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"Más allá del mar" Cap 27: No más secretos





“No puede estar pasando de nuevo”.

Moon Taeil tragó saliva mientras sus ojos iban de un lado a otro en la entrada del Coex Aquarium, el lugar donde había acordado con el guarda espaldas para que dejara a Donghyuck y su silla de ruedas.

“No puede estar pasando de nuevo… mamá”.

Llevaba más de 1 hora atrasado, las llamadas que realizaba al teléfono del sireno se desviaban porque “estaba apagado” al igual que el hombre al que le había confiado su traslado. Y, tenía todo el derecho a sospechar que algo andaba mal porque se sentía inquieto como aquel día en el que su madre había muerto.

Y nuevamente por motivos de reunirse en el mismo lugar ¿Acaso era una maldición que cargaba en sus espaldas? ¿O estaba siendo paranoico?

—Señor ¿Necesita algo?

Un hombre de mediana edad había captado su atención, era trabajador del lugar.

—Estoy esperando a alguien, tal pareciera que no ha llegado ¿Ha visto a un chico en silla de ruedas?

Cuando negó, el corazón de Taeil se encogió, había tenido esperanza que estuviera adentro conversando con las criaturas del agua de manera telepática o algo por el estilo, pero no era cierto, estaba solo.

Tomó su teléfono y llamó a su asistente más cercano, quería que le comunicara cualquier accidente de tránsito que hubiera ocurrido hace 1 hora en la ciudad de Seúl, cualquier notificación de algún robo, hurto o acto delictivo ¡Todo lo que fuera probable que hubiera pasado como para que el muchacho no estuviera aquí!

“Ya voy en el auto, señor Moon”.

Él había estado viajando y nadie le iba a quitar de la cabeza que algo o alguien se lo había impedido.

Horas después, Washington D.C, Estados Unidos.

Y había sido diagnosticado con “Estrés Post Traumático”, le habían hecho todos los estudios habidos y por haber tanto de neurología y psiquiatría, pero no habían encontrado hallazgos de alguna u otra cosa que pudiera explicar el por qué había estado despierto el sábado y el domingo sin responder cosa alguna y sin observar a su alrededor, salvo por el diagnostico ya mencionado.

El día martes llegaron, tal como lo habían dicho sus padres, oficiales de policía para hacerle la interrogación respectiva a lo sucedido aquella noche en la que fue apuñalado, pero ¿Podía decirles eso? ¿Con qué prueba podía defender el hecho que un hombre enterrara un cuchillo en su abdomen si no tenía evidencia siquiera en su cuerpo?

Fue sincero respecto a todo lo anterior, el intento de drogar a una chica con intenciones de abuso sexual, el hecho que la había defendido dejando en evidencia al sujeto, el golpe que le había propinado, su salida del club nocturno para dar un paseo por la ciudad y, luego intentar decir que le habían propinado un golpe en el vientre antes de tomarlo y lanzarlo al río.

—¿Cómo pudieron contigo si eres un marine? —dijo uno de los policías aquel día, un poco incrédulo.

—Me dieron un golpe muy duro bajo el esternón, aprovecharon ese momento de debilidad para sostenerme.

No ¡Lo habían apuñalado!

Después procedieron a explicarle lo mismo que le contaron a sus padres. En las cámaras de seguridad ciudadana se pudo ver con claridad como los hombres se derrumbaron contra el asfalto sin volver a despertar, quedando en la misma posición con la que fueron encontrados al día siguiente, sin ningún signo vital.

No podían entenderlo, aunque se barajaban teorías como un colapso por mezclar estupefacientes en el club nocturno, por lo tanto, quedaba libre de todos los cargos, no había forma que hiciera algo cuando todo sucedió cuando él estuvo bajo el agua.

—Probablemente llegaste a la orilla sin darte cuenta y caíste en la vegetación, no hay cámaras de seguridad que apunten al lugar donde te encontramos ¿Te haces una idea de cómo pudo haber sucedido?

Y en aquel entonces se quedó callado, negando con cuidado.

Hoy no tenía que preocuparse de quién iba a pagar la estadía ni los tratamientos, el seguro de las fuerzas armadas se ocupaba de eso, por lo que solo se enfocó en agradecer a los médicos, el resto del equipo de salud, dejar que lo llevaran en silla de ruedas por protocolo clínico y entrar en el auto de sus padres.

