"Más allá del mar" Cap 25: Sellar el amor
- TrinidadVictoria
- 21 mar 2020
- 19 Min. de lectura

“No necesitamos esperar más, no quiero esperar más”.
Y cuando introdujo las manos en las hebras de su cabello oscuro para volver a besarlo hambriento, Mark se despertó abruptamente encontrándose con la imagen de la sala de estar a su alrededor siendo iluminada apenas por una lámpara de pie.
—Mierda.
No había habido masturbación olfateando las almohadas del señor Mouskouri ni la presencia de ese hombre sobre él sujetando sus muñecas con poder, solo se había tratado de un sueño cachondo en el que tampoco había alcanzado a llegar a su orgasmo.
¡Esto era injusto!
Agotado se movió sobre el sofá para alcanzar su teléfono en la mesilla de centro, era las 9 de la noche, se había quedado dormido en la sala de estar después de que su cabeza se agotara tanto pensar en cómo resolver la pelea que había tenido con Jungwoo, porque eso sí había sido cierto.
Marcó tantas veces como pudo, aunque las mismas veces sus llamadas fueron negadas puesto que el teléfono del otro sireno estaba apagado.
El amor dolía, el amor hacía sufrir, sus mejores amigos eran testigos y él no sabía cómo actuar.
Caminó a su habitación en busca de sus documentos, abrió el armario en busca de un abrigo y cuando estuvo listo, salió de casa para tomar un taxi que lo llevara al aeropuerto, porque si de algo estaba agradecido por haberse despertado de aquel delicioso sueño, es que le daba el tiempo suficiente para llegar en busca del señor Mouskouri que llegaba esta noche de Alejandrópolis.
Mientras el taxi se dirigía allí, dejó que sus ojos se quedaran en el paisaje a su alrededor, en los detalles más simples como las gotas que quedaban en la superficie de la ventana por una suave lluvia o en las luces de la calle que parecían una línea continua por culpa de la velocidad del vehículo en el que iba.
—Dos chocolates calientes, dos rosquillas de frutilla y esos sándwiches que tiene allí, por favor —le dijo a la dependienta de una tienda en el aeropuerto.
Por lo que había visto en el panel electrónico, el vuelo del señor Mouskouri había aterrizado hace 1 minuto, si lo esperaba con algo cálido y delicioso podría hacerlo sentir mejor. ¿No?
Caminó con el pedido hacia la puerta donde gran parte de los pasajeros de los vuelos nacionales salían, algunas personas se paraban de puntillas para ver, otros andaban con carteles escrito con el nombre de la persona que buscaban, mientras que él solo observaba las puertas con el corazón latiendo ansiosamente.
No podía sentirse tan jodidamente desesperado, habían pasado un par de días ¿No? Y si apenas podía superar esta separación ¿Cómo podría tolerar cuando tuviera que decirle adiós?
—Está tardando mucho —murmuró con el ceño fruncido.
¿O era él que no entendía que las personas se demoraban esperando sus pertenencias?
“Mira, parece modelo” escuchó que una muchacha a su lado le murmuraba a otra.
Los ojos del muchacho se fueron de inmediato hacia la salida y fue en ese instante que sintió su estómago hacerse cien nudos, porque a pesar de que Youngho Mouskouri luciera como si el mundo fuera su pasarela de moda, alguien que amaba sabía que esos ojos estaban sin brillo y que ese cuerpo irradiaba tristeza.
Cuando sus ojos se encontraron, el griego tragó saliva, no adelantó sus pasos, solo se movió entre las personas y, cuando estuvo frente al muchacho, dejó que este lo abrazara fuertemente escondiendo su rostro en el cuello para tomar todo el delicioso perfume que emanara.
Algunas personas miraban, 2 amigos no tendrían tanta intimidad en un abrazo, aunque ¿Cuál era el problema?
—Necesito salir de acá —jadeó con la garganta estrangulada— vámonos a casa, por favor.
