"Más allá del mar" Cap 28: La disputa de los Dioses
- TrinidadVictoria
- 8 abr 2020
- 17 Min. de lectura

Cuando sostuvo aquel par de zapatos de cuero con su propia mano derecha, todo su cuerpo se sintió mucho más liviano y mucho menos sensible, como si no le perteneciera, como si no estuviera aquí en la playa.
Quiso pararse, pero fue imposible, la incapacidad de controlar su cuerpo, la fuerza de un viento descontrolado moviendo las aguas del mar para crear, probablemente, la ola más grande que había visto en su vida, una ola que se alzaba sobre él con la intención de cubrirlo por completo.
Youngho sabía que no iba a salir vivo de esto, que el tsunami lo arrastraría y llenaría hasta el último rincón de su cuerpo con agua. Abrazó el par de zapatos de cuero contra su pecho, pensando en una fracción de segundo que su hijo lo perdonara por irse antes de este mundo, mas, cuando cerró los ojos creyendo que esto era el fin, la voz de un hombre susurró en su oreja “regresa donde perteneces”.
Asustado abrió los ojos encontrándose en la misma posición, solo que ahora estaba en el césped frente al Hospital General de Alejandrópolis, el mismo que hace tiempo atrás tuvo a su hijo en riesgo vital después del accidente de tránsito con Nicéfora.
Mark le había dicho que le pediría a los Dioses que lo trasladaran, y había cumplido, había utilizado los zapatos como un medio para ello.
Quería llorar por eso, llorar por lo que había visto, llorar por la mentira y también por lo que había perdido, pero su hijo estaba primero y no iba a desaprovechar la oportunidad que le daba el destino de acercarse.
Corrió tanto como pudo hacia la entrada mientras marcaba a la primera de sus hermanas que le apareció en pantalla.
“Estamos llegando al hospital”.
¿Cómo podía responder al hecho de estar aquí, cuando Atenas en realidad estaba a 800 km, casi 8 horas en auto? Podía inventar una excusa, algo así como que había viajado de sorpresa y que la llamada que había recibido fue cuando estaba camino a casa. Nadie iba a creerle que había viajado gracias a “Dioses”.
Supo que no iba a ser nada fácil, puesto que, cuando vio llegar el auto de sus padres frente a la entrada de urgencias, sintió que perdía el equilibrio, la imagen de su pequeño Andreus envuelto en mantas sacaba a flote sus peores pesadillas y es que temía perderlo, temía perder a su razón de vida.
Y si no hubiera sido por una de sus hermanas que le había dado reanimación, ni siquiera tendría la oportunidad de observarlo.
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Flash Back
La manera en la que el pequeño rozaba la nariz contra su osito, provocó un sentimiento de extrema ternura en Kai. Vigilándolo por tantos días y tantas noches, pudo comprender el por qué Poseidón trataba de protegerlo, porque a pesar de sus 4 años y medio, era capaz de conquistar los corazones de todas las personas y los seres sobrenaturales como él,
El oso que su padre le había obsequiado, el oso con el perfume de este para que lo recordara, la señal inequívoca de que Andreus a pesar de su discapacidad intelectual extrañaba a Youngho.
Kai acercó su mano y acarició las hebras de su cabello, sonriendo suavemente cuando él también lo hizo. Si Mark por alguna razón tenía una conexión, no era el único, Andreus era absolutamente consciente de su presencia aquí, no por nada lo había dibujado, lo tenía presente.
—Vas a dormir la siesta tranquilamente y luego despertarás para cenar con la familia que tanto te ama, tienes que mantenerte firme, tu papá y Mark te necesitan así.
Lo acunó bien bajo las mantas de la cama y al girar sobre sí mismo para desaparecer, se quedó “petrificado” al ver la figura de su padre allí parado, observándolo con los brazos cruzados y una inexpresividad que aterraba hasta el más fuerte de los seres mitológicos.
—Puedo explicarlo —balbuceó.
Hades estaba aquí ¡Hades estaba aquí!
—Necesito que lo hagas, Kai y que haya una razón lo suficientemente buena como para atreverte a desobedecer las órdenes del Dios del inframundo ¡Tu propio padre!
Aquel hombre miró hacia atrás al niño, este parecía percibir dentro de sus sueños el peligro del ambiente, sus cejas se fruncían, incluso sus manos se sostenían con mayor fuerza al oso de peluche.
