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"Más allá del mar" Cap 18: La familia Mouskouri




“Estimado señor Moon Taeil:


Junto con saludar y esperando se encuentre en excelentes condiciones, le mandaba el presente mail para comunicarle que la reunión de hoy con el equipo de Samsung ha sido cancelada dada un evento fortuito.


De todas maneras, los inversionistas y ejecutivos respectivos de nuestra compañía ya han sido comunicados de la decisión, por lo que considero importante hacerlo con usted también.


El equipo de Samsung estará encantado de formar la alianza con la empresa del señor Moon, dado que cumple con los requisitos establecidos previo al acuerdo.


Dentro de los próximos días se citará una reunión entre ambos grupos para hablar sobre los detalles respectivos.


Agradeciendo su atención, me despido.


Atte

Lee Donghyuck.”


Había aceptado ¡El acuerdo con la multinacional estaba hecho! Pero… ¿Por qué razón no sentía la alegría que creyó que tendría cuando le dieran la noticia?


El mail se sentía tan insípido que cerró la aplicación de mail después de asegurarse que su padre y otros miembros del equipo tuvieran una copia. Con esto sumaba otra tarea importante en su historial de ganancias, aunque… sí, hubiese esperado que Donghyuck le dijera en una reunión lo que había hecho de bien para tomar finalmente la decisión de poner un sí al acuerdo de unión entre ambas partes.


El sireno por su parte, observaba la pantalla de su computador con los ojos llenos de lágrimas, gotas que caían una tras otra mientras más le diera vuelta a la realidad.


No podía vengarse de Taeil porque lo seguía amando como en el pasado.


A esta altura ¿Tendría sentido seguir viviendo en Corea del sur si no podía acercarse a él?


¿Tendría sentido seguir existiendo?


Bajó la pantalla del computador, lo dejó a un lado y abrazó una almohada para seguir llorando mientras su teléfono sonaba con el tono que había dejado para ese hombre, ignorarlo era fácil, mucho más fácil que intentar hablar con una garganta muda y caminar con unas piernas que no sentía.


Ahora se sumaba otra tarea complicada ¿Cómo podía fingir en el teléfono con sus amigos? Si les decía lo sucedido, abandonarían la tarea del destino asignado a ellos con tal de viajar para él como los guardianes que eran y, si decidía borrarse de la existencia, Poseidón podía causar una catástrofe de proporciones colosales.


Estaba atrapado.


Atenas, Grecia.


Ahora que estaba sobrio y consciente, debía sentirse repugnante el hecho de estar desnudo al lado de otro hombre desnudo, pero no lo hacía. La verdad era que se sentía muy bien estando de esa manera, tan íntimo y adecuado que la voz de su abuelo en la cabeza no tomaba el protagonismo de antes.


No es como si aceptara su homosexualidad de buena manera, pero Jungwoo era demasiado exquisito como para rechazarlo ahora.


Tal vez su silencio o la forma en la que respiraba, le hizo entender al muchacho que estaba pensando en otras cosas, cosas que parecía leer con la mente, tal como si tuviera aquel don o como si él, Lucas, se tratara de un libro con cubierta transparente.


—¿Se siente culpable o… asqueado? —dijo dubitativo, sus dedos acariciando el cabello húmedo del Sargento— puedo entenderlo si lo hace.


Lucas estaba con el rostro apoyado en su pectoral, abrazándolo, con la nariz pegada a su piel lechosa pudiendo tomar todo el aroma que su cuerpo emanaba y descubriendo que no era un olor desagradable, muy por el contrario, seguía oliendo como a melocotón.


La voz lo hizo sentir culpable que el muchacho creyera eso, pero no iba a culparlo, él se había comportado mal antes e incluso había jugado con su seguridad haciéndole creer que fue Cooper quién se acostó con él. (no, ninguno le contó la verdad al hombre).


—No, Jungwoo, ni lo uno ni lo otro —murmuró— se sintió muy bien —inclinó el rostro hacia la piel y depositó un beso en el pectoral, el sireno tembló, pero sin dejar de hacerle cariño en el cabello— por ahora mi cabeza no me está molestando, aunque como dije es algo con lo que tengo que seguir lidiando por mucho tiempo.


“Usted es mejor que todo eso que dijo su abuelo, usted vale por ser un ser humano, no por ser lo que etiquetan como gay”.