—Y ahora que saliste, quiero que solo te enfoques en descansar, en pasear con Samantha, no en pensar en el cómo saliste del río ni cualquier cosa que te haya dicho la policía ¿Sí? Eres inocente, le salvaste la vida a una chica.

Gracias papá” murmuró colocando su cinturón de seguridad, intentando esbozar una sonrisa que lo tranquilizara y lo hiciera creer que todo estaba bien, no que estaba desesperándose con una presión en el pecho, que desde que había despertado sentía que estaba al borde de una crisis emocional o que en su cabeza solo podía estar el pensamiento de que estaba viviendo una vida que no le correspondía.

“Yo debería estar muerto” tragó saliva.

—¿Te molestaría que pasáramos por el mismo puente que…? No me mires de esa manera papá, solo quiero pensar, necesito observar.

Después de debatirse si era sano para él, su padre se desvió por un camino que los condujo directamente hacia el puente Francis Scott y, aunque no podían detenerse en medio por el tránsito, aparcaron en un lugar y juntos caminaron hacia el lugar exacto donde Lucas creía que había sido herido.

Su columna completa tembló por una razón ¿Frío? El viento del invierno soplaba su cabello, el sol del atardecer apenas brindaba calor cuando tocaba su piel, sintió el abrazo de su padre y juntos (en completo silencio) observaron el paisaje que la posición les brindaba.

Los ojos del Sargento se quedaron en la superficie del agua como si un milagro fuera a suceder. ¿Vislumbraría una sombra sospechosa bajo las aguas? ¿Estaría Jungwoo esperándolo allá abajo?

Recordar la sensación de tragar incontrolablemente agua hasta ahogarlo, era aterrador, tanto para hacerlo temblar, tanto para confirmar que no había sido una ilusión.

Se volteó hacia la calle en busca de manchas de sangre, si había sido apuñalado la evidencia debía estar allí, sin embargo ¿Qué veía? Asfalto limpio, piedrecillas que se levantaban con el paso de los vehículos, nada que la policía pudiera haber reportado como evidencia.

—Lucas, te dije que no era buena idea, estás… estás llorando.

¿Qué? Se tocó el rostro y solo allí pudo sentir las lágrimas que habían caído, lágrimas que salían de sus ojos como la demostración más pura del sentimiento que tenía dentro de su alma.

Su pecho dolió tanto que tuvo que decirle a su padre que lo llevara de inmediato a casa, no haría una escena aquí, solo necesitaba su espacio para romperse de la manera más íntima, sin familia, sin amigos, sin miembros de su escuadrón ¡Necesitaba llorar por la incertidumbre que le provocaba salir vivo de esto!

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Y allí estaba él, observando como el cabello de Samantha se movía mientras ella tarareaba al preparar la cena, una danza, una imagen y una mujer que a los ojos de quien estaba enamorado podía ser la más bella, pero él, que no estaba emocionalmente unido a ella, solo podía pensar que otra persona tenía que ser la afortunada de tenerla.

Había pedido estar solo, pero ella quiso acompañarlo ¿Decirle que no? ¿Ser rudo? No tuvo las agallas para hacerlo.

Quería al menos ayudarla en algo, pero se negaba, estaba empecinada en consentirlo de alguna manera, ser dado de alta y estar en perfectas condiciones después de lo sucedido, era algo que agradecer.

—No me has dicho hasta cuando tienes tiempo libre, supongo que te darán más días por lo sucedido.

—No, no lo creo, probablemente vuelva la próxima semana, a lo más 2, el… panorama mundial no se ve tan favorecedor —susurró un “muchas gracias” antes de aceptar la bandeja, estaban en la sala de estar— tener un puesto importante también implica involucrarse lo suficiente, tomar decisiones…

Si creía que ese pequeño gesto en su labio podía pasar desapercibido, Samantha estaba muy equivocada y/o no lo conocía lo suficiente, Lucas Wong era muy bueno leyendo señales. Pero tampoco podía culparla, no estaba siendo muy positivo respecto al futuro.

¿Sería este el día?

Dio un último bocado antes de apartar la bandeja en la mesa de centro y voltearse hacia ella, porque en el fondo e independiente de lo que sintiera por ella, Samantha era una mujer que merecía algo mejor que esto.

—Lucas, no es necesario que hablemos del futuro, solo… ¿Podemos disfrutar un momento? Fuiste dado de alta hoy, pedí permiso en el trabajo.