Hades percibió algo familiar en ese niño, pero no sabía decir qué, algo único. ¿Así que era él, el alma que había sido destinada a su mundo y la que Poseidón había interceptado?
—Las cosas cambian cuando eres testigo de lo que significa el amor… eso es lo que Andreus Mouskouri me ha enseñado… amor —rascó su barbilla pensando en Mark, él lo odiaría a pesar de todo— yo vine destinado a encontrarlo, me convertí en humano y me moví con las personas correctas para llegar donde este muchacho, pero no pude hacerlo —gimió antes de mirar a Hades— es un niño de apenas 4 años ¿No puedes tan solo dejarlo pasar esta vez?
El Dios del inframundo desplazó hasta la cama para mirarlo más tiempo, las largas pestañas de Andreus, sus ojitos levemente rasgados, su apariencia le hacía recordar a alguien importante.
—No puedo permitirlo, Kai, él no es la excepción a la regla… si lo permito ahora, significa que permitiré que las almas vayan donde quieran y el mundo no se rige así —frunció el ceño— muchos niños han muerto a lo largo de la historia de la humanidad, Andreus Mouskouri debía ser uno de ellos, ni siquiera debió sobrevivir a ese accidente… no por la intervención de Poseidón.
—No eres el Dios de la muerte, eres el Dios del inframundo, tú no decides quien muere y quién no.
—¡Pero soy el amo del mundo de aquellos espíritus terrenales que abandonan esta vida! —tomó la barbilla de Kai con fuerza, Hades tenía 2 metros de altura en este momento— y tú traicionas tus ideales, traicionas a tu padre ¡Me engañaste!
El pequeño griego se retorció más contra el oso, susurrando “papá” y susurrando el nombre de Mark, sudando, jadeando.
Los dedos de Hades emitieron un pequeño destello de fuego cuando sostenía a su hijo, dejando marcas como si lo quemara, provocando dolor cuando Kai ni siquiera debía sentirlo.
“Dime qué estás ocultando” masculló el Dios.
—Fue el propio Poseidón que me pidió llorando que no me lo llevara, es… es por eso que no he podido hacerlo, solo… solo me ha pedido tiempo.
Hades no era el Dios malvado y vengativo que todo el mundo confundía, solo quería hacer justicia con el alma que se le había robado ¿No habían acordado entre los hermanos que a cada uno se le sería asignado un dominio? ¿Acaso Zeus, Poseidón y Hades no habían dicho que nadie se metería con el otro sin su permiso?
—No voy a perdonar la traición que has cometido, Kai —rechinó los dientes— ¿Poseidón quería tiempo? Entonces voy a dárselo bajo mis condiciones —una víbora blanca envolvió el cuerpo de su hijo para que fuera incapaz de intervenir en cualquier cosa mientras este se sentaba al lado de Andreus— no es culpa tuya, pequeño, lo que hacemos los grandes Dioses… pero tú debías llegar con tu madre, no haber sobrevivido —descansó una mano sobre el pecho del niño, impidiendo que pudiera respirar— el reloj de tu destino está por acabar, vamos a ver qué hará Poseidón en su lugar.
Fin Flash Back
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Las horas habían pasado, las suficientes para que las cosas empezaran a tener solo un poco más sentido, pero incluso con todas las explicaciones, los Mouskouri no entenderían la razón por que el niño había tenido un paro respiratorio que lo llevó al paro cardíaco, cuando había estado en excelentes condiciones al quedarse dormido en la cama.
Youngho apoyó la espalda en una de las paredes de la sala de espera para arrastrarse por ella y sentarse tal cual como cayera, sintiendo como si dentro de su pecho se desgarrara algo, como si fibras calientes envolvieran su corazón y lo quemaran a gusto.
Inclinó la cabeza hacia atrás y dejó que su cuerpo vomitara los sentimientos que lo estaban matando, escuchándose dentro de esas paredes el llanto desolador de un hombre que estaba desesperado, de alguien que estaba volviendo a sus pesadillas, de alguien que deseaba intercambiar lugar con su hijo y ser él quien estuviera internado en Paciente Crítico.
Evadine, Isadora y Selene se acercaron inmediatamente para cubrirlo, conteniéndose de llorar, preocupándose únicamente de brindarle cariño al hermano mayor más increíble que unos padres pudieran haber escogido. Alguien dispuesto a darlo todo, alguien que sufría y gritaba viviendo las horas más críticas del pequeño.