Había hablado con ternura y el americano lo percibió.


Levantó la cabeza para mirarlo con atención, incluso si estaba la habitación a oscuras con solo unas luces de afuera dando hacia adentro, podía sentir que sus mejillas estaban enrojecidas.


“Te hice daño y probablemente ni siquiera soy lo suficientemente bueno para ti, no lo suficientemente bueno para poder compensar el que pusieras en riesgo tu vida, aún tengo suficiente basura en mi cabeza”.


—Lo que hizo o lo que dijo solo fue un reflejo de sus propios miedos, yo le… gustaba de ¿Antes?


Cosa curiosa.


Lucas se acercó lo suficiente para besarlo mientras susurraba “labios irritantes”, luego besar ambas mejillas susurrando que también lo eran, al igual que los párpados o el puente de su nariz y también la frente.


Para el humano, decir que tenía una inconveniente apariencia irritante, era lo mismo que decirle que era tan hermoso como para que un hombre inseguro de su sexualidad no pudiera apartar la vista de él.


Si, quizás le gustaba de antes sin que lo supiera y por eso lo detestaba.


—Dame tiempo, Jungwoo, tiempo suficiente para luchar con mis problemas y no hacerte daño.


El sireno acarició su rostro con una mano, lo tenía encima, casi se estaban besando de nuevo, un deseo tan poderoso que aterraba.


“Yo no tengo problemas en lidiar con sus temores, señor Wong, pero no hablemos de tiempo cuando este apenas lo tenemos”.


Totalmente cierto.


Para cuando preguntó hasta cuando se quedaban en Grecia, se produjo un silencio breve. Realmente no había querido pensar en eso, porque el tiempo se acababa, los días pasaban rápido y no había forma alguna de alargar más esto.


Tragó saliva antes de volver a apoyar el rostro en el pectoral de Kim Jungwoo.


—Segunda semana de enero, viernes 10 de enero, ese día las tropas se retiran de Grecia —lo abrazó más fuerte— hay… hay algo que quiero decirte.


—¿Qué cosa señor?


Suspiró.


—No lo voy a hacer ahora, pero lo haré pronto… —tenía que decirle lo de la novia, lo sabía, pero sería un crimen arruinar un encuentro tan agradable con eso— solo espero que no me tomes como un monstruo, apenas estoy empezando a hacerme la idea de lo que soy realmente.


Jungwoo lo empujó para que quedara debajo de él, cortando sus palabras, evitando que se hundiera en una angustia que podía leer.


Se sentó en sus muslos y se inclinó hacia su cuello para besarlo mientras curvaba su trasero como si fuera un gato, un enorme gato de 1.80 metros y blanco como la leche.


Si quedaban apenas unas semanas para que se fuera ¿Acaso no debían aprovechar cada segundo de esto? Cada beso, cada caricia y cada jadeo era preciado como un tesoro.


Lucas apagó sus preocupaciones y enterró sus enormes manos en las nalgas para masajeárselas con calma y barrer también su espalda. Jungwoo Kim era exquisito, tanto que quería volver a enterrarse en lo más profundo de su amado cuerpo y provocarles a ambos un orgasmo arrebatador.


Sábado 21 de diciembre 2019, 10 días después.


Hace unos días atrás Donghyuck les escribió por la aplicación de chat que compartían, que su teléfono se había caído contra el suelo y que, si bien la pantalla estaba intacta, no podía hacer video llamadas o hablar porque el micrófono se había arruinado, razón también por la que no mandaba notas de voz.


Cuando le preguntaron qué vendría ahora que Samsung y la empresa de los Moon formaron la alianza, este explicó que aún buscaba la forma de seguir avanzando, pero que no se preocuparan demasiado de él, ellos tenían que enfocarse en sus propios destinos, no es como si el tiempo abundara para todos.


Siguiendo su consejo, hace días atrás, Mark habló con Jungwoo preguntando qué sucedería para navidad y, después de pensarlo lo suficiente, ambos decidieron que cada uno eligiera otro camino.


Como criaturas mitológicas tenían otra concepción del mundo y su lealtad y existencia estaba bajo la jurisdicción de otras Deidades, no celebraban la llegada de “Cristo” por ser hijo de otra entidad aún más “superior”, pero entendían la navidad y la importancia para tantos humanos ¿Podían estar ajenos a eso? No.


