"Más allá del mar" Cap 24: Distanciamiento
- TrinidadVictoria
- 16 mar 2020
- 16 Min. de lectura

Incluso si era hijo del dueño de la empresa, Moon Taeil sabía que tenía que cumplir ciertos horarios y dar el ejemplo para que otros hicieran lo mismo, pero a pesar de saber aquello, no tenía deseos de regresar a su propiedad cuando tenía una sirena de verdad con la que compartir.
Después de comer el rammyeon le dijo que contrataría el servicio exclusivo de algún restaurante para que le llevara el almuerzo y la cena todos los días que él no estuviera cerca para cerciorarse que comiera, que en lo posible serían productos marinos porque era lo que alguien de su “especie” estaría acostumbrado a ingerir.
—¿Desde hace cuánto no sales de este departamento?
Donghyuck “dibujó” la respuesta en la superficie de la cama y es que no, no recordaba la cantidad de días exactos, solo que la última vez fue en el mes de diciembre, las paredes se habían convertido en sus amigas y en su pesadilla, había dejado de comer y solo se dedicaba a existir bajo el agua de la piscina.
Al entenderlo, Taeil se paró de la cama y buscó en el armario algo que pudiera protegerlo del frío.
Cuando lo tuvo en sus manos se sentó a su lado y le dio las instrucciones para colocarle el abrigo, y… una vez listo lo tomó entre sus brazos y lo sentó en la silla de ruedas que había a su lado, una que se había conseguido para transportarlo.
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Era deliciosa la sensación del invierno calando en sus mejillas, del aroma que desprendían al pasar frente a las cafeterías o el ruido de los autos que aún transitaban en esta noche tan fría.
Los ojos de Donghyuck iban de un lado a otro con cierta emoción, realmente había estado tanto tiempo dentro de esa propiedad lamentándose de sí mismo e incluso al borde de la muerte, que las cosas más simples le parecían regalo de los Dioses.
Aunque, a pesar de tantos estímulos a su alrededor, no podía obviar el aroma que desprendía Moon Taeil detrás suyo mientras llevaba la silla de ruedas para él. ¡Esto era como una cita! Solo que… estaba seguro que su corazón mitológico era el único que latía emocionado a pesar de haber llorado hace un rato atrás.
—No hay una salida por Seúl si no te acercas al río Han —le indicó con un dedo, habían llegado al mirador— podría sostenerte entre mis brazos y lanzarte al agua, pero se vería un poco… muy extraño —abrió la bolsa con algunos comestibles del minimarket— a partir de mañana comerás sano, hoy debes darte un gusto.
Donghyuck observó el paquete de patatas fritas con miel y luego levantó la vista a los ojos del humano. Decidido sostuvo su teléfono y escribió en la pantalla: “No me consienta tanto, me dolerá cuando no pueda seguir haciéndolo”.
Doble lectura era lo que había en esas palabras.
El otro se acomodó en la banca de piedra a su lado y juntos vieron el río Han iluminado por la ciudad.
En otra época, hace muchísimos años atrás cuando él era el príncipe heredero, hicieron esto mismo solo que el paisaje difería del anterior. En aquel entonces se iluminaban con artefactos prendidos con una llama de fuego, las estrellas y la luna (en cierto periodo del mes) eran sus únicas compañeras en el cielo, no existían los edificios en el pueblo.
—No todos los días ves una criatura mitológica, Donghyuck —hablaba con un tono bajo— gracias a mi madre crecí creyendo que ustedes eran reales y, aunque me volví un hombre adulto, siempre mantuve un mínimo de esperanza cuando observaba el río o el mar desde donde fuera que estuviera… —volteó el rostro y sonrió con la boca torcida— no soy la mejor persona, pero si quieres saber algo muy personal, no creo que tu presencia sea coincidencia… puedes ser el mensaje que siempre esperé recibir de mi madre después de su muerte.