Mientras más la veía, más se daba cuenta que no era la persona con la que quería estar. En su mente solo llegaba aquellos ojos brillantes, esos labios y esos dientes tan bonitos que se mostraban cuando Jungwoo sonreía.

La última imagen que tenía era de él enrollado sobre su propia cola, llorando desesperado poco antes que se diera cuenta que había sido descubierto, sufriendo tal vez por una pronta despedida. Luego el llanto amargo cuando había abandonado el baño y se arrastraba por el suelo para alcanzarlo después de ser rechazado, después de haber sido herido por su cuchilla, después de ver sangre escurrir de su aleta.

Se paró de inmediato con la sensación que su pecho iba a estallar de nuevo, pero se volteó a ella reuniendo toda la fuerza necesaria para hablarle desde el corazón, porque era algo que ambos necesitaban.

—Samantha.

—Lucas, no ahora…

—Es que debo hablar algo contigo.

—Eres especialista en arruinar estados de ánimo ¿Lo sabes?

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—Es la cuarta ronda, cariño, ni siquiera las pruebas militares han sido tan exigentes conmigo —rodeó un poco para que Jungwoo cayera sobre el colchón y así observarlo mejor— creo que es hora de hablar, sobre todo, porque, aunque quisiera tenerte bajo mío toda la vida, no puedo desligarme de mi vida en América.

—Usted… usted sí que sabe cómo arruinar un estado de ánimo, señor Wong.

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Y aquellas fueron tan similares a las que alguna vez le dijo aquella criatura, que quiso sonreír de frustración mientras la muchacha arreglaba su cabello y luego jugaba con sus dedos sin querer observarlo directamente a los ojos. ¿Esto sería así verdad?

—¿Realmente quieres estar al lado de un hombre que apenas puede dedicarte tiempo? —ella tensaba su mandíbula— puedo salir de misión de nuevo por otros meses, mi vida será así, ir y venir para servir a mi país ¿Qué clase de relación tendremos?

Samantha sujetó algunos pliegues de su pantalón para tener el valor de hablar luego de pensar en palabras adecuadas que expresaran lo que realmente sentía. Pero dolía, demonios, cómo dolía pensar en lo que siempre quiso evadir.

—Lucas, he dado mucho por ambos para hacer que esto funcione, he puesto esfuerzo en cada aspecto, pero las relaciones son de 2, fui yo quien trató de contactar todo el tiempo que estuviste en Grecia, fui yo quien pidió permiso en el trabajo para poder acompañarte hoy y estos días, pero… estoy cansada de pretender que esto está bien —su voz se quebró, aun así se negaba a derramar lágrimas— me preguntas a mí si quiero estar al lado de un hombre que apenas me dedique tiempo, cuando la pregunta debiese ser si tú quieres seguir con esto.

Lucas se sentó al borde de la mesa de centro antes de estirar las manos y sujetar las de la muchacha, un gesto que ella no rechazaba, pero un gesto en el cual tampoco ponía demasiado esfuerzo por mantenerlo, solo se dejaba guiar, como un animalito de matadero que camina sabiendo que va derecho al final de un ciclo.

Eres incluso desagradable para terminar cuando me esforcé tanto hoy” dijo apenas en un hilo de voz.

—No puedo llenarte de palabras dulces que representen la mujer que eres, Samantha, porque sería colocar miel a una herida profunda… pero te estás engañando a ti misma y sé que lo has hecho por mucho tiempo —tragó saliva, odiaba ser el cruel de la historia— …y… es cierto, no puedo seguir en una relación contigo, no puedo estar en una relación con alguien cuando apenas sé cómo no volverme loco… esto… se acabó.

Era evidente que Samantha trataba de sujetar su ropa para encontrar la fuerza suficiente y no romper a llorar, porque no importaba la situación, una mujer merecía su orgullo, amaba a Lucas Wong, amaba su forma de ser antes que las fuerzas armadas consumieran su personalidad, pero también se amaba a sí misma.

Él trató de apoyar una mano en su hombro, pero ella lo movió de inmediato para mirarlo con el ceño fruncido y los ojos húmedos. Lucas se sintió incapaz de decirle la verdadera razón por la que esto se acababa, quizás terminaría de dañarla mucho más si escuchaba que era gay, quizás aún era demasiado cobarde para verbalizarlo a quien no fuera Jungwoo.

—Una vez que esto se acaba, lo hace para siempre, no hay vuelta atrás Lucas Wong.

