"Más allá del mar" Cap 32: Amor y vida
- TrinidadVictoria
- 21 abr 2020
- 16 Min. de lectura

¿Existía la posibilidad de una muerte encefálica después de 1 semana de ocurrido un paro cardiorrespiratorio? ¿Después de días en que los estudios neurológicos se vieron normales? ¿Andreus Mouskouri podía ser la puerta a un nuevo descubrimiento?
Era el caso digno de un estudio científico, un caso que intrigaba a la comunidad, pero ¿Cómo podían aprovecharse de ello cuando su partida significaba el dolor de una familia que se amaba? No, no era opción.
En la intervención del quirófano, cuando llegó el momento de extraer su corazón, los médicos se miraron entre sí antes que uno se acercara al rostro del muchacho y le susurrara que partiera de este mundo en paz y que estaban enormemente agradecidos por su enorme acto de amor.
Segundos más tarde, Tánatos besó la frente del niño para dar de forma oficial el paso a su muerte, liberar su alma atrapada en el cuerpo que había habitado y permitir que ocurriera el milagro de sostener las manos de sus abuelos para emprender el emocionante camino al “Más allá del mar”, lugar donde tomaría la forma que siempre quiso tener.
21:50, 5 de febrero 2020… Andreus Cristophe Mouskouri había muerto.
3 días después, 8 de febrero de 2020.
Con la yema de sus dedos fue masajeando el cabello para mezclarlo con la porción de champú que había aplicado, dejando que se creara espuma además de darle un momento de paz para Youngho, quien era la persona que estaba dentro de la tina de baño con el agua hasta la mitad de su cintura. Las ojeras en su rostro se habían marcado aún más y junto al dolor de cabeza constante, eran reflejo de las pocas horas que había dormido y lo mucho que había llorado.
Mierda, incluso podía contar con una mano las porciones de comida que había obtenido desde que su hijo había partido de este mundo.
Mark tomó la regadera, abrió la llave y enjuagó el cabello con calma hasta comprobar que no había espuma ni acondicionador, dejando que el ambiente se llenara un poco con vapor del agua caliente y volviera el ambiente más acogedor.
Tomó una toalla y la puso sobre su cabeza para ayudar a secarlo un poco, suave, con calma.
—Te amo —le susurró a Youngho, sintiendo como ese se estremecía— realmente lo hago como no tienes idea.
—¿Puedes meterte a la bañera conmigo? Necesito un abrazo.
No había una intención sexual de por medio, solo la necesidad más pura del contacto físico con el hombre que amaba, el deseo de ser sostenido cuando creía que iba a caer en un abismo oscuro y sin fondo del que no iba a salir jamás, incluso su voz había sonado inestable.
Mark dejó la toalla doblada sobre una banquilla de madera antes de quitarse la ropa e introducirse en el agua, acostándose sobre el señor Mouskouri, dejar que este lo envolviera en sus brazos como él también lo hacía y juntos observar como las piernas se le transformaban en una cola de sirena que sobresalía de la superficie del agua hasta tocar la orilla.
No ocultar su identidad y ser aceptado por lo que era, era una sensación tan bonita que incluso la garganta del muchacho se estrechaba.
—Yo también te amo, Mark —repasó su nariz sobre su cabellera rubia, un poco ondulada esta vez— y si no estuvieras aquí conmigo, si no te hubiera conocido, proba… probablemente habría aceptado morir con mi hijo —tragó el nudo tarde, sus ojos ya estaban llenos de lágrimas, otra vez— yo sabía que sería padre un día y que lo tendría conmigo poco tiempo, pero —gimió— ¿Por qué tiene que doler tanto esto?
No era una pregunta que quisiera obtener respuesta, más bien un lamento hacia la vida y sus circunstancias injustas.
El sireno acurrucó más el rostro contra su cuello y sollozó un momento, lo preciso para que Mouskouri se rompiera aún más y juntos terminaran llorando por lo bajo, abrazándose el uno al otro mientras los recuerdos del pequeño Andreus llegaban a sus cabezas.
