"Más allá del mar" Cap 22: Dejar ¿Ir?
- TrinidadVictoria
- 26 feb 2020
- 18 Min. de lectura

4 de enero 2020, 2 días después, Alejandrópolis, Grecia.
“Iremos de compras, ustedes pueden aprovechar de pasear ¿No lo creen? Nos encontramos a las…” dijo Isadora con la ceja alzada para su hermano mayor, mientras sus hermanas asentían rápidamente para dar fe que era cierto, irían a “una salida de chicas”.
Youngho sintió que sus mejillas se sonrojaban porque las conocía y sabía sus intenciones, le estaban dando la oportunidad para dejarlos “a solas”, salvo por un detalle… no dejaría a Andreus de paseo con ellas, necesitaba aprovechar cada segundo con su hijo, pronto volvería a Atenas.
Las muchachas se perdieron entre el montón de gente del centro comercial, mientras que Mark sonrió disimuladamente dejando que sus pómulos se destacaran más. Con atención de reojo vio como el señor Mouskouri tomó la silla de ruedas de su hijo por detrás para llevarla, aunque no pensó que una suave presión se sintiera en su mano derecha, lo que por supuesto llamó su atención.
Al bajar la vista pudo ver como Andreus lo sostenía, el niño no lo estaba mirando, pero ponía todo lo que su fuerza le daba para mantenerlo cerca.
—¿Le incomoda si caminamos así, los tres? Me… Andreus me ha tomado la mano.
Youngho se limitó a negar con el rostro antes de mirar al frente y empezar un paseo por un parque cercano al centro comercial, uno donde los turistas tomaban fotografías. Estaba haciendo un poco de frío y aunque estaban en pleno invierno, el césped estaba verde, habían flores bien cuidadas y se respiraba un aire familiar.
Niños corriendo felices tras otros, padres observándolos con orgullo, parejas conversando apostados en bancas de madera y ellos 3 unidos como uno más del montón.
Desde esa noche en la que se confesaron que se gustaban y en la que compartieron su primer beso, es que las cosas se habían vuelto un poco extrañas entre ambos, había mayor timidez, les costaba observarse fijamente a los ojos, se sonrojaban con mayor frecuencia y trataban de actuar como si nada hubiera pasado, salvo por un pequeño detalle, guardaban un deseo innegable de tener la oportunidad para volver a dormir juntos y poder besarse en el proceso.
No lo hacían, no, se sentían muy tímidos para ello.
“Mira, que linda familia, los abrazaría si pudiera” escucharon que una muchacha decía tiernamente en inglés cuando pasaba cerca. “
Mark no se estaba viendo a un espejo en este momento, pero sabía que estaba roja y que le sudaba la nuca, algunas personas los observaban disimuladamente mal, una mirada que no juzgaba de forma negativa.
—Señor Mouskouri, si se siente incómodo con la atención, puedo apartarme de ustedes…
Cuando dijo aquello, los ojitos brillosos de Andreus se movieron a su dirección, y aunque no estaba hablando, la forma en la que ponía sus labios como un puchero fue suficiente para decirle que no lo hiciera.
—No sé lo que haces Mark, pero definitivamente significas algo para mi hijo —se detuvieron, aquel hombre bajo su chaqueta de cuero se veía más atractivo de lo normal, por lo que cuando decidió mirarlo fijamente se sintió más bien como un ataque al corazón— parece más alerta, ha reído más, incluso ha hablado un par de frases... ¿Crees que me siento incómodo con que por voluntad propia te haya sostenido la mano? —El sireno contuvo la respiración— si ya sabes mi respuesta, entonces no hagas ese tipo de comentarios… —mordió su labio inferior al mismo tiempo que sus mejillas tomaban un color rojo como las de él— me encanta que mi hijo te quiera tan cerca.
Andreus miró a su padre y dio una pequeña risita torpe, como un cachorrito entusiasmado, como un ángel que, a pesar de estar preso por una discapacidad intelectual, luchaba por manifestarse como pudiera.
Siguieron caminando hasta llegar al paseo al lado del borde costero, donde las flores y los árboles le daban un aire aún más acogedor.