No iba a llorar bajo ningún pretexto porque lo creería loco o alguien con un estado de ánimo muy bajo, por la misma razón apretó el borde de su pantalón sin saber con qué responderle ¡Esto era lo más cercano a la personalidad del príncipe Moon del que se había enamorado!
Tomó su teléfono y escribió: “Lo es… debe serlo”.
No diría que no lo era porque como hijo de un Dios sabía que las cosas podían ser de muchas formas y que el ser humano tenía una visión limitada de estas, aunque ¿Qué mensaje querría entregarle?
Estuvieron observando en silencio el paisaje por unos minutos que se sintieron eternamente agradables mientras comían un par de botanas hasta que el sireno tomó su teléfono para poder comunicarse.
Mientras lo hacía, Taeil observó su perfil y no pudo pensar en otra palabra que “adorable” para describir el cómo lucía con su rostro iluminado.
“Podemos hacer un trato señor Moon, yo puedo mostrarle el encanto del mundo al que pertenezco si usted promete que guardará mi secreto y que no habrá diferencias entre nosotros”.
Taeil dejó el teléfono a un lado y observó una vez más su rostro sintiendo la culpa corroerlo por dentro. Los ojos de ese muchacho reflejaban miedo ¡Pero qué manera más déspota había utilizado para dirigirse a él en el pasado! Y… y recordarlo mientras estaba a punto de morir en la orilla de la piscina, hizo que su estómago se apretara aún más.
Estiró la mano y sostuvo la derecha del muchachito con una fuerza sobrecogedora.
—En serio quiero que me creas cuando te digo que no seré el mismo de antes, no te haces una idea lo mucho que esperé por la existencia de ustedes —apretó aún más la mano, su voz demostraba mucha necesidad de ser tomado en cuenta—prometo guardar esto en absoluto secreto Donghyuck.
El sireno sentía que la historia se estaba repitiendo, porque en Joseon aquel príncipe que había descubierto su identidad de sireno había hecho lo mismo, con el paso de los días ambos se fueron enamorando hasta prometerse amor eterno y vivieron una época realmente apasionante… antes de ocurrir la “desgracia”.
Tragó saliva.
“Incluso volvería a entregar todo mi ser con tal de volver a amarte, Moon Taeil” pensó esbozando una sonrisa.
Sí, lo volvería a hacer hasta que la existencia misma se lo permitiera, porque sin importar la acción, era lo correcto si se llevaba en razón del amor.
Atenas, Grecia.
“Mis hermanas dicen que Andreus está callado, mucho más comparado con el periodo antes que te conociera, aunque cuando está conmigo me mira a los ojos con los suyos llenos de lágrimas, como si pidiera explicaciones”.
Mark miró al techo para evitar que las lágrimas cayeran después de leer el mensaje que el señor Mouskouri le había mandado. Con Andreus habían creado una conexión maravillosa, le había compartido su identidad de sireno y él lo guardó en su corazón como un secreto entre los 2. Pero la conexión iba mucho más allá puesto que el niño dibujaba sirenas antes siquiera de conocerle.
Amaba a ese niño como si fuera suyo.
Como si se tratara de una actuación digna, puso su mejor sonrisa y comenzó a grabar un video con la intención de enviarlo.
—Andreus, eres un tesoro ¿Lo sabías? Ahora estoy cocinando para mi amigo del que te hablé, no creo que lo recuerdes, pero es por quien viajé antes de vuelta… necesito que sepas que siempre estoy acordándome de ti y que debemos cumplir nuestras promesas, tú sigue siendo ese niño tan espectacular que toda una familia ama y yo mientras tanto cuidaré de tu padre hasta que nos volvamos a ver.
Lo envió con la esperanza que el niño comprendiera el mensaje, aunque no debía dudarlo, no había discapacidad intelectual que pudiera impedir que Andreus Mouskouri supiera lo que sucedía.