Hace 3 días había muerto de “forma oficial” y aunque las identidades de los receptores estaban bajo confidencialidad, el niño le había salvado la vida y la dignidad a 7 personas con los órganos que había donado.
Ese día cuando volvieron a casa durante la madrugada, el vacío se sintió como un golpe de realidad increíblemente duro, Youngho se había acostado en la cama que le había pertenecido a su hijo y lloró por horas desconsoladamente abrazando su osito de peluche, rogándole a Mark que no lo dejara solo, agotándose a tal extremo que se había desplomado contra el hombro del sireno gracias al toque del Dios Hipnos, quien le dio el consuelo del sueño por un par de horas.
Desde ese día, Lucas y Taeil también hospedaban en la casa de los Mouskouri, porque su presencia era bien recibida, porque, como eran hombres que habían perdido a seres que amaban, se sentían con el deber moral de devolver a los Dioses del mar esto, una muestra de arrepentimiento, ser un hombro para quien quisiera llorar, ser el cocinero cuando nadie de ellos pudiera alimentarse, ayudar con el aseo, con cualquier cosa que fuera necesario.
—Tengo miedo cuando me lo entreguen hoy —murmuró— porque no soy fuerte y nunca lo seré.
Mark suspiró entrecortado por la angustia, porque hoy realmente era un día diferente, hoy recibirían los restos de Andreus después de decidir que la incineración era la manera más viable de darle el fin a su cuerpo para llevarlo donde quería. Y a pesar de que sus primos, tíos y otros miembros de la familia habían venido para apoyarlos en esto que era difícil para todos, ya se habían ido.
Youngho quería esparcir las cenizas de su hijo en el mar en un acto íntimo entre él, sus hermanas, sus padres y Mark. Taeil y Lucas se habían restado de eso para darles la privacidad que merecían.
—No va a ser fácil para nadie y… y dolerá porque él fue un niño muy amado —sollozaba— pero esto que duele es lo mucho que significaba en la vida de las personas que lo amaban.
El griego asintió mordiendo sus labios y besando su cabellera, era el dolor y el terror más fuerte que había experimentado.
“Prometo que cuando sea capaz de pensar mejor, sabrás en detalle la razón por la que nuestro pequeño ha llegado al Más allá del mar, él siempre perteneció allí”.
Tenía un par de ideas sobre eso, pero no quería presionarlo para que lo contara, no era importante, no cuando Youngho Mouskouri aceptaba su origen mitológico y se sentía seguro a su lado al punto que rodeaba su cola con ambas piernas y acariciaba suavemente las branquias a los costados de su cuello.
Eran más parecidos de lo que alguna vez imaginaron.
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Tenía el respaldo de la Universidad, tenía el respaldo del director del Museo de la Acrópolis, del ministro de cultura, de cientos de personas a nivel del país, de gente en sitios en línea. La noticia de la muerte de su hijo no había pasado inadvertida en Grecia y es que a fin de cuentas Youngho Mouskouri era una figura de orgullo para la nación ¡Una eminencia!
Y sabía que de alguna manera todo ese apoyo y energía positiva sería recibida por ellos, haciendo el proceso solo un poco menos difícil.
Aun así, el griego no se había equivocado. Cuando le entregaron las cenizas de su hijo en un ánfora de porcelana blanca, lloró tanto como cuando se había despedido de él en el pasillo de honor, puesto que el impacto de verlo reducido de esa manera si lo comparaba con la última imagen de él, era mucho.
Ya no más silla de rueda, no más abrazos ni caricias, sin besos, tampoco esa mirada de largas pestañas que hipnotizaba y enamoraba a cualquiera, sus risitas, su voz, su sonrisa y manos torcidas… su pequeño hijo había partido y su cuerpecito era… esto.
Eligieron vestirse de blanco porque significaba pureza como solo él mismo lo había sido y juntos de esa manera se subieron a un yate que los llevó en alta mar a un punto donde nadie podía interrumpirlos, en un horario en el que el sol empezaba a esconderse creando un efecto acogedor.
Mark miraba la superficie del agua y aunque ninguno de los Mouskouri se daba cuenta, él podía escuchar los cientos de criaturas que los acompañaban en el viaje diciendo alabanzas para el gran nieto de los Dioses del mar. Al igual que Donghyuck, sus partidas no pasaban desapercibidas para nadie.