Mark observó el oleaje que chocaba tras las rocas, luchando contra el deseo de correr y lanzarse al agua para nadar en ella como la criatura marina que era. El aire con un toque salino, ese llamado y susurro que solo él parecía escuchar, era difícil negarse a ser quien era en realidad.
—¿Te sucede algo, pequeño?
Youngho tocó su hombro, solo en ese momento Mark se dio cuenta que tenía los ojos húmedos y que no podía pasar desapercibida la angustia en su rostro.
Angustia de extrañar su verdadero ser, aunque estando parado en tierra firme observando a esos dos hombres humanos, uno grande y otro pequeño, todo valía la pena.
—Es… es solo que… pensé en Andreus —indicó con su cabeza hacia el mar— en estas aguas él cayó
¿No?
—En las aguas de esta ciudad —apretó las manos con mayor fuerza en la silla de ruedas— es… es por eso que yo… no puedo estar cerca del mar, le tengo miedo, le tengo rechazo —tomó una gran bocanada de aire— casi se llevó a mi hijo.
Él no lo sabía y aun así Mark no pudo evitar que le doliera el estómago escuchar sus palabras. Estaba rechazando el mundo al cuál el pertenecía. Si lo rechazaba ¿Acaso no lo rechazaría a él también?
“No debería pensar de esa manera, estoy… estoy seguro que el mar debe amar a su hijo ¿De qué otra manera se lo regresó vivo?”.
Youngho tensó la mandíbula.
—Hablas como si el mar fuera un ser vivo… —negó con la cabeza— hechos Mark, yo creo en hechos y no cuentos… mi hijo cayó desde muchos metros al mar, el agua, la falta de oxígeno y otras cosas lo dejaron como está.
—Perdóneme por ser un soñador entonces.
Se volteó para observar el oleaje. Tenía el nudo en su garganta mientras seguía luchando contra todo tipo de pensamientos tristes. El señor Mouskouri hablaba desde la ignorancia, porque, como todo ser humano, no tenía cómo saber que toda la mitología griega era real, las sirenas eran reales, él, Mark, era uno de ellos, un sireno enamorado de un humano con un corazón herido.
—Madk! —insistió preocupado Andreus, sosteniendo su mano— Madk, “sienas” … “sienas” me “gutan”, “sienas” nadan allí.
Como si hubiese percibido su angustia, como si el pequeño hubiese querido decirle a su manera que él creía en sus palabras. No había discapacidad intelectual que pudiera interponerse al deseo más puro de un niño de 4 años.
“Gracias” le susurró a Andreus con un nudo en la garganta.
El griego sabía que lo único que su hijo podía dibujar con claridad eran figuras de “sirenas masculinas” ¿Había visto alguna película? ¿Había escuchado algún cuento? ¿Eran remanentes de su vida antes del accidente?
Pero solo eran pensamientos y fantasías de un pequeño. Para cosas fuera de lo común y con todo lo que le había tocado vivir, no podía permitirse aferrarse a lo que no existía.
“¿Continuamos paseando?” murmuró Mouskouri un poco incómodo ¿Por qué se sentía el malo del paseo?
Siguieron caminando en silencio, escuchando las gaviotas, las olas romper en la orilla, los niños riendo, como si el ambiente terminara por amenizar cualquier tensión con cada minuto que pasaba.
—¿Quieres un helado, Andreus? —dijo el muchacho observando el horizonte, aunque ante el silencio y la falta de cualquier gesto que hacía el niño siempre que le hablaba, se volteó hacia su lado— ¿Andreus?
Se giró hacia ambos lados, ni siquiera tenía la silla de ruedas a su lado. Tuvo que girarse sobre sí mismo hacia atrás para darse cuenta que el señor Mouskouri estaba parado unos pasos más lejos, sujetando el medio de transporte de su hijo con los brazos tensos, la barbilla temblando y los ojos alerta.
Preocupado dio unos pasos hacia él, aunque se detuvo cuando se percató que no era una reacción al azar… 2 personas estaban paradas frente a ellos y, al juzgar desde atrás por la posición de sus hombros, podía decir que se sentían de la misma manera.
—Ha sido un tiempo… —murmuró Mosukouri con la voz temblando— Cómo… cómo se…
Fue interrumpido por el hombre.