Después de eso apagó el fuego de la cocina para colocar los rollos de huevos revueltos y jamón en un plato junto a otros acompañamientos. No era la persona que debía alimentarse en esta casa.
Había desaparecido por exactamente media hora de la sala de estar, pero cuando volvió encontró a Kim Jungwoo en la misma posición. En aquella con los ojos perdidos en “la nada”, envuelto en una manta de polar y con los ojos llenos de lágrimas.
A pesar de su 1.80, el sireno parecía realmente indefenso.
—Jungwoo…
—No me ha llamado, debe estar odiándome, debe… debe estar… no quiere saber de mí —jadeó— no debí enamorarme, debí protegerme ¡Debí aprender de Donghyuck!
Si una persona los escuchara creería que estaban locos puesto que, en la ausencia de una presencia humana, podían hablar utilizando el lenguaje de los sirenos, muy similar al canto de los delfines.
—¿Puedes comprender que solo actuó como un hombre asustado y que se enteró en un momento desafortunado? —se sentó al costado del sofá para dejar los pies de su amigo descansando en sus muslos— Jungwoo, él no debe estar odiándote, solo tiene miedo… —acarició suavemente su pie derecho— él no conoce nuestro mundo, ningún ser humano lo entendería tan bien.
—¡¿Eso le da el derecho de enterrarme un cuchillo en la aleta?! —vociferó enojado— ¿Para qué? ¡¿Para probar que mi cola era falsa?! ¡¿Quién demonios usa una cola falsa dentro de una ducha?!
Del enojo a la angustia, a la desesperación y luego la nada, los cambios de humor en él le aterraban. Un sireno caracterizado por ser vanidoso, pero por sobre todas las cosas una criatura llena de amor hacia los demás ¿Convertida en un ser apagado y sin vida?
En la lógica nadie, ni un actor usaría una cola falsa dentro de un espacio tan reducido, pero un humano desesperado no pensaba de manera correcta y menos cuando cientos de sentimientos estaban chocando entre sí dentro de la cabeza.
—Quiero explicarle, quiero decirle que no quise engañarlo, no quiero que me odie, no quiero que piense que me burlé de él —sollozó— Mark… el amor no es lindo, pero yo lo amo —su boquita tembló hasta terminar llorando de verdad— lo amo tanto que me duele que sea real.
No dudó si quiera un momento para acomodarse detrás de él en el sofá y cubrirlo con fuerza desde los brazos hasta las piernas, dejando que no fuera solo el calor de las mantas lo que lo reconfortara.
Jungwoo no podía parar de llorar como si le arrancaran la cola o el corazón.
Los besos, las miradas, incluso esos momentos en el que el sargento se permitía solo sentir y dejar de lado el temor ¿Por qué tenía que desaparecer?
Había pensado en mantener la comunicación, encontrar una manera de crecer a su lado hasta que decidiera “salir del closet”, apoyarlo en lo que necesitara. La despedida hubiera sido dolorosa, nadie podría negar aquello, pero muy diferente era separarse como lo hicieron.
—Necesitas comer algo.
—No lo deseo, no tengo hambre.
—No somos seres inmortales, debes tener algo de alimento.
—¡¿Te parece que 4577 años no son suficientes ya?! —gimió— perdóname, pero no quiero alimentarme, no voy a salir de esto.
No había tenido un solo bocado desde que llegó a su encuentro en Atenas y aunque había vivido miles de años, no podía permitir que el suicidio acabara con una vida que solo llegaba a su fin cuando cumplías tu propósito.
No iba a retarlo, no iba a obligarlo esta vez, todo lo que se permitió hacer fue acurrucarse contra él para decirle lo mucho que lo amaba como amigo y que estaría siempre, tal como lo venían haciendo con Donghyuck desde que fueron pequeños.
Acarició su cabello lentamente, le dijo suavemente que esto no duraría para siempre, que el susto y el impacto se convertirían en curiosidad y que más pronto que tarde, habría un cambio en él.