—Me hace mucha falta —susurró Evadine— siempre será mi niño especial.
Sus hermanas y padres asintieron.
—Enterrar su cuerpo no hubiera sido una opción —murmuró Isadora— siempre dibujaba sirenas, él lo hubiera dado todo por ser una —sonrió emocionada, sus ojitos húmedos— su discapacidad intelectual se provocó por una caída al mar, pero salió vivo contra todo pronóstico… el mar lo amaba, no lo sé, pero creo que el mar realmente lo amaba.
“Realmente no tienes idea de cuánto” pensó el sireno.
A pesar de que fuera invierno y que por el horario la temperatura no fuera agradable, el ambiente era cálido y el cielo en su atardecer era más perfecto que cualquier otro día que hubiera existido.
Todos guardaron silencio por un par de segundos.
—Andreus —murmuró Evander, su abuelo, buscando fuerzas para hablar un momento— creo que no existen las palabras que puedan expresar con exactitud lo que todos sentimos por ti —mordió sus labios, Youngho lloraba en silencio mirando el mar a su alrededor— pero como tus abuelos… solo podemos darte las gracias por darnos la oportunidad de amarte desde que supimos que existías, hasta el día de hoy, de hacernos mutuamente felices y luchar cuando creímos que te perderíamos —su esposa apretó sus manos, él se quebraba— me sentí el hombre más feliz cuando tu papá llegó a nuestra vida siendo un bebé que… no era nuestro de sangre pero sí del corazón, y cuando vi sus ojitos rasgados supe que solo vendrían cosas buenas aceptándolo como mi hijo, el mismo pensamiento y amor que tuve cuando te sostuve en mis brazos el día que naciste… —sonrió sollozando— y sé que dar una despedida no es fácil, porque todo fue muy rápido, pero… de pronto siento la tranquilidad y la seguridad de que ahora eres mucho más feliz.
Mark aguantó la respiración, porque a pesar de que para el ojo humano era invisible, él como sirena sí podía ver la figura de Poseidón abrazando a Evander y, a Anfitrite haciendo lo mismo con Dione, la demostración de afecto, admiración y agradecimiento que los Dioses del mar sentían por quienes amaban a su hijo Tritón y lo cobijaron como suyo propio.
Nadie más quiso decir algo, porque se sentían débiles de hacerlo o porque creían que Evander había hablado por todos con las palabras correctas, así que solo escucharon por unos momentos el mar, observaron su superficie y el brillo de los escasos rayos solares en él.
“En cuanto las cenizas de nuestro nieto toquen el agua, las tomaremos y, al igual que sus órganos dieron vida en tierra firme, nosotros crearemos vida en altamar, los peces más hermosos que pudieron existir… porque eso es Andreus, Tritón, Andreus es amor y vida”.
Youngho los miró con los ojos llenos de lágrimas, ellos realmente eran sus padres.
“Prométanme que es feliz ¿Mi hijo es feliz en el más allá?”.
“Mi amor… Andreus se ha convertido en el sireno más bello del que hemos sido testigos, él realmente rebosa felicidad”
Entonces todo el dolor que sentía valía la pena, porque solo los vivos debían cargas con las emociones negativas, su hijo, en cambio, solo debía preocuparse de cumplir sus sueños y descansar en la dicha del “Más allá del mar”. No importaba que no pudiera verlo, no importaba si no podía oírlo, porque el solo hecho de saber que era feliz, le daría algún día la tranquilidad que no poseía.
Miró a Mark, ambos tenían los ojitos llenos de lágrimas.
—Ya es hora.
Isadora abrió un cofre que poseía pétalos de rosa, las cuales fueron obtenidas de todos los ramos que los familiares y amigos cercanos mandaron para el adiós del pequeño. Youngho por su parte abrió el ánfora antes de mirar el horizonte.
—Hasta pronto, mi amor.
Con sus manos temblando inclinó el recipiente y lo fue dejando caer en el agua mientras los demás lanzaban pétalos al mar, podía escuchar los sollozos y el llanto de los miembros de su familia, pero su atención tanto como la de Mark estaba bajo el agua donde solo ellos podían divisar como los Dioses del mar estaban cumpliendo.