—Espero no hagas una pregunta de cómo nos hemos sentido, porque es lo más absolutamente patético viniendo de tu parte, Youngho Mouskouri.
El tono de voz cargaba un resentimiento tal que incluso el propio Mark sintió escalofrío, pero no, él no era el protagonista de este momento, no podía quedarse pensando en cómo su cuerpo reaccionaba cuando podía ver con claridad el cómo esas palabras le afectaban al griego.
No dudó más en caminar con lentitud y pararse a su lado.
Las personas que estaban frente a él ni siquiera miraron en su dirección, estaban más enfocados en observar a Youngho como si la ira pudiera salir de los ojos en forma de rayos o, algo más realista… como si estuvieran sintiendo un enorme dolor dentro de su corazón.
Eran un hombre y una mujer, uno de ojos verdes y ella de ojos azules, ambos de cabellos rubios con escasas hebras blancas a los costados, personas de facciones realmente bonitas que se sostenían de la mano como la pareja que eran.
—¿Qué necesitan que haga? No hay día que no me acuerde de Nicéfora.
Los abuelos maternos de Andreus, los padres de aquella mujer que había muerto trágicamente en un accidente automovilístico en las circunstancias anteriormente dichas.
—No habrá nada que nos regrese a nuestra hija, absolutamente nada ¡Nada! —expresó colérica aquella mujer— no sé cómo tienes el descaro de venir a Alejandrópolis sabiendo que ella perdió la vida en esta ciudad —apuntó al niño en la silla de ruedas— y dejaste a nuestro nieto convertido en esto.
“Esto”.
Youngho frunció el ceño tanto que pequeñas marcas se hicieron a los costados de sus ojos rasgados, podía soportar a duras penas recibir las palabras de dos padres heridos por la muerte de su hija, pero no iba a pasar por alto que su hijo fuera blanco del resentimiento de ellos.
Antes de moverse, Mark lo había hecho ¡Había olvidado que el muchacho estaba cerca!
—¿Esto? ¿Ha dicho “esto”? —gruñó.
—La conversación no es contigo, quien sea que seas, así que no metas tu nariz en esto.
—Me involucraré tanto como quiera en cuanto crucen la línea, le están faltando el respeto al señor Mouskouri —apretó la mano del niño que observaba todo con la confusión de un infante perdido— le están faltando el respeto a Andreus ¿Y pretenden que me quede viendo sin hacer algo?
El hombre levantó la mano y apuntó decidido a Youngho, que parecía una persona debatiéndose entre el sufrimiento y la molestia.
“Si conoces a este hombre, entonces sabrás que por su culpa nuestra hija falleció… una mujer hermosa y llena de vida que perdió el control del volante porque tenía el corazón roto ¡Porque el hombre que seguía amando era gay! Y… y un niño que tenía un futuro prometedor, un niño encantador quedó convertido en alguien que no puede caminar y que ni siquiera sabe dónde está existiendo, ese no es mi nieto, ese no es mi Andreus” escupió lleno de dolor y con la voz quebrada.
No se habían visto desde aquella vez en la que exigieron saber qué había pasado con la muchacha y los momentos previos al accidente, un momento en el que Youngho fue honesto diciendo el cómo y por qué habían discutido,
Ellos eran de Alejandrópolis como también lo era la familia Mouskouri, pero ¿Por qué dentro de tantas personas tenían que coincidir?
El griego se puso por delante y lo sostuvo por las solapas de su abrigo, era solo un poco más alto que el padre de Nicéfora.
—Y mi hijo no va a ser su nieto mientras lo vea de esa forma ¡¿Cómo puede referirse a él como si fuera una cosa?! ¡¿Tiene menos valor por su discapacidad intelectual?! ¡¿Qué quiere que haga para que sepa que sigo lamentando la muerte de ella?!
Y estaba llorando, llorando de ira, llorando de miedo, llorando porque esa herida no podía ni cerraría jamás.
“Babá! Babá!!” explotó Andreus en la silla de ruedas mientras lloraba asustado.
Mark caminó para interponerse entre ambas figuras, no era lo suficientemente alto, pero podía utilizar la gran fuerza que poseía para evitar que se trenzaran a golpes.