Solo después de 1 hora, Jungwoo aceptó comer un poco antes de pararse y regresar a la habitación de invitados para meterse bajo las mantas y dormir profundamente.
Mientras tanto, Mark, que terminó de lavar la loza, se sentó en el suelo para colocar el rostro entre las rodillas y jadear tanto como podía a medida que la ansiedad consumía su pecho. Ninguno de sus amigos parecía tener éxito con los hombres que amaba.
Entonces, a él ¿Qué le quedaba?
Mientras tanto Washington D.C. Estados Unidos
“¿Te sucede algo, mi amor?”.
Mucho tiempo atrás, aquella voz podría haberle causado algo suave, pero lo suficientemente justo para que su cuerpo creyera que era agradable estar a su lado. Sin embargo, ahora cuando la había escuchado tras su espalda, sintió que el mundo se estaba cayendo bajo sus pies.
Por más que pidió absoluta discreción, por más que deseó llegar a América sin ser recibido para poder descansar, Samantha lo había esperado cuando fue liberado. ¿Cómo podía decirle que se fuera?
No, no tenía la capacidad de decirle que quería estar solo así que tuvo que fingir la mejor sonrisa de su vida para no recibir cuestionamientos, fingir el afecto romántico, invitarla a su departamento para pedir comida e incluso obligar a su cuerpo a tener un poco de imaginación cuando ella se desnudó frente a él revelando sus preciosas curvas, sus generosos pechos naturales y sus piernas de infarto.
¡Era lo malditamente cobarde para decirle que no quería! Pero tuvieron sexo y ahora que el día recién comenzaba, es que sentía asco de sí mismo.
—Nada malo, solo que… es extraño estar de vuelta después del tiempo que pasé en Grecia.
Una, otra y otra vez la imagen se repetía en su cabeza, aquella en la que veía a Jungwoo llorar aferrado a su cola en la ducha antes que se diera cuenta que lo había descubierto, o aquel momento en el que corrían hilos de sangre por el agua cuando asustado enterró la punta del cuchillo en una de sus aletas.
“Tenemos mucho que conversar, no tienes idea lo bien que me siento que estés de vuelta mi amor”.
No quería que siguiera, no quería que lo hiciera sentir tan mal cuando se ponía en ese modo. Las parejas que se amaban llorarían de emoción al verse después de meses sin hacerlo, pero él no sentía emoción sobre eso ¡Él no estaba enamorado!
¡Él era gay!
No iba a terminar con ella ahora, no quería hacerla llorar.
“Pero hiciste llorar a una criatura que te quería” se dijo con náuseas.
Rascó sus brazos y sonrió rezando para que le creyera, apenas podía lidiar con sus pensamientos.
—Iré a preparar el desayuno —besó su espalda ancha con cierta emoción— ¿Cuándo te reunirás con tus padres?
—Mañana.
Tomó un par de ropas simples antes de entrar al baño desesperado y sentarse temblando en el piso de la ducha mientras el agua caía en su cabeza. Le dolía el pecho de forma literal, un dolor que se extendía a su cuello, su estómago y le dificultaba para respirar.
¡Había visto a una sirena! ¡Esas cosas eran reales! ¡Kim Jungwoo era uno de ellos!
Empezó a reír de incredulidad, una risa que se volvió más fuerte mientras repasaba los dedos por su cabello, pero una risa que comenzó en sollozos para luego terminar en un llanto amargo cuando tiraba de ellos desesperadamente.
Esto parecía irreal, una broma de mal gusto, cualquier cosa ¿Dónde estaban las cámaras de televisión para decirle que estaban grabando su reacción? ¿Dónde estaba el botón para volver a reiniciar la partida de juego?
Siguió llorando y con mucho más dolor recordando la manera en la que el sireno lloraba arrastrándose por el suelo clamando su nombre, recordando cuando el avión militar abandonó el suelo de Grecia, recordando que incluso si no había pasado tanto tiempo en ese país, este dolor solo podía significar que sus sentimientos por esa “criatura” eran reales.