—Será lo mejor para ambos, te mereces a alguien que realmente te de la atención que te mereces y yo no puedo hacerlo, nunca pude hacerlo.

Tuvo la tentación de abofetearlo, de infringirle un poco de dolor para que supiera cuanto a ella le dolía esto, pero su parte racional sabía que eso estaba mucho más que mal así que se paró del sofá, dio grandes zancadas para tomar su bolso y salió del departamento dando un portazo tan fuerte que podía llamar la atención de otros vecinos.

Si iba a llorar lo haría en la privacidad de su auto o en la comodidad de su habitación. Boba, boba, boba ¡La distancia que tomó Lucas en Grecia debió ser la señal que había pedido para saber qué rumbo tomar con esta relación! Él no la amaba ¡Nunca lo hizo!

Y cuando él estuvo solo, caminó a su habitación quitándose toda la ropa durante el camino, sintiendo que su rostro se mojaba seguramente con lágrimas y el sudor de la ansiedad, para luego entrar al baño que tenía, abrir la llave de agua caliente y caer sentado en el suelo de la ducha adoptando la misma posición que Jungwoo tuvo cuando se vieron por última vez.

Todo lo que podía hacer era llorar abrazando desesperadamente su abdomen.

Le dolía, le dolía como si le enterraran nuevamente un cuchillo ¿Era parte de un castigo?

Seúl, Corea del Sur.

“¡Ahí tienes y será mejor que te los comas!”.

Dentro del reducido espacio en el que se encontraba encerrado, Donghyuck pudo ver como esos humanos lanzaban pequeños cangrejos vivos desde una cubeta, cangrejos que se sumergieron en el agua y que se agruparon entre sí para observarlo llenos de temor cuando cerraron el baúl.

Si su majestad necesita alimentarse, podemos sacrificarnos por usted, el hijo de nuestro señor Poseidón no puede pasar hambre”.

Demonios, la verdad es que sí tenía demasiada hambre, pero ¿Qué lo diferenciaba de los otros animales del mar? ¿Qué podía comunicarse con los humanos? ¿Qué su apariencia se parecía a la de ellos?

Puso la cabeza de lado y negó dejando que las lágrimas salieran de sus ojos, las que claramente pasaban desapercibidas.

“Estamos en igualdad de condiciones, ambos hemos sido cazados por el hombre, no puedo comerlos… no se lo merecen”.

No.

Después de un momento los cangrejos se miraron entre sí, para luego temblar y dejarse llevar por la liviandad de sus cuerpos hacia la superficie del estrecho baúl, muriendo instantáneamente cuando decidieron que el acto de bondad del príncipe merecía ser recompensando.

Donghyuck supo leer sus intenciones y sabía, aunque se negaba a ello, que no podía desperdiciar el sacrificio de entregar sus vidas por él, así que, con su mano temblando, acercó uno a uno los cangrejos y se los comió llorando. No quería, no quería hacerlo ¡No quería sentirse ruin!

Su padre debía recibir a esas criaturas en el “Más allá” del mar.

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—No me interesa ¡No quiero nada más contigo!

Cortó la llamada dejando a su ahora ex novia con las palabras en la boca, porque no podía soportar más su voz, su exigencia, sus caprichos, la necesidad de atención constante y cualquier cosa que una pareja normal hace cuando ahora él apenas podía enfocarse en sí mismo.

¡Había llamado 13 veces esta mañana para saber qué le pasaba!

Agotado se sentó en el sofá de la sala de estar y miró sus manos, las que, por supuesto, no podía controlar del todo ahora que temblaban después de una noche sin dormir.

La búsqueda había sido infructuosa, sin accidentes o estación de policía donde pudiera encontrarlo, ningún robo que se le acercara, revisar cámaras de seguridad tomaría tiempo para dar con el recorrido completo del vehículo que había transportado a Donghyuck, por lo que por ahora podía decir con seguridad que el sireno había sido secuestrado.

El teléfono sobre la mesilla de centro empezó a moverse y sonar, por el tipo de tono sabía que no era su ex novia, así que estiró la mano y contestó con cansancio.

—Papá.

—No sueles faltar al trabajo, hijo… no cuando estamos en medio de acciones importantes con Samsung. Hoy había reunión… ¿Qué sucedió? —el silencio absoluto desde el otro lado le preocupó, ni un atisbo de respiración, ni una sola palabra— Taeil.