Mark se separó un poco para ver su rostro de más cerca, los ojos de Youngho se estaban humedeciendo, el nerviosismo reflejado en la frente húmeda, su barbilla y las manos temblorosas. Ya se podía imaginar la razón, aunque no dejaba de darle preocupación.
Sin pensarlo más lo abrazó de lado, pero fue Youngho quien enredó sus manos para caminar juntos, como si fuera el único soporte en el que apoyarse en ese momento.
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Cuando salió del baño, la primera imagen con la que se encontró fue con la de Mark Lee acomodando una bandeja de comida sobre la superficie de la cama, vestido con un pantalón deportivo y una camiseta de mangas largas color negro. Quería sonreír porque le parecía tierna la forma en la que se esmeraba por hacerlo sentir bien, pero no podía hacerlo, la presión en el pecho y el nudo en su garganta no habían desaparecido desde anoche.
Dejó la toalla a un costado con la que había secado su cuerpo después de la ducha, y luego se acercó al muchacho para abrazarlo por la espalda y besar la parte posterior de su cabeza con delicadeza.
—No te haces una idea de cuánto te extrañé —murmuró besando una y otra vez— y de cuánto te voy a necesitar en estos días.
Mark, que sostenía las manos que el otro dejó sobre su abdomen, Mark, que observaba hacia el frente con la mirada perdida, se volteó dejando que el cabello cayera en su frente confiriéndole una imagen más “tierna”.
—Podemos hablar, pero necesito que coma lo que he comprado antes que se arruine —indicó la cama
— ¿Sí?
No tenía corazón ni fuerza para decirle que no tenía hambre, así que le hizo caso, cada uno se acomodó a un lado de la cama y comió en silencio.
Mark se odió a sí mismo por soñar que follaba con ese humano, porque la realidad era distinta, algo le había ocurrido a Youngho Mouskouri que lo tenía en ese estado ¿Qué fuerza o deseo habría si le dolía el alma o su cabeza estaba allá en su tierra?
Después de dejar la bandeja en la cocina, se paró en la puerta de la habitación para quedarse observando la figura de ese hombre, admirar el contraste de la luz contra su cuerpo, admirar lo simple que lucía con el cabello despeinado, lo atractivo de cada uno de sus detalles como la forma de sus labios o como caían sus ojos.
Estaba jodido porque lo amaba, lo amaba desde que lo vio en ese museo, lo amaba y tenía miedo de
ello.
—Ha sido una llegada algo apagada —murmuró cuando se sentó de piernas cruzadas frente a él en la cama.
—Mark.
Estiró la mano para atraer el rostro del muchacho hacia él y así poder capturar esos labios con los que tanto había soñado, jugar suavemente con su lengua, escuchar el suspiro masculino que escapaba de su boca y sentir como lo abrazaba por el cuello para que esto fuera más posesivo.
Los labios del muchacho eran suaves, resbaladizos y sus dientes un poco fuertes, podía sentir en su barbilla aquellos bellos incipientes de una barba que no había sido rasurada el día de hoy. Esta boca estaba hecha para ser besada siempre.
—Me tardé mucho en besarte, hermoso —susurró contra sus labios antes de volver a capturarlos— me siento completo contigo.
Mark suspiró y dejó que besara el costado de su rostro, estaba mordiendo su mejilla por dentro para no permitir que las lágrimas llegaran, para recordar que quizás después de todo él si podía triunfar en el amor con el hombre que amaba.
Después de arrastrar la punta de su nariz en él, Youngho se separó con un suspiro de frustración, descendió la mirada a sus pies cruzados y tragó saliva pensando cómo podía tocar el tema sin angustiarse.
—Señor Mouskouri, puede decirme lo que pasa.
La vista se estaba poniendo nublada, todo lo que tenía en su mente era el recuerdo de la noche anterior antes de partir de Alejandrópolis. Solo cuando Mark descansó una mano en su rostro, este levantó la mirada hacia él.