Llorar era todo lo que podía hacer, porque la culpa, el miedo y la rabia se mezclaban de forma contradictoria.
Odiaba a Jungwoo, pero también odiaba pensar que se había alejado sin decirle adiós, odiaba tener que enfrentarse a situaciones particularmente extrañas, odiaba que su mente le gritara “maricón” y que por otra también le murmurara que iba a arrepentirse de lo que le había hecho.
Pero por sobre todas las cosas, odiaba sentir que lo había traicionado.
Se demoró lo necesario para que sus ojos dejaran de dolerle y solo cuando estuvo seguro de eso, salió
del baño en dirección a la cocina para desayunar con Samantha.
¿Cuándo tendría el valor para decirle que esto llegaba a su fin?
4 días después, sábado 11 de enero 2020, Atenas, Grecia.
“He tratado de hablar con Jungwoo, le he escrito todo lo que pienso, todo lo que necesita, todo desde la perspectiva de alguien que ha sido herido, le he dicho cuanto lo amamos y cuán importante es para nosotros, pero apenas y responde mis mensajes…”
Donghyuck le había mandado el mensaje hace un par de horas preocupado por la actitud que el sireno estaba tomando, porque incluso si estaba en Corea tratando de resolver sus propios problemas, eso no quitaba que no pudiera preocuparse por sus mejores amigos.
Pero Mark era quien podía ver la evolución del muchacho durante esos días, alguien que seguía una rutina muy similar en cada uno de ellos.
No hablaba casi nada, comía muy poco en las mañanas y cuando bajaba el sol prácticamente se lo tragaba todo mientras lloraba de angustia apretando la zona donde estaba latiendo su corazón. Mark se encargaba de estar a su lado en la habitación de huéspedes cuando era momento de acostarse, durmiendo abrazados hasta que el sol volvía a salir y la rutina volvía a ser la misma que la del día anterior.
Ver tal angustia y falta de ánimo por la vida, provocó que él mismo se sintiera inseguro de la estabilidad que podía tener una futura relación con el señor Mouskouri, alguien que no creía en las criaturas mitológicas, alguien al que no le agradaba el océano, alguien que estaba siendo demasiado bueno dejándolo inmiscuirse en su vida cuando Mark tenía todos los motivos para que el otro sospechara.
La inseguridad lo llevaba a tener miedo cuando se comunicaba con él, por lo que muchas veces no tomaba la iniciativa de saludar o simplemente no le respondía los mensajes tratando de pensar el cuándo y el cómo le diría que era un sireno.
¿Y qué pensaba Youngho de todo esto?
El sireno suspiró, se estaba enfermando de temor.
—El señor Mouskouri en serio es un hombre muy bueno dejando que me quede aquí —musitó Jungwoo observando la televisión sin ánimos algunos, estaban en la sala de estar— pero no será eterno ¿Sabes? Ni siquiera es necesario que esté aquí, puedo ir a la isla Creta y ayudar a Nikodemus Katsaros en alguna cosa que necesite.
—No eres una molestia, Jungwoo, Nicodemus pudo haber sido un sireno, pero tu mejor amigo soy yo —murmuró con un tono inestable, un poco molesto— estás siendo un poco autocompasivo ¿No lo crees?
El aludido tomó una bocanada de aire que retuvo un par de segundos antes de girar el rostro hacia él y fruncir el ceño.
—Es fácil decirlo cuando eres el único que de los 3 que no ha tenido problemas con su humano, el único que de los 3 tuvo el oráculo de Afrodita diciendo que Youngho Mouskouri era el hombre correcto —levantó la barbilla— no me digas que soy autocompasivo… no lo digas.
—He tratado de ayudarte de todas las maneras que puedo, Jungwoo, no necesitas irte a la isla, deja de decir que no es necesario que estés aquí ¿Por qué recurrirías con un ex sireno que apenas conoces?