El muchacho negó lentamente antes de acostarse de lado en el sofá y tener la imagen de su madre en mente, la promesa de cumpleaños, la visita que nunca se concretó al acuario ¡Las sirenas que serían descubiertas por ellos!

Sus ojos se llenaron de lágrimas abrazándose a sí mismo y aunque trató de hablar sin delatarse, la voz terminó por quebrarse.

—Le pedí a un amigo que nos reuniéramos ayer en el Coex Aquarium y… —jadeó— y no apareció.

—Taeil ¿A qué clase de amigo le importa salir a un acuario? —se tomó un par de segundos, desde el otro lado de la línea movió los dedos sobre su sien cuando una idea pasó por su cabeza— ¿Estamos hablando de otro tipo de amigo?

Moon Taeil pensó en la sonrisa silenciosa de Donghyuck, en sus ojos brillantes, en su perfil cuando escribía en su teléfono, el cómo disfrutaba de cosas simples como los paseos al lado del río.

Y su estómago dolió porque no sabía que esos detalles eran más dolorosos, un dolor que solo su alma parecía reconocer.

—¡Maldita sea Moon! ¡Mi mamá murió el día que quiso reunirse conmigo en el acuario! ¡Mi amigo ha sido secuestrado el día que me pidió ir al acuario! ¡¿Quieres que me sienta dichoso?! —siseó de dolor— ¡Si realmente me conocieras papá sabrías lo que significaban los acuarios para mí!

Al otro día, sábado 25 de enero 2020, Atenas, Grecia.

Si pudiera enumerar las cosas que le gustaba de su vida, varias de ellas estaban sucediendo en este momento.

Estaba teniendo un orgasmo arrebatador mientras el hombre que amaba llenaba de pequeños besos su rostro diciéndole que se veía “exquisito” de esa manera, estaba retorciendo los dedos de sus pies mientras sus tobillos se apoyaban en la parte baja de la espalda del señor Mouskouri, quien había logrado correrse primero penetrándolo tan arrebatador que la cama nunca paró de crujir, hasta acabar.

Casi tuvo un segundo orgasmo consecutivo, el griego lo había mirado con la ceja alzada y con sus ojos más rasgados cuando los entrecerró antes de inclinarse y lamer el pequeño rastro de semen que había quedado en su abdomen. Algunos podían considerarlo grotesco, pero al sireno lo ponía mucho más que excitado.

—Vas a necesitar lidocaína —rio contra su frente.

—Youngho —llamarlo por su nombre se sentía tan empoderado que se sonrojaba, al griego le encantaba— ya no me duele, en serio.

—Quizás no tuve la oportunidad de ser yo mismo, que ahora que te tengo a mi lado no hay momento que no quiera… amarte —mordisqueó su cuello, el sireno se reía escandalosamente— vamos a ver si te sigues riendo cuando te descubra en la cocina y… te ponga en cuatro sobre la mesa.

Oh no, se estaba poniendo duro otra vez.

Pero no había tiempo, estuvieron gran parte de la mañana haciendo el amor y no existía cuerpo mortal que aguantara tanto tiempo sin comida después de gastar tantas calorías. Podían tener una colación antes de preparar el almuerzo ¿Cierto?

—Qué lindo se siente expresar las emociones —suspiró caminando al baño para ducharse— supongo que no quieres bañarte conmigo, siempre puedes… ocupar otros retretes en esta casa.

Cerró la puerta riendo a carcajadas, evitando la almohada que Mark le lanzaba al gritar su nombre, con el rostro sonrojado, con una sonrisa que se borró cuando el humano desapareció en el baño… solo él sabía que fuera de toda broma, la causa que le impedía ducharse con Youngho no era para nada graciosa.

---

Antes no trabajaba los fines de semana, pero como estuvieron tanto tiempo cerrados al público el año pasado por lo del terremoto, querían recuperar un poco de la inversión y eso incluía personas que conocieran las exhibiciones del museo y la historia griega como la palma de su mano, es decir, Youngho Mouskouri.

Hoy después del trabajo se reunirían a cenar y mientras eso no sucediera, aún, Mark ocuparía el tiempo en ordenar su cabeza y tratar de trazar un camino en su historia para ordenar el desorden en el que se había convertido.

Se acomodó sobre la arena dejando que sus pies descalzos jugaran un poco con los granos de ella, tomando todo el olor que desprendía la briza marina, tomando todo el calor que los rayos de sol en este día de invierno le podían dar.