—Basta… basta ya! —miró los ojos de ese hombre, estaban húmedos— no pueden llevar una conversación así en la calle, no le hace bien a nadie —tragó saliva, los otros respiraban agitados— y por último, si quieren sacar su odio y dolor a flote, no lo hagan frente a Andreus —miró a la mujer que lloraba en silencio y luego al hombre— él podrá tener discapacidad intelectual, pero lo escucha todo… y lo entiende todo.
El sireno caminó con cuidado a la silla de ruedas para agacharse y dejar que el pequeño lo abrazara desesperado mientras gritaba y lloraba, como si fuera su escudo protector o su pañuelo de lágrimas.
Inmiscuyó sus dedos en su cabellera y lo acarició en forma de círculos mientras le susurraba en la voz más suave que podía, que era el niño más hermoso que había visto, que era el tesoro más valioso y que tenía muchas personas que lo amaban. Incluso se atrevió a decirle que el mar también lo hacía porque lo había salvado de la muerte, que las sirenas como él lo guardaban en su corazón.
Andreus respiró por su boca un par de veces hasta que el ritmo se volvió normal, ya no había odio en el ambiente o tensión que lo hiciera sentir en peligro, solo calma y una sensación de seguridad como aquella vez… sí, como aquella vez.
Mark se separó solo un poco, dándose cuenta que los padres de Nicéfora se habían ido y que Youngho lo miraba con sus ojos derramando lágrimas.
—¿Soy un mal papá? —movió los hombros— ¿Es mi culpa que mi hijo esté así?
Mark sostuvo su mano y lo incitó para que se agachara con lentitud. Youngho lo hizo, se agachó frente al pequeño, pero sin ser capaz de observarlo directamente, no podía soportar que el niño tuviera sus ojos o nariz enrojecida.
“Si usted fuera un mal padre, Andreus no lo miraría con la fascinación que lo hace todo el tiempo”.
El niño murmuró papá en griego antes de estirar sus manitos retorcidas para acercar su rostro y darle pequeños besos en la mejilla de la manera en la que podía hacerlo.
—Perdona a papá, por favor perdónalo —murmuró Mouskouri— perdóname por no ser lo suficiente para ti.
Mark se paró para que ambos tuvieran su momento a “solas”, se volteó para observar el mar y el oleaje. El tiempo se iba a acabar, ellos volvían a Atenas la próxima semana y tenía miedo de que la “separación” fuera más dolorosa de lo que pudieran tolerar, peor, temía porque sentía que debía cuidar al pequeño Andreus de algo malo, algo para lo que no estaría a su lado.
Atenas, Grecia.
Su cabello cayendo con suavidad sobre su frente mientras hablaba entusiasmadamente, la forma en la que sus cejas se fruncían de vez en cuando al explicar algo a uno de los uniformados, incluso sus adorables dientes que le recordaban a un conejo. Sí, Kim Jungwoo era alguien capaz de tenerlo así quieto mientras lo espiaba desde lejos para admirar cada uno de sus detalles.
Se enderezó e inspiró profundamente antes de entrar al comedor de la base militar y ver como todos, incluso él, se paraban erguidos y hacían el saludo marcial.
—Necesito que me escuchen, porque he llegado de la reunión con… —mientras hablaba evitaba mirar a Jungwoo a la cara, realmente costaba hacerlo, era el hombre más lindo que había visto alguna vez— … y la situación en nuestro país es complicada.
Donald Trump había dado la orden de asesinar al comandante de la Fuerza Quds de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica, Qasem Soleimani, lo que ponía en tensión al mundo entero ante la posibilidad de que la guerra se desatara no solo entre USA e Irák sino que involucrara a más naciones.
Lucas Wong como Sargento del escuadrón, había tenido una reunión para ser informado de la situación desde el punto de vista militar y tras 3 horas de un intercambio de información e ideas, se llegó a un consenso desde Estados Unidos.
“Dado que ya terminamos la misión de ayuda humanitaria en Grecia, no supone ningún problema, pero es imperativo que todos los escuadrones que quedan en este país regresen el día de mañana con los aviones que están dispuestos para nosotros. Hay orden de acuartelamiento”.
—Entendido Sr. Wong!