Andreus había sido trasladado a la Unidad de Paciente Crítico Pediátrica y, como su cuerpo era incapaz de respirar por sí solo, estaba conectado a un ventilador mecánico invasivo que hacía el trabajo. Pero los pronósticos no eran alentadores, muy por el contrario, la falta del suministro adecuado de oxígeno antes de llegar al hospital podían dejarlo en estado vegetativo, si es que no fallecía antes.
—No lo merece, mi bebé no merece nada de esto —prácticamente se ahogaba en su llanto, dejaba todo el miedo salir— soy la peor mierda ¡Soy la peor mierda!
—Eso no es cierto, hermanito —Evadine sostenía su rostro, él no la estaba viendo— no es culpa de nadie… nunca la ha sido.
Las palabras eran como un puñado de ceniza que caían a un estanque de agua, desaparecían, no eran obtenidas, nada más que el calor de un abrazo podían sostenerlo.
Primero la noticia de su hijo y luego el último beso con Mark que… ¡Se había convertido en sirena!
Apoyó el rostro en el hombro de Isadora, dejando su mirada perdida en una pareja que se abrazaba con dolor, dejando que su mente evocara la insistencia de su hijo cuando le entregaba el dibujo de un sireno, la absoluta disposición y fascinación cuando vio por primera vez a Mark como si lo hubiera sabido desde siempre, la conexión innegable que de alguna manera todo estaba escrito.
Pero eso ahora no era relevante, su hijo se estaba aferrando a la vida como podía, eso era todo lo que debía importarle.
Domingo 26 de enero, al otro día, Seul, Corea del Sur.
Ver la orilla del Río Han que limitaba con la ciudad de Seúl fue esperanzador después de haber nadado 24 horas a toda velocidad desde Grecia a Corea del Sur, surcando océanos y nadando contra la corriente en los ríos que trazaban el país, aunque, no podía negar que de cierta manera había sido ayudado por otras criaturas como ballenas o delfines que lo dejaban descansar sobre sus cuerpos cuando se sentía agotado y cuando se enteraban que iba en una misión para salvar al príncipe del mar, hijo del Dios Poseidón y la Diosa Anfítrite.
Sentía que iba a morir de agotamiento, 350 kilómetros por hora era una velocidad casi suicida que ningún ser vivo lograba, pero él era un sireno, guardián del único príncipe heredero, dotado con características especiales concedida de forma divina, podía hacerlo… pero agotaba, mierda.
Cuando vio que estaba en la orilla correcta para emerger del agua, lo hizo.
Anfítrite se le había aparecido en forma de susurro durante el viaje para decirle que tendría una maleta con todas las cosas necesarias para pasar desapercibido entre los humanos. Él quiso expresarle su molestia ante la incapacidad de ellos para tomar las cosas en sus manos, sin embargo ¿Quién era para cuestionar las decisiones divinas?
Dejó que su cuerpo se transformara completamente bajo las pilas de un puente, luego se colocó la ropa que había encontrado, zapatos adecuados e incluso guardó documentación en su bolsillo por si su identidad era solicitada ante la ley coreana.
Solo así fue que dejó que su corazón le dijera qué hacer, qué medio de transporte usar a esta hora, seguir el instinto puro de querer salvar a su amigo y llegar a una residencia preciosa ubicada en un barrio de gente con “clase”.
Sus manos temblaron impacientes cuando tocó el timbre después de subir una escalera de piedra, no había visto a Moon Taeil desde que se comportó como un imbécil en Grecia y tampoco tenía ánimos de verlo ahora.
Tocó una vez más, mascullando su nombre y, cuando la puerta exterior del jardín fue abierta, lanzó su puño dispuesto a propinarle un golpe, un gesto que fue detenido por la mano de un hombre más alto que él, un hombre que…
—Lucas Wong… —jadeó— Pero… qué… ¿Qué haces acá?
El rostro de ese hombre se veía tan destruido que no pudo pensar en molestarse con él, incluso ambos se sentaron en un peldaño de la escalera cuando Mark se dio cuenta lo débil que se percibía.
Su cabello estaba peinado hacia adelante cubriendo su frente, suaves ojeras estaban bajo su párpado inferior, tragaba saliva de forma constante.
—Mark Lee, supongo que tú también eres una sirena ¿No es así? —asintió con cuidado, los ojos brillantes de ese humano lo hacían lucir tan desprovisto que se preguntaba dónde estaba aquel Sargento que vio en Grecia— Entonces… ¿Podrías responderme si las sirenas son capaces de hacer milagros?