—¿Qué tan egoísta debo ser como para disfrutar del amor cuando mis amigos no pueden hacerlo? —su dedo se movía sobre la arena trazando un camino— ¿Qué tan egoísta debo ser para quedarme al lado del señor Mouskouri?

Tenía que buscar a Jungwoo, tenía que saber la razón del porqué Donghyuck no contestaba sus llamadas, tenía que hacer tantas cosas que la angustia lo agobiaba, muy bien sabía disimularlo.

Y de pronto su teléfono comenzó a sonar sacándolo del trance en el que se encontraba sumido, miró la pantalla, sin embargo, no se trataba de un número conocido, no era de este país. No dudo más tiempo para contestar.

—¿Diga?

—¿Mark? ¿Mark Lee? —no había utilizado un acento griego o de alguien que supiera hablar inglés, era coreano— ¿Eres tú?

Trató de pensar en tantas personas, cuando recordó ese tono de voz y a esa persona.

—Moon Taeil —tragó saliva, trataba de no sentir ira— ¿Qué es lo que sucede? ¿Es sobre Lee Donghyuck?

—Mark —hablaba como si le doliera el cuerpo, o quizás algo mucho más profundo, como si su alma estuviera “destrozada” — yo sé… sé que eres un sireno, descubrí a Donghyuck en su departamento prácticamente muriendo hace muchos días atrás y… nos hemos convertido en buenos amigos.

Era como si le contaran la misma historia del pasado, solo que con algunos cambios del tiempo presente.

El sireno miró inmediatamente el mar y luego a sus costados, las personas no tenían la capacidad de escuchar con tanta distancia, las personas más cercanas a él estaban muchos metros lejos suyo. Apretó el teléfono tratando de no maldecirlo.

Si supieras” susurró. ¡Si tan solo supiera todo lo que su mejor amigo había sufrido por este hombre!

—Moon Taeil, por favor anda al grano, mi corazón está inquieto, qué es lo que pasa.

—Antes de ayer en la noche secuestraron a Donghyuck.

Entre lágrimas y voz casi ahogada, aquel humano le explicaba todo lo relacionado al encuentro en el acuario, en el significado que tenía para él, una breve historia de lo de su madre, en el esfuerzo que estaba poniendo para reunir los videos de las cámaras de seguridad en la ciudad, pero no estaba listo y no lo estaría hasta dentro de los siguientes días.

“¡Ya no sé qué hacer! No he dormido desde entonces, casi no he comido…”

—¡No podías confiar el traslado de él a otra persona! ¡No cuando no puede hablar! —ya estaba de pie temblando, si tuviera comida en su estómago ya habría vomitado— ¡¿Eres un imbécil?!

—Necesito de tu ayuda —a pesar de escuchar que lloraba desesperado, Mark se sentía demasiado molesto como para dejar que el sentimentalismo le ganara— tengo que encontrarlo, no podría perdonarme que le hicieran daño.

—Moon Taeil, si supieras toda la verdad… si tan solo supieras lo que él… —no, no podía revelar la verdad de su amigo, él no lo querría así— mierda ¡Mierda! —pateó la arena en un intento fallido por desquitarse— sigue rogando así, sigue rogando porque Donghyuck no merece nada de lo que le puede estar pasando.

—Mark, por favor…

El muchacho miró el cielo con los ojos húmedos, sus dos mejores amigos estaban desaparecidos mientras él disfrutaba de la tranquilidad que le brindaban los brazos del señor Mouskouri.

Era el peor de todos.

—Solo dame un día para llegar allí, más te… más te vale que no le quiten la vida Taeil porque vas a lamentarlo cada segundo.

No quiso escuchar explicaciones o lamentos, cortó apenas tuvo la oportunidad de hacerlo para terminar derrumbándose en la arena, jadear como si el aire fuera insuficiente y mordisquear sus labios pensando en cómo iba a decirle al señor Mouskouri que debía irse, en cómo iba a apartarlo de su lado sin herirlo.

Había venido aquí a tener inspiración, pero no había tiempo y la verdad le dolía, porque sabía que había llegado el día en que las cosas no iban a tener un felices por siempre, en el que su historia de amor iba a quebrarse como la de sus dos amigos.