—Mañana dejamos la base militar a las 8 am, todas sus pertenencias tienen que estar listas en 1 hora sobre sus camas, pasaré vigilando… ¿Señor Cooper?
—Si señor!
—Encárguese de ver que sus compañeros se dirijan a sus habitaciones para eso ¿Señor Kim? —el sireno solo lo observó haciendo un sonido afirmativo— necesito que vaya a mi oficina ahora, su trabajo como intérprete finaliza mañana.
Todos vieron como la figura de Jungwoo Kim rodeó la mesa en la que se encontraba y caminó totalmente derecho detrás del sargento, con una expresión de piedra como si alguien se hubiera robado las sonrisas que había formado hace unos instantes.
En silencio avanzaron por los pasillos hasta la oficina que Lucas ocupaba, el sargento giró la llave y se hizo a un lado para que el otro entrara, su mano temblando en el picaporte, la garganta formando nudos.
Una vez dentro, el sireno buscó la silla delante del escritorio y se acomodó sobre ella, la espalda y los hombros tensos, la respiración tan lenta como podía tenerla.
—La cosa es así, Jungwoo, mañana en la mañana tenemos que irnos de este país, 6 días antes de lo pensado.
El otro sonrió apenas.
—Es lo que debe hacer, señor Wong, ustedes trabajan en un sistema piramidal, su país lo necesita —miró a su alrededor— Grecia está mejor ahora, no puede hacer esperar más a su nación.
Dejó de apoyarse en la puerta y rodear el escritorio para sentarse en el asiento de cuero principal como el jefe de una empresa.
El silencio que se había formado en esa oficina era incómodo, un silencio tal que incluso los pasos de una hormiga sobre la alfombra se escucharían en un gran eco. Estaba observando fijamente al “griego” y aun así este miraba sus manos con “calma” ignorando su presencia.
—¿Estás hablando en serio? Eso… ¿Eso es todo lo que tienes para decirme?
La sonrisa y la mirada que le daba podía engañar a cualquiera, pero no a él, no a un hombre que sabía leer el lenguaje corporal de las personas.
—¿Qué más quiere escuchar de mí, Sargento Wong? Estoy muy agradecido por el trato que me dio el gobierno americano y la manera en la que sus hombres cambiaron en la forma de pensar, pero esto era algo que debía ocurrir… incluso véale lo positivo, evita alargar algo que sí o sí sucedería —estiró la mano como si cerrara un contrato— me quedaré con los mejores recuerdos señor Wong, su ayuda, la de su escuadrón y la de los demás, ha sido vital para restaurar a mi país. Siga dando el ejemplo y por favor protéjase de lo que viene… y no se preocupe por los detalles de la finalización de mi contrato, los tengo bastante claro.
Iba a llorar, lo podía sentir en su garganta y el ardor en los ojos ¡No!
Se paró para salir por la puerta de la oficina, pero fue inútil, la fuerza de Lucas Wong pareció succionarlo para girarlo y dejar que hundiera el rostro en la curvatura de su cuello. Se impregnó inmediatamente de su perfume y del calor que su cuerpo emanaba a través del uniforme, la mezcla fatal para alguien que no quería terminar llorando frente a él.
“No pretendas que estás bien, porque sé que no lo estás” susurró.
—No quiero llorar, no quiero que sepa que me duele dejarlo ir —balbuceó sollozando, sus largos brazos rodeando esa figura tan alta como él— no se supone que lo sepa.
—Jungwoo Kim —sostuvo su nuca y lo incitó para que se separara un poco, sus mejillas estaban marcadas con rastros de lágrimas— ¿Crees que es fácil dar este tipo de noticias con un rostro de piedra? —con la yema de su pulgar derecho, tocó con mesura la superficie húmeda de su piel— me duele las entrañas pensar que mañana estaré tomando un avión para ir al otro lado del globo, cuando lo único que quiero es tenerte entre mis brazos y observarte hasta que la voz de culpa y homofobia desaparece de mi cabeza… cuando lo único que quiero es besarte una y otra vez mientras escucho la manera en la que suspiras de placer —juntó su frente con la del otro— no quiero dejar ir al único hombre que hace que las cosas se sientan correctas y sinceras, pero ¿Qué puedo hacer?