—¿Sabes cuán difícil es desprenderse de tu hijo después de estar días junto a él? —su voz se quebró, sin embargo continuó antes que fuera imposible— empiezas a cuestionarte muchas cosas, como si realmente vale la pena tener todo lo que tengo aquí cuando no puedo compartirlo todo con él.
“Anoche, la última noche que pudimos dormir acurrucados, mientras le hacía cariño en el rostro, me quedó mirando fijo como no suele hacerlo y… y me dijo que me amaba”.
Mark se mordió el labio inferior pensando en ese momento, Andreus tenía mucho que quería expresar, pero sus condiciones mentales lo limitaban en variados aspectos.
Con cariño acarició su rostro mientras las lágrimas caían. El sireno estaba seguro que había un amor realmente poderoso, mucho más que el de una pareja por otra, y ese amor era el del padre por un hijo y viceversa.
—No quise que me fueran a dejar al aeropuerto así que me despedí de ellos en casa, me… me dolió tanto escucharlo llorar desesperado diciendo “babá” —Youngho lloraba, el sireno lo hacía en silencio acariciándolo y escuchándolo— lo abracé, le dije que lo amaba más que a mi propia vida y cuando estuve a punto de cerrar la puerta, gritó para captar mi atención y… me entregó un dibujo de un sireno.
Aquellas criaturas mitológicas se habían vuelto fascinación de su niño, pero nadie en casa podría entender el porqué. Recordó ver el dibujo durante todo el vuelo mientras lloraba en silencio sin portarle que otros pudieran mirar, era lo mejor que podía hacer con sus manitos torcidas, eran lo más preciado que el niño consideraba para darle y él lo recibía como su tesoro.
Tenía pena en su corazón, porque le había tomado mucho tiempo volver a ver a su hijo después del accidente y después de días maravillosos había que decirle adiós para volver a la realidad.
Se acostó sobre las almohadas mirando el techo agobiado, porque ese beso y abrazo de despedida se sintieron tan diferentes, porque no podía borrar de su memoria aquellos ojitos humedecidos ni su voz clamando por él.
Mark apagó la luz y sin afán de hacer algo tan ardiente como en sus sueños, aprovechó de acostarse sobre él para apoyar la cabeza en la curvatura de su cuello, abrazarlo por el tórax y dejar que este lo hiciera de vuelta mientras sus piernas se enredaban.
“Le prometí a Andreus que cuidaría a su padre, me aseguraré de hacerlo señor Mouskouri… mientras yo lo abrace nada les sucederá a ambos”.
Susurró dejando que Youngho acariciara su cabello, dejando que ese hombre encontrara consuelo en el calor y el peso que compartían, en un acto tan placentero que el sireno terminó por quedarse profundamente dormido, sin ser capaz de escuchar cuando ese hombre le había susurrado.
“Amor mío”.
1 semana después viernes 17 de enero 2020, Washington D.C.
—Tenemos que brindar por Lucas ¡Fueron 4 meses fuera del país!
Lucas sonrió apenas cuando todos, incluido él, alzaron sus tragos en el aire vitoreando por sus hazañas para luego darle un buen sorbo hasta el fondo.
Estaba en un club nocturno junto a un grupo de amigos que no había visto hace mucho tiempo, ser un miembro del cuerpo de marines no era un hobbie, realmente era un estilo de vida, estilo de pensamiento, un amor a la ayuda y las fuerzas armadas que modificaba todo, algo con lo que
Samantha decía que podía lidiar.
Cuando le pedían hablar sobre esa experiencia o lo más insólito que se había encontrado en Grecia, hablaba de trivialidades, quizás había ganado experiencia mintiéndole al mundo sobre su condición sexual, quizás los estaba convenciendo de que su sonrisa era real, pero en su mente siempre estaba él, Jungwoo, incluso cuando tenía relaciones sexuales con su todavía novia… Jungwoo siempre estaba allí.