¡Acá las oportunidades no te faltarán! —dejó con un poco de fuerza la taza de té que bebía— y no digas que es fácil para mí decir todas estas cosas cuando estoy haciendo todo el maldito esfuerzo por no derrumbarme de terror, pensando cuándo es el momento correcto de revelar que soy un sireno al hombre que amo… ¿Crees que es una competencia de quién sufre más?
El otro levantó la barbilla que le temblaba, sus ojos llenos de lágrimas.
—Y yo no creo sentirme capaz de arruinar el momento que tú y ese hombre puedan tener —secó sus lágrimas con furia— yo sé que el señor Mouskouri es generoso, acabo de decirlo, pero odio sentirme una carga, prácticamente toda mi vida la he pasado con ustedes que ahora que cada uno ha buscado su destino, ahora que el hombre que amo se ha ido, que no sé cuál realmente es el mío —sollozó manteniendo la postura firme— no creo estar dispuesto a ver abrazos o besos, yo… maldita sea, que cada uno resuelva sus propios problemas.
Se paró del sofá en dirección a la salida, Mark se paró de inmediato asustado.
—No sabes lo que estás diciendo, Jungwoo, ni siquiera puedes pensar con cordura, ni siquiera esto es el fin con Lucas Wong, puedo asegurártelo… ¡Jungwoo!
El sireno se volteó llorando, con los puños frente suyo dispuesto a propinar una golpiza si alguien se le acercaba.
—¡Solo déjame en paz y procura cuidar a ese hombre! ¡¿Quieres terminar como Donghyuck y yo?! ¡¿Quieres tenerme a tu lado distrayéndote de tu objetivo?! —gruñó— ¡Y no me digas que no puedo pensar con cordura! Estoy… estoy… ¡Odio malditamente tierra firme! ¡Quiero regresar perderme en el mar porque eso es lo que somos y eso es lo que se nos está olvidando! —explotó en llanto— ¡Que somos sirenos!
Cerró la puerta de una sola vez y con tanta fuerza que Mark no fue capaz de pestañear, decir o hacer alguna cosa en su defensa, con la voz y la imagen de su mejor amigo en la cabeza repitiendo una y otra vez que se les estaba olvidando quienes eran en verdad.
No había pensado de esa manera y mientras más lo hacía, más creía que tenía razón, se habían enamorado a tal punto que, en la búsqueda de lo que era llamado amor, habían tomado el gusto por las cosas que los humanos hacían y tenían, por la posibilidad de caminar y correr cuando ellos en realidad tenían una cola que les permitía desplazarse en el mar.
El cansancio emocional era tanto que incluso había peleado con él por lo que parecía una estupidez, pero que en el fondo no lo era.
Era parte de la verdad.
No tenía fuerza ni ánimos suficientes para salir a perseguirlo y pedirle que no cometiera una locura, había estado tan preocupado por sus amigos que de cierta manera estaba olvidando de cuidarse a sí mismo.
—Por favor cuídate mucho —susurró.
Se levantó del sofá cuando las horas habían avanzado tanto que estaba prácticamente oscuro, arrastró los pies hacia lo que era su habitación, pero en vez de ello decidió caminar con cuidado y pararse en la puerta de la del señor Mouskouri para contemplar cada rincón en silencio.
—Realmente lo extraño —tragó saliva— maldición.
Todo estaba oscuro aunque podía divisar las siluetas de las cosas con la escasa luz que atravesaba la cortina blanca, todo se sentía tan… ¿Vacío? Todo se sentía tan… ¿Solo?
Suspiró y avanzó el espacio para sentarse al borde de la cama, estaba agotado física y emocionalmente, el dolor en su pecho iba creciendo, pero quería mantenerlo a raya, era peligroso explotar en llanto si nadie iba a contenerlo un poco.