Jungwoo comería junto al cuerpo de marines americanos en una cena, mientras que el otro sireno, en ese momento, pensó que se quedaría acurrucado bajo una manta en la casa del señor Mouskouri viendo alguna película o, nadando en el mar para encontrarse a sí mismo.


Error.


Hace 5 días atrás, después de llegar del trabajo y cuando estaban cenando, Youngho Mouskouri presentó ante él pasajes de avión ¿Cómo podía dejar al muchacho solo en casa para estas festividades?


Su bondad no le permitiría aquello, menos cuando se estaban convirtiendo en cercanos, menos cuando su familia consideraba la llegada de ambos.


Sí, para los Mouskouri era todo un avance que su hijo tuviera un amigo ¡Tenían que conocerlo!


—¿Está nervioso señor?


La mirada de ese hombre, que leía un libro, se quedó en él por un par de segundos antes de asentir.


—Hace un par de meses que no los veo, hace un par de meses que no he podido abrazar a mi propio hijo, y ahora estamos a minutos de aterrizar en Alejandrópolis… —tragó saliva— es… tengo sentimientos encontrados.


¿Qué tan mal se podía ver si colocaba una mano sobre la suya para calmarlo?


Contuvo sus impulsos recordando que para el humano no era del todo aceptado el hecho de recibir consuelo, razón por la que cruzó sus propias manos y observó el paisaje bajo el avión, las nubes, el mar en el horizonte, los indicios de la ciudad comenzando a aparecer.


Él también estaba nervioso, por supuesto, iba a adentrarse en el mundo más íntimo de Youngho Mouskouri como un completo invasor, tendría otra perspectiva de ese hombre que poco a poco había mostrado unos matices más de emociones. Tenía que procurar saber qué decir para no arruinar nada.


El gran problema era que, incluso si habían ganado un poco más de confianza y dormían bajo el mismo techo, Youngho nunca había tocado el tema sobre el accidente de su hijo, nunca le había contado lo sucedido ni tampoco dónde se encontraba la mujer con la que lo tuvo.


—Si arrugas la frente así, te pondrás viejo más pronto —murmuró el hombre a su lado sacándolo de sus pensamientos.


Señor Mouskouri, no tiene realmente idea de cuan viejo soy en verdad” pensó mordiéndose la mejilla y relajando el semblante.


—Usted tiene 29 años, pronto a cumplir 30 por lo que tengo entendido, así que no se admire demasiado.


La sonrisa de labios sellados en ese hombre lo hizo querer golpearlo ¿Cómo podía sentirlo tan lejano y tan cercano al mismo tiempo? Sus barreras emocionales a veces se disipaban confiriéndole un toque más sensible, más cercano, pero otras se ponían tan impenetrables que sentía la superioridad que le

confería ser un referente de Grecia.


Volvió a mirar el paisaje sintiendo sus mejillas arder y su corazón querer arrancar de su pecho, sin darse cuenta que el griego frunció el ceño enfadado consigo mismo por sentir la tentación de llamarlo por su nombre y contarle algo. Sí, el secreto de que Mark iba a su cama prácticamente todas las noches, sonámbulo, para arrullarse sobre él creyendo que no pesaba nada y dormir abrazados.


Youngho lo aceptaba porque creía que de alguna manera el muchacho calmaba las preocupaciones de su interior, las que obviamente no conocía, porque quizás le faltaba afecto o calor, no porque le complaciera tenerlo entre sus brazos o porque lo disfrutara.


No, no.


¿No?


¿Entonces porque no le decía a Mark? ¿Por qué lo llevaba de vuelta a su cama en las mañanas cuando él se iba a trabajar? ¿Por qué quería mantenerlo en secreto?


Quizás se sentía demasiado avergonzado para admitir lo que sea que fuera.


13 hrs en punto fue la hora en la que el avión aterrizó.


—Aeropuerto Internacional de Alejandrópolis —(Alexandroupoli= Αλεξανδρούπολη) — hemos llegado.


—Lo sé —tragó saliva— es… yo… han sido unos meses lejos de aquí —se quitó el cinturón de seguridad en el momento preciso que se detuvieron, sus manos fueron muy torpes— ¿Vamos?