Mañana, sí, mañana la había citado para que se reunieran en una cafetería como una salida de chico y chica, porque estaba decidido a ponerle fin a la relación. Incluso si lo que hubo con el griego no prosperó, no podía pretender que estaba bien cuando la besaba o le hablaba, simplemente no podía sentirse bien ¡No!
—Al menos dinos que aprendiste algo de griego básico, hombre.
—La verdad es que sí, pero teníamos un intérprete que trabajó con nosotros todo ese tiempo, sabía 3 idiomas, un hombre excepcional.
Quería que se hablara de otro tema, pero el motivo de reunión era él y el breve tiempo de descanso que le habían dado antes de retomar sus funciones. Porque, incluso si había alcanzado el puesto de Sargento tan joven gracias a la influencia de su abuelo, trabajaba mucho más.
El resto de la “velada” comenzó a ponerse un poco más subida de tono, todos continuaron bebiendo, pidieron cosas para comer, muchos de ellos tenían pareja, pero aun así aprovechaban de insinuarse a otras mujeres que estaban solas con sus amigas.
Lucas no podía dejar de encontrar desagradable aquello, pero no podía juzgarlos cuando él le había hecho lo mismo a Samantha con…
¡Otra vez estaba pensando en él!
En el momento en que todos comenzaron a desplazarse hacia la pista de baile, él se dispuso a hacer lo mismo ¿Cuál era la diferencia? Aunque, se detuvo poco a poco cuando escuchó a alguien de su grupo de “amigos” decir que estaba esperando el momento correcto cuando la píldora le hiciera efecto a la chica que le había gustado.
—Espera ¿De qué demonios estás hablando?
—Ya sabes —movió el hombro jactándose de sus acciones— para que caigan directamente en tu cama.
Lo que él le había hecho a Jungwoo no estaba ni cercano a lo que uno de ellos pretendía hacer con esa chica, y, aunque le había pedido perdón al muchacho, nunca, jamás de los jamases, se le ocurriría hacer algo de esta calaña.
Y aunque el hombre en cuestión era el amigo de un amigo, no había motivo justificable para permitir que una persona estuviera poniendo en peligro su seguridad.
—¿Cuál de todas ellas? —murmuró— ¿La deliciosa chica de cabello castaño? La que… ¿Parece latina?
—Sí, solo espera un momento y… —de pronto su cuerpo fue estrellado contra la mesa de las chicas— ¡¿Pero qué mierda?!
Lucas podía entender que el grupo de mujeres en cuestión saltara sorprendidas, algunas asustadas, algunas con el trago sobre sus ropas cuando los vasos y copas se quebraron.
—¡Lucas! ¡¿Qué haces?! —dijeron otros, los que sí realmente eran “sus amigos”.
—Necesito que recuerden esta cara ¡¿Lo ven?! —sus puños ejercían la fuerza necesaria para tenerlo
inmovilizado contra el vidrio— este hombre le puso droga al vaso de esta chica para acostarse con ella —la miró— si tienes a alguien que te pueda venir a buscar, solo llámalo.
No tuvo tiempo de escuchar lo que fuera que tuviera para responderle, solo le propinó un puñetazo en la nariz antes de dejarlo en el suelo y mirar a los demás ¿En qué clase de personas se habían convertido sus amigos? ¿Eran conscientes de lo que había hecho el otro? ¿Lo aprobaban?
Ninguno pareció querer hacer algo, alguno murmuraba que estaba exagerando mientras recibía insultos de las otras chicas.
No, simplemente no podía quedarse más tiempo en lo que se había convertido en una ridícula forma de celebrar su llegada, una excusa barata para que pudieran follarse a alguien bajo los efectos de un estupefaciente.
Lavó sus puños en el baño más cercano y salió de ese local maldiciendo. Solo quería estar en casa o en el peor de los casos volver a someterse a otra tarea de los Marines. Caminó lo suficiente para alejarse de allí.
