo como siempre.
—“Glacias señor Kim”.
Sí, el muchacho lo disfrutaba, como una especie de alienígena.
“Ahhh… Ahhh” se quejaba la adulta mayor a su cargo, estaba esperando que el jovencito guapo le estirara el tenedor porque sus manos estaban inhabilitadas de sostener un utensilio.
Suspiró y esta vez, tratando de tener más paciencia, llevó nuevamente la comida a su boca, suspirando aliviado cuando se la tragó de forma inmediata.
El ambiente olía a comida casera, desinfectante, perfume barato y a anciano, sí, a anciano, no sabía cómo describirlo, pero erizaba su espalda porque le recordaba lo frágil que era la vida, una vida a la que él no quería llegar, si tan solo pudiera posponerla por siempre lo haría.
Dejó la bandeja vacía donde correspondía y llevó la silla de rueda cerca de la ventana para que la anciana pudiera ver hacia afuera, como varios que estaban de esa manera.
—No es tan difícil, los adultos mayores son seres increíbles, llevan muchos años siendo testigos de cambios en este mundo —murmuró a su lado sobresaltándolo— supongo que no estás acostumbrado a ello.
—Nunca.
—¿Sabes lo afortunado que eres Moon Taeil? Tienes dinero, tienes el futuro asegurado en cuanto a eso, pero ellos —indicó disimuladamente— no… porque distintas circunstancias de vida los llevaron a estar acá —que frágil era la vida humana y por eso el sireno la admiraba tanto— ojalá dejaras de observarlos con… asco, porque si no cultivas eso que tienes al interior, cometerás los mismos errores una y otra vez y quien sabe, quizás incluso con todo el dinero del mundo nadie quiera cuidarte.
El coreano no sintió ira, sin embargo, se sintió ¿Perturbado? Se suponía que Lee Donghyuck iba a humillarlo por lo sucedido, lo arrastraría o lo retaría a pedirle perdón, pero estaban aquí, en un hogar para adultos mayores cuidándolos ¿Estaba jugando con su mente?
Siguió su figura enfundada en un traje costoso, que se sentó en el suelo al lado de muchos adultos mayores que esperaban que les leyera su libro favorito, uno que, antes de leer, le dio una mirada significativa, para luego tomar suficiente aire.
Taeil se sentó desconfiado mirando las superficies de esos muebles baratos, no podía irse hasta que él dijera que había terminado así que debía quedarse aquí, escuchando como ese hombre de piel morena les leía un cuento Disney.
“La sirenita”.
Heraklión, Isla de Cresta, Grecia.
Flash Back
Un analgésico, mucha agua y aún no sentía que el dolor de cabeza bajara.
Había bebido mucho en el festival y cuando se dio cuenta que no podía resistir más tiempo, se vino a la residencial donde había alcanzado a dormir 3 horas antes de despertar por la molestia que se propagaba por todo el cráneo. ¿Tan malo era para beber? ¿O estaba claro que desde su adolescencia no lo hacía?
Y por supuesto, si bebes mucho tiendes a ir al baño a orinar más. Su vejiga ¡Auch!
Se desplazó por el pasillo porque sabía que al fondo estaba el baño, tanteando las paredes fue que llegó a ella. ¿Encender la luz? No, le dolería aún más la cabeza aunque considerando que podía no darle al excusado… Demonios ¡Tuvo que entrecerrar los ojos!
—Al fin…
Podía numerar sensaciones placenteras y una de ellas, aparte de comer y tener sexo, era esto, ir al baño después de estar desesperado.
Lavó sus manos con calma, apagó la luz de adentro y después de salir al pasillo quiso caminar de vuelta a la habitación, pero no lo hizo, optó por quedarse escondido pegado en la pared cuando reconoció esas voces de personas que iban subiendo.
“Yo también estoy haciendo esfuerzos para no caer de borracho” susurró el americano.
Tragó saliva, la corriente eléctrica tiró de la parte baja de su vientre. Fueron subiendo poco a poco en la escalera y cuando estuvieron en la cima, allá dentro del pasillo de las habitaciones, Jungwoo apoyó su espalda en una pared.
—Entonces lo ayudaré a no caerse.
Para ambos, la visión de las cosas era borrosa, pero se reconocían por el tono de voz.
Cooper tragó saliva esta vez, dejando una mano en el botón desabrochado de ese hombre sensible.
“No me está ayudando en lo absoluto” susurró con dificultad, encerrando aún más el cuerpo del sireno contra la pared, luchando contra sí mismo y lo que no podía ser, lo que nunca debió ser.
¿Y si caía en la tentación? ¿Y si respondía a esa atracción cuando estaba cerca de su “profesor”?
“Por favor espere aquí, ne… necesito ver que no haya nadie en la habitación”.
Lucas sintió la figura de Alan pasar tan cerca suyo que dejó de respirar por unos segundos, mas, cuando se cercioró que había entrado a su habitación, levantó la vista hacia el frente. Él podía ver a través del pasillo, las cosas no estaban tan oscuras, la luz de la calle entraba por la ventana y daba algunos rayos hacia el suelo.
Jungwoo tenía la mirada perdida tratando de mantener el equilibrio, lo odiaba maldita sea, odiaba que ese cabello despeinado se viera bien en él, odiaba que tuviera la camisa un poco abierta exponiendo su cuello, odiaba su felicidad, su forma de ser ¡Maldita sea lo odiaba! Pero, a pesar del “rechazo” hacia su persona, si no lo socorría podía caerse por la escalera con peso muerto y herirse gravemente.
Decidido caminó hacia él, lo sujetaría de lado y lo llevaría a su habitación para que se acostara, pero antes de hablarle, el muchacho se lanzó a sus brazos ¡Y besarlo! No supo que hacer, se quedó tenso como una piedra negándose a sí mismo que su boca supiera tan… bien.
—Yo… yo lo siento señor Cooper, pero… pero pensé.
¿Cooper? ¿Alan Cooper? ¡Él no era Alan Cooper!
Enfadado lo empujó a la pared sujetándolo del cuello de su camisa para propinarle un golpe por… inmoral.
“Señor Cooper” gimió.
A la mierda, a la mierda… a la mierda.
Rápidamente lo sujetó de una mano para tironearlo hasta su habitación, la cual cerró con llave cuando llegó y a él, Jungwoo, a quien lanzó a la cama para que quedara boca arriba. Estaba aburrido, necesitaba darle una lección, sacárselo de la cabeza, darle al “maricón” lo que quería.
Pero no pensó que el juego tenía dos víctimas, que cuando se acercara a él recordaría la sonrisa con la que bailaba con los locatarios, sus mejillas sonrojadas y sus ojos brillantes, ni esos labios de melocotón, ni su altura o su piel blanca como la porcelana.
Apagó la única parte racional que le quedaba cuando enterró sus dientes en aquel cuello y se meció contra su entrepierna, maldita y delicia entrepierna.
Fin Flash Back.
Se frotó con más ira bajo aquella ducha de agua caliente, talló tanto su piel que esta se puso roja como si hubiera sido hervida.
Por supuesto que no había olvidado el peor error de su vida, por supuesto que ese momento lo perseguiría día tras día incluso después de ser dado de alta del hospital.
Se había intoxicado con comida, era cierto, pero gran parte de ese cuadro recaía en el hecho de que, después de tener sexo con Jungwoo Kim, tuvo un cuadro ansioso tan fuerte que no pudo evitar somatizarlo en su cuerpo.
Lucharía cada día por olvidarle, lucharía cada día evitar pensar en ello. Olvidar que le había sido infiel a su propia novia con un hombre.
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Amo. <3