Mark ajustó una mochila a su cuerpo y junto al él esperaron su turno para poder moverse por el pasillo del avión y salir por la puerta de este, con calma y no adelantándose a nada.


El sireno realmente creía que Youngho estaba tratando de ganar tiempo. Lo tuvieron sí, cuando esperaron en el sector específico que las maletas pasaran por la cinta, al menos 20 minutos más.


El griego descendió la mirada a su teléfono y contuvo la respiración por milésimas de segundos.


—Le dije que podíamos irnos solos —meneó la cabeza antes de darle un toque al hombro del muchacho— mi papá nos está esperando aquí afuera.


—Señor —Mark lo sostuvo de la manga de su chaqueta para detenerlo— respire profundamente, todo… todo va a salir bien, son su familia y lo esperan ansiosos ¿Qué puede temer?


“¿Qué puede temer?”.


Sonaba tan simple y tan cierto ¿Qué podía temer de su propia familia? Absolutamente nada, Youngho en realidad tenía miedo de sí mismo porque sabía que volver a casa era volver a recordar, ver a su hijo era volver a sentir, porque si con una videollamada sus ojos se llenaban de lágrimas, en persona los sentimientos eran más fuertes y, porque no estaba tan seguro que su poder de represión a estos fuera fuerte como antes.


Miró los ojitos brillantes del muchacho y asintió.


Juntos caminaron llevando sus maletas tras ellos y luego de atravesar una puerta automática, el griego reconoció un rostro familiar de alguien que le sonreía abiertamente, ojos turquesa y cabello rubio con algunas canas en los costados.


—Papá...


´Dejó la maleta hacia un costado y lo capturó contra su cuerpo como si nada, incluso cuando casi eran de la misma altura.


El calor, el perfume y su tono de voz, lo había anhelado por tanto tiempo que tenerlo aquí se sentía irreal.


Mark observó la escena con timidez, creyendo que estaba interrumpiendo algo íntimo, como si su presencia estuviera fuera de lugar. El hombre acarició algunas hebras del cabello de su hijo antes de separarse y descansar las manos en los hombros.


—Youngho, sé que querías llegar solo a casa, pero tuve tiempo, no podía dejar que mi hijo se viniera desde el aeropuerto sin ser recibido por uno de nosotros aquí —asintió y miró al muchacho que sostenía su maleta con las mejillas enrojecidas— Tú debes ser Mark Lee ¿Cierto? —estiró su mano sonriendo con los labios sellados— Evander Mouskouri.


—Sí lo soy, amigo de su hijo —aceptó la mano y la apretó cálidamente— es un gusto conocerlo señor Mouskouri.


—El gusto es mío y también lo será de mi familia —indicó a su costado— por favor vamos al auto, llevaré tu maleta.


Por supuesto que el muchacho se sentó en la parte de atrás permitiendo que Youngho se fuera adelante con su padre, pero, si creyó que estaría en un mundo aparte se equivocaba puesto que el hombre, con un agrado y don de la palabra increíble, trataba de conversar cualquier cosa que pudiera involucrarlos a los 3.


De vez en cuando y sin que se diera cuenta, el griego miraba al muchacho a través del espejo al costado para cerciorarse que fuera bien, pero no tenía idea que su padre era muy buen observador y que, pequeños detalles, le hacían sonreír.


“Estos días serán muy buenos, nos encargaremos de disfrutar cada uno de ellos”.


Alejandrópolis era una ciudad costera, explicaba el señor Mouskouri, padre, y que Mark no debía sorprenderse de escuchar personas hablando turco porque estaban en la frontera con Turquía, o personas hablando búlgaro, porque también estaban al límite con Bulgaria.


Después de varios minutos, doblaron por un costado en la avenida y siguieron por una carretera local que se alejaba del centro de la ciudad para irse por el sentido contrario a la costa.


—Mi familia vive literalmente en un terreno bajo las faldas de un cerro, uno de los pocos sectores campestres que tenemos en este lugar —dijo Youngho inclinado hacia atrás para que Mark lo escuchara— dicen que es mejor que vivir en la ciudad misma.


—El silencio es agradable y terapéutico —murmuró Evander.


Mark apretó las manos en la zona de sus muslos, sobre su pantalón, cuando el auto atravesó unas puertas grandes de hierro negro que estaban sujetas a un muro.


Wow ¡Wow!