Asintió dejando que las lágrimas salieran nuevamente. Odiaba ser tan sentimental y tan débil con las cosas que respecta al amor, imposible no serlo cuando era su rasgo predominante en la personalidad.
“No se suponía que debía decirle adiós tan pronto” susurró.
—Mejor ve a arreglar tus cosas ¿Sí? —negó ante la “orden” — ve, precioso… ¿Te parece vernos en 2 horas más en mi habitación?
Asintió antes de soltarse del cariño, voltearse y salir de allí.
Hubiera sido más fácil si continuara comportándose como un troglodita, un idiota homofóbico, alguien que quisiera mantener lejos y de quien sintiera un alivio por terminar este trabajo. Pero no ¡El señor Wong no era el mismo de antes!
Se dirigió directamente a su propia habitación porque era el único lugar en el que, dentro del baño personal que este contenía, podía llorar sin ser cuestionado.
Tomó su teléfono, miró la pantalla y buscó de inmediato el nombre de quien podía ayudarle en este momento
Alejandrópolis, Grecia.
“Buenas noches, mi amor” dijo su madre antes de besar su frente, luego de corroborar que todo estaba bien con él.
No había querido decirles a sus padres del encuentro con los de Nicéfora, pero su rostro no estaba ocultando la preocupación y la angustia que llevaba dentro, aún más, cuando se reunió con sus hermanas estas no le preguntaron directamente qué le sucedía, lo hicieron con Mark quien no dudó en contar el triste intercambio de palabras.
Fue así que Evander y Dione se enteraron lo que había pasado con Youngho.
Una vez estando solo, el griego acurrucó la figura de su hijo y observó su rostro un par de segundos.
—Nunca dudes que eres increíblemente perfecto para la gente que te ama, y eso, mi vida… es suficiente para que seas feliz —besó su frente— sé que tu mamá no querría que las cosas fueran de esta manera, ella era… demasiado buena.
A pesar de lo sucedido, no podía guardarles rencor a los padres de Nicéfora, porque solo hablaban desde la ignorancia y el dolor ¿Qué sería de él si perdiera a Andreus?
“Probablemente nada bueno” pensó Kai con los labios temblando, observando la escena desde el otro lado de la cama, invisible al ojo humano, pero no ajeno al hecho de que aquí había mucho amor.
Si Hades lo descubría, si su padre se enteraba que tenía la respuesta ante sus ojos, probablemente las cosas no tendrían un buen destino, y, a pesar de saber eso, aún era incapaz de decirle que había encontrado el alma que debía haberse ido al inframundo.
—Papá saldrá un poco, solo espera un momento.
El griego se levantó de la cama con cuidado para no despertarlo y salió de allí cerrando la puerta tras de sí.
El niño estaba solo, era la oportunidad perfecta para que Kai tomara su alma y se la llevara. Pero sabía que no iba a hacerlo, no después de ver la conexión que tenía con su padre, no cuando Poseidón parecía desesperado por mantenerlo con vida.
“Un alma por otra alma” pensó confundido.
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—Mark!
Chocó con el muchacho en el pasillo afuera de su habitación.
—Perdóneme, no me atreví a encender las luces.
—¿Qué sucede? Justo quería hablar contigo.
—Yo… yo también, es por eso que venía a verlo.
El “mayor” indicó hacia una dirección para decirle que fueran hacia afuera, allí tendrían privacidad.
Caminaron uno al lado del otro sin decirse una sola palabra, pero fue Mouskouri quien abrió una puerta de vidrio para ir al exterior, bajo el frío de una noche de invierno, bajo un cielo estrellado y un par de grillos como música de ambiente.
Siguieron caminando, Youngho con las manos dentro de los bolsillos de su abrigo, con Mark de brazos cruzados sobre su abdomen, emanando inquietud y un poco de ¿Tristeza?
No se dieron cuenta de cuanto avanzaron hasta que fueron rodeados por algunas parras del viñedo y la luz de la luna apenas alumbraba sus facciones.
—Creo que fuimos un poco lejos —murmuró— pequeño ¿Qué es lo que te sucede?
El sireno miró el cielo un momento y luego su alrededor, solo cuando encontró la valentía necesaria observó los ojos de aquel hombre.