Miró sus manos, había disfrutado tanto tiempo en su burbuja apartando la idea de decir la verdad, que cuando esto llegaba de golpe, se sentía ahogado y desprovisto de toda seguridad.

Pero esto no era sobre él, esto era sobre la existencia de sus mejores amigos.

—Mark.

Escuchar esa voz lo hizo temblar de miedo, pero también levantar la mirada hacia el frente donde lo vio sentado de piernas cruzadas, con los ojos tristes, con su cabello verde despeinado, con los ojos claros y con ropa que no era la que había usado cuando trabajo para él.

Y ni siquiera tuvo que decírselo, porque su aura se sintió fuerte, la identificación de su existencia como si la tuviera escrita en su frente para él, algo que solo una criatura mitológica pudiera reconocer.

Hijo de Hades.

Empezó a temblar, a esta altura no sabía si de miedo, de ira o de ambas.

—No voy a dar explicaciones porque no hay tiempo, pero sí, soy hijo del Dios del inframundo y voy a lamentar cada día haberte engañado, Mark… pero necesito que me mires atentamente, el tiempo se acaba.

—Vete, por favor vete… ¡Vete!

Kai se inclinó apoyando la cabeza en la arena, sus hombros temblando, las manos sobre su cabello, dedos que se enterraban desesperadamente en su cabeza.

Al levantarse se podía ver su rostro con lágrimas oscuras, algo le estaba doliendo.

—Traté de protegerlo todo este tiempo de mi padre, pero ya no puedo hacerlo más… traté de apartar a Andreus de estar bajo la mira de Hades, pero me ha descubierto y solo es cosa de tiempo para que se desate una disputa por ese pequeño niño —ahora lloraba lleno de amargura—hice todo lo que pude… por favor, perdóname.

Y fueron tantas las preguntas que se formularon en su cabeza, tantas respuestas que Kai le hubiera dado, aunque ninguna de ellas fue escuchada, aquel hombre desapareció en un abrir y cerrar de ojos dejando el calor de las llamas que se habían formado.

Andreus corría peligro… ¡Andreus corría peligro y debía advertirle al señor Mouskouri de ello!

Tomó su teléfono para llamarlo, aunque, como si el otro lo hubiera sabido, lo estaba haciendo él.

Su voz inestable le pedía que le dijera el punto exacto en el que se encontraba, Mark quiso hablar, pero este le gritaba que le dijera dónde estaba.

Todas las alarmas de su cuerpo empezaron a encenderse después que cortara la llamada, mirando entre el camino delante suyo y el mar tras su espalda, temblando, respirando tan rápido como los latidos de su pobre corazón. Ni el viento congelando sus mejillas, ni los rayos de sol que apenas quedaban en el cielo, nada lo podía preocupar.

Y después de un par de minutos cuando el auto del señor Mouskouri estacionó abruptamente en la costanera, aquel momento en el que se bajó, lo buscó con la mirada y lo identificó, es que Mark empezó a llorar desesperado.

No había duda de que Youngho había recibido alguna llamada, su rostro estaba enrojecido al igual que sus ojos de tanto llorar abatido en el camino hacia acá. Pero no era solo esa imagen la que quebraba al muchacho, eran los recuerdos, era cada momento en el que hicieron el amor, en el que se miraron con ensoñación, en las risitas de Andreus, en sus dibujos, sus abrazos, sus ojitos, la familia Mouskouri, todo eso.

Nada de lo que iba a volver a tener.

Perdóname, por favor, perdóname… perdóname”, pensaba, “Perdóname, perdóname mi amor”.

—Mark, Mark —corrió hacia él y lo abrazó, llorando también junto con él— ¡Mi hijo se está muriendo!

Selene lo había llamado para decirle que habían encontrado a Andreus abrazando a su oso de peluche, inconsciente y con los labios violáceos, que lo estaban llevando en el vehículo a la sala de emergencias del hospital más cercano, pero no sabían la razón. Youngho le había preguntado un poco fuera de sí si acaso había ingerido alguna cosa, si se había intoxicado, si había sido expuesto a cambios de temperatura, alguna cosa extraña ¿Fiebre?

No lo sé, Youngho ¡Lo había acostado en su cama después de jugar con él! ¡Había estado muy bien!”.

El sireno lo abrazó con tanto afecto que tuvo miedo de asfixiarlo, recorriendo su cabello oscuro, su espalda ancha, deshaciéndose con él mientras lo escuchaba llorar, el último abrazo. ¿Y el último beso? Tomó su rostro sin previo aviso y lo besó apasionadamente, pero un gesto que apenas duró un poco antes que el griego lo mirara desconcertado.