Había sonado modesto el como el señor Mouskouri describió el lugar, porque, sí, era mil veces mejor en realidad. Césped en grandes cantidades, un pequeño viñedo en el cerro, árboles, todo tipo de flores y, una casa de dos pisos color blanca y tejas marrones, muy bonita y enorme.


Quería sacarle una fotografía y mandársela a sus amigos, pero cuando bajaron del vehículo no alcanzaron a hacer mucho, el grito femenino rasgó el aire antes que pudieran comprender qué estaba pasando, aunque el grito se triplicó en un júbilo mayor.


Youngho se vio cayendo al césped con 3 muchachas de cabello dorado y ojos turquesa sobre él como una torre humana, tres muchachas que reían y parecía que lloraban al mismo tiempo.


Sus hermanas” pensó Mark mordiéndose la mejilla por dentro, la postal de unos hermanos felices, hermanos que se amaban como tales, aunque no compartieran la sangre.


—Dios, te hemos extrañado tanto.


—Hermanito ahhhh —sollozaba una tocándole el rostro completamente, el griego se dejaba observándolas con los ojos humedecidos— estás aquí al fin ¡Al fin!


Rascó sus brazos sin saber dónde dirigir la mirada para no interrumpirlos, tal cual como el abrazo con su padre. Incluso mientras veía lo “interesante” que eran sus propios zapatos, pensaba que había sido una mala idea venir.


Cuando pensaba que equilibrarse sobre sus pies era una bueno para mantener la postura, sintió que alguien tocaba su hombro con suavidad.


—Él es Mark Lee, chicas y espero lo traten con amabilidad, habla el griego tan fluido que no creerías que es coreano.


Una de ellas le dio un suave codazo a la otra mientras formaban una sonrisa. El parecido entre todas era increíble, sin embargo, no eran iguales.


—No creo que te acuerdes de mí, pero soy la persona que viste en la video llamada del museo, soy Evadine —no esperó que el muchacho dijera algo, lo abrazó y depositó un beso en su mejilla— gracias por aceptar la invitación.


Se acercó otra de ellas.


—Soy Selene y mi otra hermana es Isadora, me sumo a las palabras, de verdad es un placer tenerte acá.


Ambas también lo abrazaron y depositaron un beso, comprendiendo que era un gesto que algunos humanos tenían cuando eran cercanos a otros o de su consideración.


Aun así, no pudo evitar que sus mejillas se enrojecieran. No quería arruinar nada con su torpeza.


—Yo soy Mark, amigo del señor Mouskouri y… de verdad, gracias por recibirme tan bien, su casa es bonita.


La primera palabra que vino a la cabeza del griego fue “adorable”. No se suponía que la voz de un hombre de 22 años le pareciera tan bien, pero lo hacía, aunque no se daba cuenta que quizás lo estaba observando más de la cuenta, tanto que sus hermanas se miraron cómplices entre ellas conteniendo cualquier deseo de hacer un comentario que lo expusiera.


Papá ya llevó las maletas para adentro, vayamos nosotros también, mamá y Andreus los esperan a comer”.


El solo hecho de escuchar el nombre de su hijo lo puso en alerta, tuvo que tomar una gran bocanada de aire para alentarse a seguir caminando y atravesar la puerta principal.


El olor a comida en el ambiente, ese toque familiar, hogareño y cálido, provocaron un nudo en su garganta.


Estaba de vuelta en la casa que lo vio crecer desde pequeño, la casa con los recuerdos más bonitos de su infancia y parte de la adolescencia, el lugar donde decidió que su hijo tendría una vida mucho más acogedora que si se hubiera quedado en Atenas, una decisión dolorosa que lo mantuvo lejos de él.


Se detuvo cuando vio a su madre sosteniendo la silla de ruedas que desplazaba a Andreus en ella, detuvo su respiración y también cualquier movimiento de su cuerpo.


El niño, que miraba el vacío, levantó los ojos hacia Youngho y aunque este lloraba en silencio pensando que su hijo pudo haberlo olvidado, el pequeño pestañeó un par de veces antes de ponerse a llorar desconsolado.


—Babá… ¡Babá!


El griego prácticamente cruzó la enorme sala de estar en una sola zancada para agacharse y abrazarlo mientras lloraba en su cuello, a su manera y en su forma de ser, el pequeño Andreus lo reconocía, sabía que era su padre ¡Sabía quién era él!