Mientras caminaba con las manos en los bolsillos, veía cerca como el río Potomac era iluminado con los faroles del puente Francis Scott Key. No podía creer cuanto se había desplazado desde el club nocturno pero quería estar allí a toda costa.
Había pocos autos, la suave briza congelaba sus mejillas, el paisaje era solitario tanto como su cabeza confundida. De pronto, cuando alcanzó a desplazarse ya sobre el puente Francis Scott, sintió que alguien estaba cerca, unos pasos sigilosos que se detuvieron cuando él también lo hizo. Y… Y si…
Contó hasta 3, pero cuando se volteó fue demasiado tarde, la puñalada había dado directamente en la zona de su abdomen empapando su camiseta de mucha sangre.
El hombre que sostenía el cuchillo había sido el mismo al que había golpeado en el club por querer drogar a una chica, el mismo siendo acompañado de otros dos hombres que no eran del grupo de sus amigos. Todo se sintió en cámara lenta cuando aquel hombre siguió hundiendo el cuchillo tanto como pudo, removiendo por dentro para dañarlo más, abriendo paso en su carne hasta acabarlo.
Quiso defenderse, pero no hubo tiempo ni fuerza que lo acompañara.
Como si se tratara de un saco de basura, los otros dos hombres lo tomaron entre sí y lo lanzaron por el puente. Ni siquiera el grito alcanzó a salir de su garganta cuando su cuerpo cayó bajo las heladas aguas del río Potomac, tan profundo que apenas podía ver destellos de la superficie.
¿Pero qué importaba? Mientras más trataba de salir a flote, más se estaba hundiendo, más su cuerpo se paralizaba y “congelaba”, más las cosas se hicieron borrosas.
Ya nada importaba porque el esfuerzo era inútil. Se estaba ahogando… se estaba muriendo.
Sábado 18 de enero 2020, al otro día, Atenas, Grecia.
Sintió que su cuerpo temblaba completamente con la imagen que tenía al frente. Youngho Mouskouri explicándole a unos turistas las cosas más destacadas sobre una exposición reciente en el Museo de la Acrópolis.
Con el cabello peinado hacia atrás, con una camisa blanca y pantalón negro, con zapatos de cuero, con una sonrisa educada cuando alguien le preguntaba más y más. No entendía como los humanos no lo confundían con una de las figuras griegas ¡Era un adonis de ojos rasgados y aura calma!
Verlo lo hacía sentir tranquilo, apartaba todos los pensamientos negativos sobre Jungwoo, sobre su “desaparición”, sobre el arrepentimiento de no ir tras su ser, de sentir lo mucho que extrañaba a Donghyuck o lo mucho que temía sobre cuándo sería el día que dijera la verdad sobre su identidad.
El griego divisó su figura tras un pilar, el instante preciso en las que los turistas también se voltearon.
No pudo pasar desapercibida la manera en la que esa sonrisa había cambiado lo suficiente como para que su hoyuelo se marcara, en la forma que sus ojos brillaron o como había tragado saliva.
“Espero les haya quedado todo claro, espero sigan visitando todos los lugares arqueológicos de este país, bienvenidos a Grecia”.
Dijo en un inglés tan bonito que Mark se volteó a otra parte para que su rostro bobalicón no fuera evidente.
Avanzó hacia él con casualidad cuando los turistas pasaron por su lado y cruzó los brazos para verse como un hombre más ancho, aunque fallaba en su intento, bajo los ojos del señor Mouskouri siempre se vería “pequeño”.
—Justo mi jornada termina… ahora ¿Todo bien?
—Sí señor, todo en orden —indicó un punto del museo— ¿Consiguió el permiso para…?
—No podrían decirle que no a una eminencia —se apuntó a sí mismo— tienes suerte.
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Estacionaron el auto hasta donde se les permitía y juntos de la mano hicieron su camino a pie disfrutando del aire frío de lo que pronto sería el atardecer, de la vista del cielo levemente anaranjado y de cómo las edificaciones de la Acrópolis comenzaban a tomar forma frente a ellos.