—Escúcheme señor Mouskouri, no pierda tiempo tomando su vehículo, llegará mañana, no pierda tiempo tomando un vuelo, probablemente se tarde en encontrar un vuelo disponible a Alejandrópolis… —sostuvo su mano derecha y besó cada nudillo, lamentándose por lo que iba a suceder— yo puedo ayudarlo para que llegue allí de forma inmediata.

—¿Mark? Mark ¡Este no es momento para…! ¿Qué estás diciendo?

El muchacho se desprendió de cualquier tipo de contacto antes de levantar su mano y mirarla, era un caos, pero era ahora o nunca.

Comenzó a correr hacia el mar sin mirar atrás, sin importarle que hubiera algún turista metros a la redonda, el viento soplando más fuerte, las olas del agua parecían más violentas, como si le gritaran que volviera a su mundo, como si un reloj de arena se hubiera quedado sin granos en la parte superior diciendo que el tiempo se había acabado.

La fuerza en su brazo fue tal que le dolió, pero una fuerza necesaria que lo volteó. Youngho lo había alcanzado, parecía extrañado ¡No iba a soltarlo!

—No actúes raro, Mark, no es tiempo para locuras ¡¿Qué estás haciendo?! Tengo que ir a Alejandrópolis, vas a venir conmigo, Andreus me necesita… ¡Andreus te necesita!

Como si hubiera sido una bofetada, Mark se desprendió de esa mano violentamente, nada iba a ser de la manera que espero contarle.

—Y aunque me duela mi corazón no puedo… no podré ir con usted, porque… porque mis mejores amigos desaparecieron y yo… yo he estado mucho tiempo disfrutando de usted, de lo bueno que ha sido conmigo, olvidando mi mundo, olvidando dónde pertenezco —quiso retener el llanto, pero fue imposible, se quebró por completo— dígale a Andreus que lo amo con cada parte de mi ser… que me perdone ¡Que me perdone no estar para él! —golpeaba su pecho, gritando— ¡Pero tengo que salvar a mis amigos! ¡Tengo que dejar de mentirle a usted!

¿Mentirle? ¿Sus amigos desaparecidos?

Quieto como una figura de piedra, el griego miró cada paso que ese muchacho dio mientras retrocedía hacia el mar, un mar iracundo y que no iba a perdonar a alguien que no supiera nadar.

Trató de abrazarlo para evitar que cometiera una locura, pero el muchacho alcanzó a caminar un par de segundos dentro del agua antes de que su ropa fuera deshaciéndose mostrando su torso desnudo, antes que pequeñas franjas apareciera en los costados de su cuello, antes que se sumergiera por completo en el agua y desapareciera.

—¡Mark! ¡Mark!

No alcanzó a avanzar tampoco, las olas retrocedieron un par de metros dejando entre su espuma blanca la figura de Mark… convertido en una especie de “sirena”, con una cola tornasol que terminaba en dos enormes aletas, con branquias en su cuello… con el cabello rubio.

Y de inmediato pensó en el dibujo que su hijo le había obsequiado el día que se despidieron cuando se devolvió a Atenas. Pero no pudo decir nada ¡No podía decir nada porque estaba horrorizado con ESO!

Mark se apoyó en sus manos y lo miró esbozando una amarga sonrisa, su rostro era una mezcla patética de agua, arena y lágrimas.

—Ahora que sabe esto —se miró a sí mismo— puedo decirle que le pediré a los Dioses que lo lleven con Andreus.

—No me toques ¡No me toques! ¡No me toques!

Aquella criatura negó sollozando.

—Te amo Youngho, gracias… por albergarme en tu corazón, simplemente gracias mi amor.

Y aunque aquel humano quiso moverse, solo pudo ver como Mark lo hizo antes con la siguiente ola, sumergiendo sus brazos, su cabeza y dejando que la última imagen que pudiera tener de él fueran aquellas bellas aletas que desaparecieron al igual que el sol desaparecía exactamente en el horizonte.

Abrió la boca para decir algo, pero bajar la vista fue peor, porque terminó arrodillado sobre la arena empapada observando el par de zapatos de cuero que él mismo le había regalado en su primer encuentro.


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Ay weyyyyyy y todo se descontroló jojo

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