—Tengo que irme un poco antes de lo planeado señor Mouskouri —la voz sonaba inestable— acaba de llamarme mi mejor amigo… Jungwoo y… no puedo dejarlo solo en Atenas… mañana se irá alguien importante y tendrá mucho dolor en su corazón, ne… necesito estar para él.
El griego movió ligeramente la cabeza hacia el lado antes de levantar una mano y acariciar con sus nudillos la mejilla derecha del muchacho.
—¿Por qué me lo dices de esa manera?
—Porque siento que me he enamorado de lo encantadora que ha sido su familia conmigo, de… de la unión que tienen entre todos… y… y tengo en mi corazón tan grabado a Andreus que siento que debo protegerlo de algo —volvió a mirarlo— no me gusta adelantar las despedidas, no me quiero ir.
Y cuando Mark decidiera volver a Corea del Sur… mierda. Pero no podía retenerlo tanto tiempo, ni siquiera sabía cómo podía estar en Grecia tanto tiempo sin que tuviera problemas de visado o algo por el estilo.
“Pero tu amigo merece la misma dedicación” le susurró con calidez.
—No quiero que Andreus piense que no volveré a verlo —murmuró con la voz quebrada, ya no sonaba ronca, era más aguda— o que me estoy alejando de él.
—Mark, solo explícale la verdad, él lo va a entender… él lo entiende todo —siguió acariciando su rostro— ¿Cuándo te irás?
“Mañana en la mañana, no me importa cuánto me cueste el pasaje, lo haré” respondió.
Youngho abrió los botones de su abrigo y envolvió el cuerpo del “coreano”. No era delgadito, pero podía tenerlo encerrado entre sus brazos y, como era un poco más bajo que él, podía inclinar la cabeza para unir su frente con la suya.
—Dile a Jungwoo que puede quedarse en mi casa hasta que lo necesite —besó la punta de su nariz lentamente— su seguridad es tú tranquilidad y, por tanto, también la mía.
Asintió tragando en nudo en su garganta, angustiado por un “no sé qué” y enrojecido por la intimidad que se generaba entre ambos.
El griego acercó sus labios y susurró contra su frente que había querido buscarlo para agradecerle por apoyarlo en la tarde, porque sin él probablemente habría sucumbido ante el temor, la pena y la desesperación.
Estuvieron así, abrazados, escuchando la respiración del otro por un par de minutos.
—Pequeño —sostuvo su rostro con ambas manos, ambos tan cerca que temblaban de deseo mutuo.
Sus palabras salían en susurros— p-puedo… ¿Puedo volver a besarte? He que… querido hacerlo desde que te dije que me gustabas.
“Sí, señor mío”.
Y aunque no era amante del control o la posesión de las personas, escuchar la manera en la que casi suplicante se lo había dicho, encendió una luz interior que lo incitó a envolverlo más fuerte cuando agachó la cabeza y se pegó a su boca con hambre para besarlo.
Habían actuado como 2 niños entre sí, habían tenido la oportunidad de obtener lo más lindo del otro en cuanto a caricias, pero pretendieron como si nada hubiera sucedido y solo se observaban enrojecidos.
Había anhelado volver a besarlo y sabía que era mutuo por como Mark Lee gruñía mientras lo mordisqueaba y chupaba su lengua.
Él era todo lo que quería en una persona, en una pareja… en un hombre. Y mientras recordaba la manera en la que trataba a su hijo, el cómo tenían esa química mágica, en el cómo a su hijo le brillaban los ojos de anhelo por ese hombre y como a ese hombre le brillaban los ojos de amor, más su corazón revoloteaba de emoción.
Tropezaron hasta llegar a una banquilla de madera en la que sus padres se sentaban después de sacar uvas, para sentarse él y tirar del muchacho para que se sentara encima suyo.
Mark Lee era simplemente todo y más se desesperaba mientras acariciaba su espalda y lo besaba posesivo, se desesperaba pensando que un día tendría que decirle adiós.
¡Youngho Mouskouri no quería decirle adiós al primer hombre del que estaba enamorado! Porque sí ¡Porque esto era amor! Aunque ¿Sabría él que el amor dolía y desgarraba el alma?
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Nota autora:
:'(
Ay, se va a llevar a alguien que queremos mucho? </3