¿Qué hacían aquí? Mark había expresado su deseo de querer visitar este sitio, pero como el día de hoy estaría cerrado por cosas administrativas, Youngho solicitó un permiso especial para un próximo estudio, cuando en realidad quería que el muchachito tuviera la oportunidad de disfrutar del sitio sin que hubiera personas cerca.
“¿Estás contento?”.
—Probablemente usted me crea loco, pero quería venir aquí… la Acrópolis tiene una vista maravillosa de Atenas, es un ícono de Grecia Antigua y no hemos podido ver el atardecer juntos aquí
—murmuró con los pómulos marcados y enrojeciéndose— desde el Partenón puede verse increíble ¿Me relataría algunos hechos históricos? —observó a su alrededor— sería lindo escucharlo hablar con tanta pasión de la cultura de su nación.
A medida que caminaban, Youngho fue hablando con mucha más emoción que cuando lo hacía con los turistas, comentando que antes había otro templo llamado Hecatompedón, que había sido destruido por los persas o sobre las escenas mitológicas antes talladas en sus extremos.
—¿En serio no te estoy aburriendo? —dijo cuándo atravesaron la entrada principal del Partenón— vamos, Mark, nadie puede entretenerse escuchando a un hombre de 29 años hablando sobre historia.
—¿Por qué no? —se apoyó sobre un pilar, Youngho casi lo estaba encerrando con su propio cuerpo— me apasiona la historia y usted es doctor en ello, premio doble.
Mark cerró los ojos cuando aquel hombre acarició su mejilla, disfrutaba de su contacto, disfrutaba de su presencia, otros podían considerar esto algo aburrido pero el sireno creía que era una cita perfecta.
Atardecer, frío, la historia como testigos.
—No sé por qué apareciste en mi vida, pequeño, pero no sé cómo voy a dejar que te vayas de ella —acarició el labio inferior, acercándose más hasta que realmente lo presionó contra el pilar— si viste lágrimas, si escuchaste mis risas, todo es gracias a ti.
—Señor Mouskouri —susurró— no quiero irme de su vida, pero…
Youngho no quiso escuchar más, la inseguridad, el temor, la imagen de Mark Lee que era bañado por los rayos del atardecer, sus labios melocotón que se movían ansiosos. Él no pudo resistirlo más tiempo.
El griego buscó la boca de ese muchacho y lo besó con tanta ternura que el otro no le quedó más que suspirar mientras era presionado, en este ángulo difícilmente alguien podría espiarlos desde la ciudad, en este ángulo sus cuerpos eran bañados con los rayos de sol, en este ángulo solo la Diosa Atenea era testigo de lo que ambos estaban haciendo dentro del Partenón, el templo que los griegos habían
levantado en su honor.
El “menor” movió los brazos hacia arriba dejando que el otro inmiscuyera las suyas bajo su ropa para tocar la superficie de su piel. Aquí no se sentía el frío del invierno, acá el exterior se estaba olvidando, solo había tentación y besos que se volvían más calientes.
Cuando Mark jadeó roncamente, Youngho se separó solo un poco para observarlo y buscar algo que le dijera que esto iba enserio. Y Mark supo en ese momento que sin importar lo que hiciera, le entregaría su corazón a este hombre, puesto que, la única forma en la que los sirenos sellaban su amor de verdad era haciendo el amor, cuando eso sucedía no había vuelta atrás, quedaban prendidos para siempre.
—Te amo Youngho Mouskouri —era la primera vez que le hablaba de esa forma tan directa— en serio lo hago.
Y fue como si realmente desbloquearan algo, como si el alma del otro hubiera tenido un sentido diferente.
Los besos contra el pilar se volvieron más exigentes y más candentes, pero no pudieron mantenerse mucho tiempo en pie sobre el enorme pilar del templo, el griego pasó un brazo para rodearlo y sujetar su espalda, para luego acostarlo solemnemente en el suelo y de paso besarlo mientras se apoyaba con los antebrazos hacia los costados.