—No tienes idea del alcance que tiene nuestro poder, pero para ser honestos, Jungwoo y yo fuimos dotados con cosas más allá de un sireno común por el solo hecho de ser guardianes del hijo de los Dioses del mar... ¿Por qué?
Los ojos de aquel hombre se perdieron en el final de la escalera, dejando que la primera lágrima cayera sobre su rostro, abriendo su corazón hacia lo que había sucedido y buscando una palabra de aliento en la única criatura que estaba aparentemente a salvo de esos sirenos.
Lucas empezó a relatar la noche en la que había sido puñalado, el momento en el que cayó al agua sintiendo como esta entraba a sus pulmones, sintiendo que la muerte lo estaba llamando y perdiendo el conocimiento más tarde. Sobre la repentina muerte de quienes intentaron asesinarlo, la forma en la que había sido encontrado sobre la vegetación ¡Incluso le había mostrado su abdomen en perfectas condiciones!
—Yo sé que estoy vivo gracias a Kim Jungwoo y no entiendo por qué lo hizo cuando reaccioné tan mal al hecho que fuera un sireno, nu… nuestra despedida fue tan dolorosa que —gimió secándose las lágrimas con el dorso de la mano— ni siquiera merezco que haya hecho lo que sea que hizo.
Cuando encontró el valor para interrumpir el silencio y hablar desde el corazón, Mark suspiró y lo hizo.
“Cuando un sireno se enamora de verdad, lo hace para siempre y es capaz de hacer todo para que el otro esté bien”.
—Lucas Wong ¿Por qué estás aquí? —dijo después.
Con mucho dolor, el americano respondió. Había estado internado hasta el día jueves, mismo día en el que había terminado la relación con su ahora ex novia porque era incapaz de estar con otra persona cuando en el fondo siempre había sido gay y cuando todo lo que tenía en su cabeza era Kim Jungwoo.
Pero no podía comer, no podía dormir, la incertidumbre de la vida lo embargaba, la sensación de vivir un tiempo regalado era aún más fuerte, el hecho que no había forma de poder contactar al muchacho, la angustia oprimiendo su pecho, todo el acúmulo de emociones lo llevaron a gritar el nombre del sireno frente al mismo lugar en el que había caído.
Cuando la idea de lanzarse del puente fue más fuerte que la propia razón, una hermosa mujer de cabellos dorados tocó su hombro para captar su atención, una mirada triste, unos rasgos capaces de dejar sin aliento a cualquier ser vivo, su precioso cuerpo envuelto apenas por un vestido blanco que ceñía cada uno de sus atributos. Era como un enorme ángel.
“Yo sé que buscas a Jungwoo, pero no vas a encontrarlo en ninguna parte ¿Crees que vas a solucionarlo, desperdiciando el sacrificio que hizo para tenerte vivo?”
Lucas sintió que iba a perder la cabeza, pero la mano de esa mujer sujetó su brazo izquierdo y luego sostuvo delicadamente su barbilla para tratar de entrar, a través de sus ojos, al reflejo más puro de su alma.
“Despreciaste su origen mitológico porque eres como todo ser humano, alguien lleno de miedos y de mente estrecha incapaz de mirar fuera de sí mismo, pero, en verdad, no eres un ser capaz de albergar odio, solo eres un hombre que se ha negado ser… y aunque creas que el tiempo ha sido muy corto, fue el suficiente para que Jungwoo entrara a tu corazón y te demostrara lo que es el amor… estás enamorado de él”.
Mark llevó una mano a su pecho, escuchando el relato de ese hombre.
—Estoy enamorado de todo su ser —dijo con la voz quebrada— de su cabello, de sus labios, de su sonrisa, de la… de la forma en la que me miraba en el recinto militar, de cómo me besaba cuando hacíamos el amor y… y se lo dije a esa mujer, se lo dije llorando desesperado, le dije que no sabía qué hacer y que tenía miedo de haberlo perdido para siempre.
“Mi nombre es Afrodita, Diosa del amor, la belleza y la sexualidad, el rasgo característico de Jungwoo es precisamente el amor, porque así quise que fuera cuando lo concebí al enamorarme de su padre, un sireno… él nunca supo la conexión que ambos teníamos hasta esa noche en la que lloró desesperadamente contigo entre sus brazos, a las orillas del río, clamando por ayuda de los Dioses”.