Cuando las cenizas se mezclaban con el agua, cientos de peces de colores brotaban de ellas, peces hermosos como nadie los imaginaba, era una lástima que los humanos comunes no pudieran verlos porque al menos tendrían el consuelo que Andreus seguía dando vida.
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Tomó profundamente el aire cuando salió hacia el patio exterior del hogar de los Mouskouri, un aire fresco que el frío y el atardecer le brindaba, la mezcla del verde y el cielo celeste-naranja, el paisaje campestre digno de observar por minutos, tal vez horas.
Caminó disfrutando del sonido de algunas aves que aún no iban a sus nidos, hasta que una flor color durazno llamó su atención tanto así como para acercarse y olfatearla, gimiendo porque el color y el olor le recordaban a él. La observó sin detenerse, mas, pronto una mano presionó su hombro derecho, sorprendiéndolo, quizás asustándolo.
—¿Pensamientos negativos otra vez? —dijo Taeil.
—No, es… solo que esta flor me recordó a él —Lucas Wong la soltó delicadamente, siguió caminando, el coreano a su lado también— toda esta travesía, desde ayudarte en Corea hasta ver lo que le ha sucedido a la familia de Youngho, me ha servido para darme cuenta cuan equivocado estuve.
Avanzaron hasta el pequeño viñedo, la luz estaba bajando, incluso se podía divisar las primeras estrellas en el cielo.
El americano no había continuado con su relato, pero bastó un momento para voltearse y ver directamente el rostro de Moon Taeil, un rostro que se había apagado desde que salieron de Corea del Sur.
—Ninguno de nosotros parece estar bien ¿Qué piensas hacer ahora cuando todo esto termine?
—Reflexionar, pensar en todas las maneras que le hice daño a Donghyuck y en todas las formas que voy a pagar por eso… —meneó la cabeza— cuando él murió en el acuario supe que nada tiene sentido así que ya nada me interesa más que hacerle saber que lo sigo amando —cruzó los brazos delante suyo— ¿Y tú?
Lucas dejó que las lágrimas cayeran de sus ojos, sacando a flote el hombre sensible que sí era y que muy pocos conocían.
—Ordenar mi vida, darles prioridad a las cosas que realmente me importan y tener el valor suficiente para enfrentarme a mi abuelo, porque aún no supero el daño que me hizo —removió un poco de piedrecillas sobre la tierra— buscar la manera de hacer que mi vida valga la pena y que el sacrificio de Jun… Jungwoo no haya sido en vano.
Observó sus propias manos, estas se veían inestables, temblaban, enterraba las uñas en sus propios pulgares.
“Pero eso no quitara el hecho que me odie hasta el día de mi muerte por haber perdido el tiempo aquí en Grecia, haciéndolo sentir menos por mis inseguridades, cuando pude haberlo aprovechado cada maldito segundo”.
¿Sería cierto que cuando un humano se enamoraba de una sirena, también era para siempre?
—Acompañar a Mark en este lugar es parte de nuestra obligación, tanto Jungwoo como Donghyuck lo hubieran querido así, esto es… asegurarnos que su mejor amigo tenga apoyo en la partida de alguien que atesoraba —miró hacia atrás, la casa de los Mouskouri era realmente hermosa— mañana me iré, necesito tomar decisiones importantes y también darles el espacio como familia para vivir el luto como debe ser.
—Haré lo mismo, han sido personas realmente agradables… mucho, pero debo buscar mi propio camino, tengo que volver a Estados Unidos —levantó la vista al cielo con tristeza— solo espero que Afrodita lo considere correcto.
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Cuando tuvieron la cena juntos, Lucas les dio la noticia de que lamentablemente era la última noche que pasaban en esta casa, porque él tenía deberes que cumplir como miembro de las fuerzas armadas y que estaba profundamente agradecido por el cariño con el que él y Taeil fueron recibidos por el simple hecho de ser amigos de Mark.