Estaba sucediendo y ni siquiera quería pensar demasiado, la mejor manera de disfrutar las cosas era dejando que fluyera.
Como si se tratara de un ritual, el griego le quitó el abrigo que llevaba puesto para doblarlo sobre sí mismo y ponerlo debajo de su cabeza para que no se hiciera daño, después de eso se inclinó para besar y modisquear el contorno de su cuello con jadeos roncos, con palabras entre medio diciendo lo loco que estaba por él en el griego más sensual que alguna vez había escuchado salir de su boca.
Los dedos de Mark se perdían en la cabellera negra de Youngho dejando que este comiera su piel, dejando que este le quitara la camiseta que llevaba puesta para dejarlo semidesnudo, para apreciar su torso, para recorrer la superficie de su piel caliente y regar besos en todas partes.
Youngho parecía un depredador por la forma en la que estaba apoyado casi en cuatro sobre él, tomando con su boca el pezón de uno de sus pectorales y apretándolo entre sus dientes hasta sentir que Mark jadeaba más seguido y retorcía sus piernas.
—Había querido esto desde hace mucho —recorrió la nariz, olfateando entre jadeos el delicioso aroma natural que desprendía su cuerpo— Mark.
Lamió la superficie de su abdomen, sonriendo cuando sintió que se tensaba y contenía un gemido en su garganta.
Sin dudarlo más tiempo y casi en un acto glorioso, Youngho quitó la camisa que llevaba puesta, botón por botón hasta apartarla a un lado y dejar que su cuerpo fuera bañado por los rayos del sol del atardecer, que sus ojos lucieran como un color más bien miel, que sus labios casi brillaran, que se viera como un glorioso Dios dueño del Pertenón.
El sireno dejó ir el gemido cuando el otro lo atrapó bajo su cuerpo y dejó que pudiera recorrerlo completamente con las manos.
Dos hombres que se amaban besándose apasionadamente semidesnudos, dos hombres que se retorcían suavemente contra el otro dejando que la fricción empezara a tomar importancia en la situación. El griego sonrió contra la mejilla de Mark cuando sintió que algo estaba allí abajo.
—Yo también te amo —susurró contra su oreja, el sireno jadeando más pesado— yo también lo hago.
Ambos se quitaron los pantalones porque no había necesidad de llevarlo puesto, pero el mayor no iba a permitir que Mark tuviera que rozar su cuerpo en una superficie que pudiera hacerle daño, por esa razón amontonó la ropa en el suelo junto al pilar para sentarse sobre ella y dejar que Mark se sentara sobre sus muslos.
No se besaron, aún no lo tocaba, mas solo lo observó con admiración, el torso que casi tenía contacto con el suyo, con sus caderas, con sus hombros anchos, con su rostro y su cabello iluminado por algunos rayos de sol que quedaban.
—Si me sigue mirando de esa forma voy a enrojecerme.
—Eres un hombre bonito, Mark, y no tienes idea de lo feliz que me hace saber que… que te tengo acá —se acercó para besar su hombro con gentileza.
El sireno lo abrazó alrededor del cuello y dejó que siguiera besando su piel mientras jadeaba contra su oreja puesto que, Youngho tenía una mano en su espalda y la otra tomando su miembro para masajearlo de arriba hacia abajo, provocándolo, dejando que sucumbiera al placer que le estaba dando, a la sensación de sus cuerpos desnudos cubiertos por la suave briza de invierno.
Y lo masturbó con tan buen resultado que, cuando se dio cuenta que Mark podía correrse, se detuvo para besar su frente y dejar que no lo hiciera.
—Señor —gruñó mordiendo su mejilla con suavidad— por favor... señor.
Tomó su rostro con las manos y lo besó apasionadamente, sintiendo en su boca la lengua de Mark exigiendo mientras se retorcía contra su entrepierna para buscar consuelo.