—Si es un sacrificio de amor, solo nuestra gran Afrodita es capaz de aceptarlo —dijo Mark, con los labios temblando y la angustia en su garganta— y debía amar lo suficiente a su hijo para permitirlo… —se giró para ver a Lucas, este lloraba mirándolo— ¿Conoces el dicho, un alma por otra alma? ¡¿Sabes que probablemente mi mejor amigo ni siquiera está vivo?!
Lucas escondió el rostro entre sus brazos y rasgó su cabellera una y otra vez, no iba a ser capaz de vivir con esa culpa, porque él no era merecedor de nada y tampoco concebía el castigo de llegar hasta adulto mayor recordando que alguien se había entregado por amor a él cuando este no fue capaz de aceptarlo en su condición.
“¿Por qué estás aquí?” susurró Mark, otra vez.
—Afrodita se negó completamente a decirme exactamente qué había hecho Jungwoo para salvarme, porque me dijo que me merecía ese castigo y que, si realmente yo lo había amado, si realmente quería honrarlo, entonces tendría que venir a Corea para ayudar en la búsqueda de su mejor amigo que había sido secuestrado… cuando, cuando dije que sí, depositó un beso en mi frente y aparecí en la propiedad de Moon Taeil, otro hombre que se estaba enloqueciendo por un sireno.
Su mejor amigo desaparecido, su otro mejor amigo sin un destino claro más que el único hecho que se había sacrificado de una manera por amor, Andreus luchando por su vida, la separación con el hombre que amaba.
Mark se paró de la escalera limpiando su pantalón y abriendo la puerta del jardín con cuidado. Él no estaba herido, él era el único que tenía que ser capaz de mantenerse firme para que ninguno de los pilares se cayera para siempre, como si los Dioses lo hubieran elegido para llevar la batalla de los humanos y los sirenos.
Y cuando Moon Taeil abrió la puerta de la casa, no fue capaz de propinarle un puñetazo en nombre de Donghyuck y todo lo que había pasado en Joseon, el amor por su mejor amigo era más fuerte y sabía que no querría que las cosas sucedieran de esa manera.
Solo atinó a abrazarlo y dejar que llorara contra su hombro, pensando que los humanos cometían errores por ser humanos, así como los sirenos se sacrificaban por amor al ser sirenos, y que nadie podía actuar fuera de la naturaleza que le correspondía.
—Si realmente quieres a mi mejor amigo —murmuró contra su oreja— vas a comer algo, regresarás a tu cama y recuperarás energías, todos lo haremos, Donghyuck no morirá ahora… todo esto está ocurriendo para que lo encontremos, puedo asegurarlo.
Perdón, él tenía que ser capaz de otorgar perdón.
Alejandrópolis, Grecia.
“Andreus necesita que su padre esté bien, por favor come”.
Comer sin sentir apetito era una sensación desagradable, incluso agobiante y como Youngho no tenía apetito en absoluto, solo se limitó a beber el vaso con chocolate caliente que le habían traído de la cafetería, porque al menos, así, tendría algo de glucosa y no se desmayaría.
Llevaban 1 día completo en el hospital, horas en las que se fueron turnando para ir a casa, descansar y volver, horas en las que Andreus no había presentado cambios, seguía manteniéndose estable dentro de su gravedad, y Dios, ese pronóstico tampoco sonaba bien porque en el fondo era maquillar la realidad con esperanza, su hijo estaba grave y en cualquier momento su cuerpo decidiría abandonar la lucha por la vida.
Nadie de su familia había tenido el valor para preguntarle a Youngho por Mark, porque tenían miedo de que su ausencia fuera por algo más que estar ocupado y eso, en este momento, era arriesgado, podía herirlo más. Todo lo que pudieron hacer para él fue abrazarlo, hacerle cariño, obligarlo a darse una ducha y cambiar su ropa para estar más fresco.
En aquel momento las puertas del servicio se abrieron dando paso a una enfermera.
—Solo se permite una visita por paciente —el griego se paró inmediatamente, sus hermanas y sus padres asintiendo rápido para que fuera— ¿Señor Mouskouri?
—Soy su padre.
—Pase por aquí, se recomienda usar elementos de protección personal, solo por precaución, al menos hasta saber qué es lo que tiene su hijo.
Caminar dentro de los pasillos de Paciente Crítico se sintió como si se dirigiera hacia el final de su vida o como si volviera al pasado, aquella pulcritud, aquel olor a limpieza, el sonido de los monitores, las máquinas de infusión continua y otras cosas lo hacían sentirse en una pesadilla.