Sus hermanas y padres taparon sus labios dejando que las lágrimas escurrieran sus rostros, la escena era conmovedora y también algo dolorosa.


Mark secó sus lágrimas y se retiró de allí sin que nadie lo notara, no porque alguien le hubiera dicho algo, sino porque la escena rompía su corazón y porque sabía cuánto ese hombre había esperado el encuentro con su pequeño, no era capaz de interrumpir a los Mouskouri en un momento tan íntimo, no con esto, no ahora.


Se sentó en el suelo, apoyó la espalda en el árbol más cercano y cerró los ojos concentrándose en su propia respiración como una técnica de meditación.


El viento del recién llegado invierno, acariciaba su piel, un viento que también lo hizo con el borde de su oreja susurrándole que lo estaba haciendo bien.


No supo cuánto tiempo estuvo así hasta que escuchó la voz de una mujer, una humana.


—¿Puedo ayudarte en algo, Mark?


Se paró en un solo movimiento antes de sacudir su pantalón y observarla con las mejillas enrojecidas.


Ni siquiera alcanzó a disculparse por la posición en la que lo había encontrado, ella lo abrazó con afecto para después besar ambas mejillas. Su perfume era exquisito y el aura que emanaba era igualmente agradable que el de los otros miembros de la familia Mouskouri, la reconocía por las fotografías.


—Soy la mamá de Youngho, Dione Mouskouri —le sonrió, sus ojos eran verdes y su cabello apenas tenía una que otra hebra color blanca dentro del rubio— es un placer tenerte en nuestra casa, pero ¿Puedo saber por qué estás aquí tan solo? ¿Te sientes mal?


Abrió la boca y la cerró un par de veces antes de encontrar las palabras adecuadas.


—No quiero que me malinterprete, señora Mouskouri, pero sentí que estaba de intruso en un momento tan especial como el encuentro de un padre con su hijo.


Ella negó lentamente antes de susurrar con la voz temblorosa: “Después de lo ocurrido, Youngho no tuvo amigos ni se permitió conocer otras personas fuera del trabajo, si él te considera como uno entonces realmente hiciste algo muy bueno ¿Cómo podrías ser un intruso para nuestra familia?”.


---


Cuando entró a la casa nuevamente, pudo ver al griego sentado en el sofá principal con su hijo acurrucado contra su pecho y los brazos alrededor de su pequeño cuerpo, las lágrimas seguían cayendo de sus ojos rasgados solo que ahora ocupaba sus labios para regar pequeños besos en la frente del niño.


Dione susurró tras él que iría a la cocina y que en breves minutos los llamaría a almorzar, quizás… ¿Quizás solo querían darle un momento a solas a su hijo y a su nieto?


Bien, él podía ofrecerse a ayudar con la preparación del almuerzo, pero cuando se volteó, la voz profunda de ese hombre bañó el ambiente.


—¿Puedo presentártelo?


Mark asintió rápidamente, aunque, sus pasos fueron lentos hacia el sofá para sentarse en el lado que Youngho le indicaba.


—Pensé que me había olvidado, pero… me reconoció y… lloró, lloró por mí —las lágrimas volvían a salir— me dijo papá, él… con su discapacidad intelectual, me reconoció —tragó saliva repetidamente bajando la vista al niño— hijo, mi amor, he traído un amigo ¿Puedes mostrarle tu rostro? Quiere saludarte —se hundía más en el pecho contra su padre— cariño…


El sireno colocó una mano sobre la del griego para hacerle entender que no podía forzarlo a nada, era un desconocido, por supuesto y ante todo cualquier tipo de niño se sentiría cohibido ante una presencia así.


—Andreus, hola Andreus, soy Mark, soy… amigo de tu papá.


El niño se removió con cuidado y quitó las manos de su rostro, pero su característica mirada perdida y la falta de reacciones ante su entorno pasaron a segundo plano. Aquellos ojos levemente rasgados se fijaron en los de Mark Lee, tomando un brillo lentamente como la sonrisa que formaba en sus labios.


Como si estuviese cobrando vida de alguna manera.


—Eres el niño más lindo que he visto alguna vez —susurró y no estaba mintiendo, realmente lo era. Sus ojos, sus enormes pestañas, la dulzura y la inocencia de su mirada, su pequeña y torcida sonrisa. El sireno sintió que su corazón se llenaba de amor— me llamo Mark.