No supo cómo se resbaló de la superficie del pilar del templo, pero fue ahora Youngho quien terminó encerrado entre el cuerpo de Mark y el suelo, fue Youngho quien se dejó besar en todas partes mientras respiraba agitado, fue él quien cerró los ojos cuando Mark mordió todos los rincones de su abdomen marcado antes de meter el pene en su boca y chuparlo con solemnidad.
—Oh Dios… Oh Dios Mark.
Las felaciones tomaron un ritmo más rápido y posesivo, como si Mark quisiera dejar en claro que esto era suyo, como si quisiera obtener hasta la última gota de lo que fuera que pudiera darle.
El sol se había escondido pero el cielo aún no se volvía oscuro.
Youngho tiró del pelo de Mark para indicarle que lo besara de vuelta, para así, de alguna manera se acostara sobre él dejando que su trasero quedara curvado hacia arriba pidiendo que lo estimularan.
—Cosa… bonita —murmuraba mientras tocaba alrededor de su apertura anal con suavidad— Mark, quiero… quiero hundirme tan profundo dentro de ti que pueda sacar todo lo que hay dentro de mí —Mark asintió jadeando desesperado— quiero ser cordial, quiero amarte como lo mereces, pero tú también lo sientes —ya había metido un dedo que sacaba y metía en su trasero, el otro temblaba como gelatina— estoy tan erecto y tan caliente…
—Youngho —gimió retorciéndose sobre él, podía sentir en la parte baja de su abdomen el pene de ese hombre— ahhh…
Metió dos dedos más expandiendo con cautela toda la pared a su alrededor, tragando saliva contra el hombro de Mark cuando podía sentir en sus dedos lo cálido que era.
“Por favor”.
Que Atenea lo perdonara, si es que existía, pensó el griego, porque estaba follando a su chico dentro del Partenón.
Youngho flectó solo un poco sus muslos para que Mark no se cansara en estar en cuatro sobre él, pero aprovechó el ángulo también para sostener su propio miembro y pasearlo en el espacio entre las mejillas del trasero de ese chico, tentándolo, dejando que maldijera, que jadeara una y otra vez clamando que acabara con la deliciosa agonía.
Poco a poco y tomándose su debido tiempo, el griego lo fue introduciendo dentro de él, poco a poco hasta llegar a la base.
No le importaba ser él quien tuviera contacto con el suelo, no le importaba ser él quien hiciera el esfuerzo, porque amar al muchacho así valía la pena, valía cada penetración, cada beso, jadeo o gemido.
Estaban sudando y estaba lejos de ser desagradable, Youngho había descubierto cuan delicioso era tener a este hombre sobre sí compartiendo el calor y robándose el esfuerzo del otro, pero era mucho más plácido cuando empezaba a penetrarlo rítmicamente y escuchaba el sonido que hacían.
—Oh… oh yo… oh señor —mascullaba Mark mordiendo la oreja del griego— oh por favor, por favor, por favor.
—Ahhh…
Más tarde iba a dolerle como el infierno, pero nada que no valiera la pena.
Y es que estaba siendo penetrado en un sitio sagrado y eso no hacía más que hacerlo sentir sucio y caliente. Se inclinó como podía para besarlo exigente pensando en cuánto lo amaba, en cuanto necesitaba más.
Y qué importaba que estuvieran “al aire libre”, nadie tenía la semejante vista de dos hombres follando y haciendo el amor convertidos en un nudo jadeante, nadie podía saber que estaban volviéndose más animales y exigentes, nadie podía escuchar como Mark se corría gimiendo desesperado y dejando rastros de semen sobre los abdominales del señor Mouskouri o como este después de penetrarlo tan duro, terminó haciendo lo mismo en su interior.
Nadie, más que los Dioses, habían sido testigos de cómo se desplomaron agotados después de sellar su amor.
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Nota autora:
TuT
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