Taeil hizo lo mismo, sus intenciones de venir a acompañarlos en este momento difícil, fue porque sentía una profunda admiración por Youngho, porque Mark había hecho lo mismo con él cuando perdió “a un ser querido”, pero no podía quedarse más tiempo, quería darles privacidad y tenía asuntos que resolver en Corea.
Partirían mañana en la tarde, los vuelos ya estaban comprados.
Youngho se quedó con ambos en una banca de madera que tenían en un sitio del campo, les había llevado café que podía ayudarlos a protegerse del frío.
—Tengo que agradecer de alguna manera lo que han hecho por mí y por mi familia —murmuraba viendo las estrellas con anhelo, los 3 lo hacían— porque, aunque no lo crean con su presencia han hecho grandes cosas, mis hermanas han tenido con quien hablar y distraerse… Selene me dijo que les contaste tus “aventuras” como Marín —Lucas sonrió muy poco, lo había hecho para mantenerlas distraídas— Taeil ha cocinado para todos… de verdad gracias.
—Nunca fuimos cercanos —dijo el coreano— pero nuestras vidas cambiaron… Mark y Lucas estuvieron conmigo para ayudarme a rescatar a Donghyuck y sacarme de la desesperación, él… él está en el Más allá, pero… pero pude decirle que lo amaba —su voz se quebró un poco, antes de retomar sus palabras— y no podía ausentarme de esto.
“Los 3 estamos enamorados de sirenos, sirenos que fueron mejores amigos y eso es suficiente para estar vinculados”.
Asintieron bebiendo café y mirando el cielo, personas que de una manera se habían enfrentado al otro y ahora se entendían por el solo hecho de sentir amor hacia una criatura mitológica.
Conversaron por un par de horas sin saber que los Dioses estaban alegres por eso, crear lazos en tiempos difíciles era parte también de los propósitos del destino.
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El griego caminó de vuelta a su habitación con cuidado tratando de no emitir ruido alguno, Mark no había aparecido en la conversación por lo que creía que podía estar profundamente dormido.
Bajó la manilla de su puerta y después de cerrarla, se giró hacia su cama, encontrándose con el muchacho sentado de piernas cruzadas y un pequeño pastel que contenía una vela. Esperen ¿Qué era esto?
—Incluso si es un momento difícil, no quiero pasar por alto que hoy cumples 30 años, Youngho —el griego sintió sus ojos humedecerse al instante, pero no dejó de acercarse, incluso imitó la misma posición del muchacho sobre la cama por lo que se tenían uno frente al otro— y que no me siento capaz de cantarte un cumpleaños feliz, porque ambos sabemos que no lo será, pero ¿Puedes hacer el honor de pedir 3 deseos para soplar la vela?
Miró el reloj en su muñeca ¡Ya era 9 de febrero! ¡Oficialmente cumplía 30 años desde su nuevo nacimiento! Y él había tenido la cabeza para acordarse de ello.
Asintió lentamente y cerró los ojos, pero él no era alguien que creyera que por decir el deseo en voz alta no se cumpliera, no después de ser testigo de tantas cosas últimamente. Sus mejillas estaban empapadas.
—El primero que quiero pedir es... que todos tengamos la capacidad de poder seguir adelante después de hoy, incluso si el panorama se ve muy difícil —sabía que estaba sollozando de nuevo, era inevitable— el segundo es que un día pueda volver a ver a… a mi pequeño y… —abrió los ojos, pero esta vez para mirar directamente a los de Mark, quien bajo la luz de la vela se veía maduro y atractivo— y el tercero es… que quiero tenerte a mi lado toda la vida, porque no hay nadie que pueda robarse mi corazón como tú lo has hecho.
Sopló la vela dejando la habitación a oscuras, escuchando el susurro de ese hombre decir “Bienvenido a los 30” antes que lo abrazara por el cuello y lo besara lentamente, tratando de transmitir a través del contacto todo el afecto que sentía por él, besar sus mejillas humedecidas y decirle que no volvería a apartarse de su lado.
Johnny comió un trozo del pastel junto a Mark y dejaron una pequeña porción al lado de una foto de Andreus, antes de acostarse y dejar que el muchacho se acostara casi encima suyo como cuando lo hacía sonámbulo, algo que ya no se repetía porque no había necesidad, dormían juntos.