—M… Ma… ”Madk”.


Youngho sintió su corazón volverse loco ante el flujo emocional que estaba viviendo, pero no era el único, las hermanas de este que habían regresado disimuladamente a la sala de estar, observaron con la boca abierta de ida y vuelta entre su sobrino y el muchacho que sostenía su mano.


Si Mark Lee no era especial ¿Entonces qué?


—Su hijo realmente es hermoso señor Mouskouri —se secó las lágrimas para mirar al griego— me alegro que pueda volver a verlo ¿Ahora le queda alguna duda de que lo ama? —sonrió para padre e hijo— las emociones que brotan de un niño son puras y reales, no vuelva a pensarlo dos veces.


Gracias” fue todo lo que el griego pudo decir mientras cientos de preguntas asaltaban su cabeza. Si los niños reaccionaban con espontaneidad, entonces ¿Por qué Andreus respondía de manera tan favorable con un hombre que veía por primera vez en persona?


El mismo hombre que lo hizo reír después de mucho tiempo a través de una video llamada.


Los padres de Youngho rompieron aquella burbuja y su trance cuando se asomaron para decir que la comida ya estaba servida.


Mark ayudó al señor Mouskouri a sentar al pequeño en su silla de ruedas antes que padre e hijo fueran al baño más cercano para lavarse las manos.


—Tengo la sospecha que tendré que agradecerte por muchas cosas mientras estés aquí —Evadine, una de las hermanas, murmuró a su lado con una sonrisa cálida— hay otro baño, por el fondo de ese pasillo por si quieres ocuparlo, te esperaremos en la mesa.


---


Siguiendo las instrucciones de la muchacha, Mark caminó con la intención de lavarse las manos y el rostro, no quería ser el foco de atención por sus ojos rojos ni mejillas sonrosadas, bastante tendría que concentrarse para no ponerse nervioso.


¿Nervioso de qué si eran personas tan dulces que lo recibían como si lo conocieran desde siempre?


Encontró el baño que Evadine había mencionado, muy amplio y decorado con el puro estilo de una familia griega. Se acercó, llenó sus manos con agua y lavó su rostro un par de veces hasta que sintió que se veía más o menos “normal”.


Se veía, porque por dentro su corazón seguía latiendo como si hubiese trotado alrededor de la casa.


¡Había visto al señor Mouskouri en su estado más frágil y emocional desde la primera vez que se conocían! ¡Estaba en lo más íntimo de su círculo!


“Gracias mi señora Afrodita” susurró.


Luego de secarse con una toalla salió de allí cerrando la puerta tras su espalda, iba a seguir derecho de vuelta por el pasillo hasta encontrar su propio camino hacia lo que suponía era el almuerzo en el comedor, pero la puerta abierta a su lado derecho captó su atención.


Inocencia, calidez, perfume de niño, colores vivos.


Asomó con disimulo la cabeza, aunque luego entró completamente porque entendió que era la habitación de Andreus, porque veía el oso con el cual el niño dormía pensando en su padre.


Miró hacia atrás, no había nadie.


—Solo es curiosidad.


Los rincones, las paredes pintadas y decoradas con dibujos animados y animales, la alfombra y los muebles, todo estaba tan en perfecta armonía que hubiera deseado ser niño humano para estar en ella.


No había indicio de algo que le dijera porque esa noche se había sentido tan aterrado por su seguridad cuando dormía en calma, ningún rincón, nada.


Avanzó hasta la cama para sostener el oso y olerlo, un enorme oso de peluche.


—Tiene el aroma del señor Mouskouri… —susurró— él piensa en su papá.


Cuando se agachó a dejar el objeto donde estaba, vio de reojo una mesa con hojas esparcidas sobre ella, con lápices de colores aleatorios fuera de su caja, con evidencia de que Andreus, a pesar de su estado, aún podía dibujar cosas.


Aunque la sonrisa de ternura se perdió completamente cuando se dio cuenta que el único dibujo terminado sobre la superficie se trataba de una criatura mitológica, una criatura que había dibujado con mucho esfuerzo y bastante bien para su edad.


Nada más ni nada menos que... un sireno


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Nota autora: Los niños ven lo que los ojos de los adultos ignoran

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