Poco a poco se inclinó a un costado para hundir el rostro sobre el montón de almohadas y tomar el aroma que estas contenían. La mezcla perfecta del perfume y el propio aroma corporal que deliciosamente el señor Mouskouri tenía.
—Lo extraño —gimió.
Abrazó una de las almohadas tanto con sus brazos y piernas mientras se perdía en el olor que estas tenías. Puesto que, a pesar de estar ausente hace días de esta casa, podía percibirlo, podía recordar la forma en la que lo miraba o el último beso que se habían dado.
“Dios” balbuceó.
Estaba empezando a sentir hambre, aquella hambre que no se acaba con comida sino con la entrega de algo pasional.
Si las cosas salían mal no iba a tener un solo abrazo de vuelta, una mirada, un beso o una caricia ¿Y estaba en condiciones de sobrevivir a ello? ¿Por qué los sirenos tenían que ser emocionalmente tan dependientes de otros?
Hundirse en esto lo hacía olvidarse del dolor que había tenido hace unas horas. Que los Dioses protegieran a Jungwoo, porque Mark por primera vez en mucho tiempo se sentía incapaz de hacer algo por los demás.
—Lo necesito… —gruñó, su voz se había vuelto pesada y profunda— lo necesito tanto aquí mismo…
Su cuerpo estaba sintiéndose incómodo por lo que retiró la camiseta que llevaba puesta, pero no fue suficiente para estar bien, tuvo que retirar el pantalón y los calcetines para luego tomar todo y lanzarlo hacia un costado.
¿Podía pensar que la almohada era ese hombre de 1.84 metros de altura, bajo su cuerpo?
Pésima idea. Recorría la punta de su nariz por cada centímetro mientras presionaba una mano sobre su entrepierna para sostener la erección que creía en ella.
Hambre, hambre, pasión, mucha hambre.
Si alguien pudiera observarlo, la visión sería de un hombre acostado boca abajo sobre almohadas, olfateando cuidadosamente las cosas, con hombros anchos que terminaban en una cadera bonita, con unas rodillas que se hundían sobre la superficie para poder levantar inconscientemente su trasero al igual que un felino mimoso y con la piel húmeda en toda su extensión.
Nadie sabría que estaba en la habitación del hombre que amaba masturbándose sobre su cama, nadie podría detenerlo en el camino en la búsqueda del placer, nadie podría escuchar el cómo estaba jadeando, podía hacerlo tanto como quisiera y en todas las posiciones que se imaginara.
Salvo por un pequeño detalle.
Estaba tan absorto en esa situación que, cuando pensó que podía estirar su brazo para alcanzar su entrada anal, de pronto su cuerpo completo se hundió contra el colchón mientras una lamida marcaba la zona de la nuca.
—Ahhmmmm mmmm —gimió antes de morder la almohada.
Ese calor, ese peso y ese aroma eran aquellos que había anhelado tener en verdad.
Esperen.
Trató de voltearse un poco, pero cuando apenas logró hacerlo, las manos quedaron sujetas por sobre su cabeza con una dominación tal que apenas podía entenderlo. El hombre que estaba encima suyo lo miraba con las cejas fruncidas y con la boca escasamente abierta.
—No voy a detenerme —susurró, la erección marcando su ropa interior— no vamos a detenernos, yo… yo no puedo esperar más —tragó saliva, la forma en la que se movía su manzana de adán era hipnotizante.
Mark jadeó.
“No necesitamos esperar más, no quiero esperar más”.
¡Había olvidado por completo que había prometido esperar al señor Mouskouri en el aeropuerto!
¡Había olvidado por completo que llegaba el día de hoy!
Y por el lenguaje de su cuerpo sabía que esto iba a ser realmente intenso...
¿Estaría dispuesto a entregar su corazón para siempre?
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Nota autora:
Nos estamos acercando a los momentos cruciales de esta novela ¡No pueden perderse los siguientes capítulos!
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