—Prefiero ser honesto desde hoy, Mark, porque no quiero que haya cosas entre nosotros en este largo proceso de… sanación que apenas comienza —su voz se quebrara, lo haría por mucho tiempo más, la angustia por la pérdida era algo muy reciente— aunque mis recuerdos del pasado son muy escasos, puedo decir que soy Tritón, soy el primogénito de los Dioses del mar, hermano de Donghyuck —gimió— ni siquiera tuve el tiempo de conocerlo en profundidad, porque mi padre Poseidón reveló en mi cabeza un par de recuerdos el día que murió Andreus.
Mark apoyó una mano sobre la almohada y lo miró hacia abajo con cierta sorpresa en los ojos, sospecharlo era diferente de ser confirmado.
—¿Tritón? Y… —frunció el ceño— me siento confundido.
—Mi hermano y yo somos más parecidos de lo que creemos, porque incluso si no coincidimos como correspondía, ambos tomamos la decisión de entregar nuestra inmortalidad y condición de Dioses por amor —estiró la mano para atraerlo nuevamente a su pecho y así abrazarlo completamente— él lo hizo por Moon Taeil, yo lo hice porque Afrodita me mostró un futuro en el que iba a conocer muchos tipos de amor y solo podía acceder a él si me convertía en humano…
Mark sintió calor en su pecho y levantó el rostro, Youngho apoyó la frente sobre la suya y así el contacto fue mucho mayor.
“Me mostró cuan feliz iba a ser como hijo y hermano en la familia Mouskouri, me advirtió que… Andreus iba a ser mi mayor amor y dolor en la vida, pero ver su rostro, ver como lo iba a sostener de bebé, creo que… que supe que uno podía amar antes de existir y… y luego me mostró tu rostro, tu cuerpo de sirena y también me di cuenta que uno podía enamorarse y creer que sacrificarse valdría la pena, porque conocería a mi familia, conocería a un hijo y conocería al amor de mi vida”.
El muchacho sollozó bajito, escuchando el relato de ese hombre, dejando que su cabeza se sintiera mareada con tanta información y emoción ante el hecho que Youngho lo conocía antes que a él, que nunca fue coincidencia que Afrodita también se le manifestara en sueños diciéndole que Youngho era el hombre correcto.
La Diosa del amor los había puesto en el camino y tiempo apropiado.
—Me dijo que ibas a ser mi mayor soporte y no se equivocó… Mark, lo eres, eres mi mayor soporte ahora que siento que me estoy ahogando de angustia —el aludido intentó secar sus lágrimas— y te rechacé de miedo al verte sireno cuando yo también tuve una cola, Dios ¡Le temí a eso! ¿Por qué? ¡No lo sé! ¡Quizás porque en el fondo mi alma se asustaba de ver mi propio origen mitológico! Pero qué ironía… soy Doctor en historia griega —movió los hombros, lloraba bajito, repasando su frente contra él— pero esa es la verdad Mark, esa es la razón por la que mi Andreus pudo irse al Más allá del mar, porque era un semi Dios, porque su alma era humana y mitológica y… él decidió tomar el rumbo de su padre para convertirse en una sirena como siempre lo había deseado.
¡Estaba enamorado del hijo de los Dioses del mar! ¡Otro príncipe del mar!
Aturdido lo miró un par de segundos antes de dejarse llevar por los sentimientos y llorar ¿De angustia? ¿De alegría? ¿De ambas? Solo escondió el rostro en su cuello y lo abrazó porque no quería apartarse de él, habían sido privilegiados al recibir las bendiciones de varios Dioses.
Su amor estaba escrito.
Y aunque ahora mismo estaba llorando porque no podía concebir la idea que no iba a poder abrazar en esta vida a Andreus, le quedaba el consuelo que el niño estaba en el Más allá, tranquilo, feliz, acompañado y amado por todos quienes habían habitado el océano, esperando algún día el anhelado reencuentro.
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Nota autora:
Quedan poquitos capítulos, la novela termina en mayo.
Por cierto el siguiente es muy significativo :(
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