Después de colocarse el delantal, guantes y una mascarilla, la enfermera lo dejó entrar a la habitación con puertas de vidrio en la que el niño estaba internado, en una imagen que destruyó al griego por dentro.
Andreus estaba intubado a una máquina de ventilación mecánica, tenía una línea arterial conectada en la muñeca, tenía otras vías conectadas, dejando su pequeño cuerpo a disposición de la labor del equipo médico, tan inocente, tan desprovisto de libertad que Youngho lloró bajo para no preocuparlo si es que lo escuchaba en su inconciencia.
Sus largas pestañas era lo que más se destacaban de sus ojitos cerrados, solo quería abrazarlo, decirle que todo estaría bien ¿Pero realmente lo estaría?
—Papá te ama —acarició el dorso de su pequeña manito izquierda— por favor perdóname si tuviste miedo y no estuve para abrazarte… pero tienes que saber que hay mucha gente que te espera, tienes que salir adelante, vas a lograrlo, todos confiamos en ti, in… incluso Mark confía en ti, Mark también te ama ¿Te acuerdas de él? —apoyó la frente en la cama, dejándose vencer por la angustia, dejando que su llanto se volviera detectable— Andreus… solo te pido que luches, por favor… sobreviviste de ese accidente, tienes que hacerlo ahora también.
Totalmente invisible al ojo humano, Hades se apareció en la esquina de esa habitación para mirar el cuerpo del niño tan invadido que incluso a él le parecía una imagen desesperanzadora.
Había accedido a los recuerdos de Kai para ver el cómo Andreus había vivido, su silla de ruedas, su lucha por manifestarse, las pocas veces que hablaba, el amor que recibía de su familia. Era amor, comprendía que era un niño amado y el tesoro de un padre que luchaba por él, pero también entendía que estaba alargando algo que nunca debió ser, eso tampoco era justo para el pequeño.
Pensó que darle 24 horas humanas y permitir que el niño estuviera en estas condiciones, incitaría a Poseidón para acercarse a él y luchar, pero no había aparecido, se estaba escondiendo como siempre lo había hecho y él debía actuar. No era el Dios de la muerte, pero tenía ciertas facultades para cobrar lo que le pertenecía.
Se desplazó con cuidado hacia la cama del niño mientras el padre lloraba, pero antes de descansar una mano en su frente, Poseidón la sostuvo con fuerza y lo hizo retroceder.
—Por favor Hades, no lo hagas.
—Poseidón —masculló soltando su mano— has cruzado los límites que nosotros mismos hemos trazado salvando la vida de este niño, manipulaste el destino a tu antojo ¿Para qué?
—Nunca comprenderías lo que es el amor.
El Dios del inframundo lo miró con el ceño fruncido, algunas personas podían pensar en él como algo horrible cuando en realidad su apariencia era bastante atractiva, por supuesto que nunca envejecía.
—La historia se ha encargado de hacerme parecer como el malvado de los Dioses Olímpicos, el aborrecido de mis hermanos ¿Pero saben los humanos tu verdadero temperamento? ¿Lo egoísta que puedes ser cuando no se cumplen tus deseos? —Poseidón sujetó su tridente con los labios temblando— y cuando yo exijo lo justo, resulta que no es bueno.
Los ojos del Dios del mar se fueron desde Youngho al niño y viceversa.
—El alma de Andreus no quiere pertenecer a este mundo, Poseidón, no puedes obligarlo
—Tienes razón, pero en algo te equivocas hermano mío… —miró fijamente a Hades— esa alma no es de exclusividad tuya.
Los ojos color miel de Hades observaron a Andreus un par de segundos sin comprender lo que quería decir, fue la mano de Poseidón la que se posó en su hombro para mirarlo lleno de autoridad.
—Lucharé por ese niño, cueste lo que cueste.
—¡¿Bajo qué pretexto?!
Poseidón tragó saliva, dejando que la verdad absoluta saliera de su boca, con la voz firme, pero sus ojos brillantes de angustia.
—No es ningún pretexto, Hades… pero, aunque quieras llevártelo no puedes hacerlo, el alma de Andreus también pertenece a mi reino porque ese niño es mi nieto —sus ojos derramaron las lágrimas que jamás había derramado antes, solo porque en su corazón el amor que le tenía era más grande que todo lo demás— Andreus es hijo de Tritón, hijo mío y de Anfitrite —descansó una mano en la cabellera de Youngho, cuyo llanto se hacía más fuerte ajeno a la disputa de los Dioses— Youngho Moskouri es Tritón, él ES mi hijo.
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